Que no le digan, que no le cuenten que la candidata opositora ya perdió y que la doctora es inevitable. Es propaganda con todos los instrumentos del Estado, previa a las campañas.
Cuando arranquen, Xóchitl Gálvez sólo puede subir y para Claudia Sheinbaum todo lo que viene es cuesta abajo.
La propaganda (cizaña) del gobierno para hacer creer que la contienda ya está decidida ha encontrado el apoyo involuntario del pésimo equipo de comunicación social de Xóchitl, pero eso no lo es todo.
La candidata oficial camina colgada del brazo de la popularidad del Presidente, quien tiene la aprobación de 56 por ciento de la ciudadanía, de acuerdo con la encuesta de EL FINANCIERO publicada el lunes.
Pero esa aprobación no se transfiere de manera automática a la candidata del Presidente. Ernesto Zedillo terminó con 67 por ciento de aprobación y perdió su candidato Francisco Labastida. Ganó Fox, que le decía “Zedillín” al presidente del 67 por ciento.
Felipe Calderón concluyó su periodo con 64 por ciento de popularidad y su candidata llegó en tercer lugar. Así es que combinar de manera automática la aceptación presidencial con la intención de voto es confundir la gimnasia con la magnesia.
Lo que sí tiene correspondencia es el rechazo: 44 por ciento de la población reprueba la gestión del presidente López Obrador. Ellos no votarán por Morena. Ese número, 44 por ciento, es el piso mínimo del voto opositor.
Por eso la urgencia del gobierno por encontrarle un buen candidato a su esquirol, Movimiento Ciudadano. Necesita, con urgencia, dividir el voto opositor, de lo contrario su candidata puede perder.
La apuesta de Sheinbaum es administrar su caída de aquí a la elección que será dentro de seis meses. Arrancará la campaña con 50 puntos contra 31 de Xóchitl.
Seis meses en una campaña política es una eternidad, y la tarea de Sheinbaum es resistir. Si es posible, hacer y decir muy poco. Pura escenografía y dejarle al gobierno la operación de Estado.
Seis meses es una eternidad para quien tiene poco o nada que ofrecer.
Su frase de guerra que convoca a “ponerle un segundo piso a la cuarta transformación” es tan vacía que parece sacada de una mala canción de Arjona.
A Sheinbaum la llevan sólo ante auditorios controlados, donde no esté expuesta a preguntas que la incomoden porque se enoja y aflora su verdadero carácter.
Además, ¿qué va a decir? Salvo la pensión para adultos mayores, todas las políticas públicas del gobierno al que representa están reprobadas.
¿Por qué la Ciudad de México, bajo su gobierno, registró el peor comportamiento nacional ante el covid? (en el Edomex, con un espacio geográfico de condiciones similares, con igual densidad poblacional, hubo notablemente menos muertos que en la capital del país).
“Los muertos no votan”, dijo López-Gatell ¿De veras? ¿Ni los muertos en la Línea 12 del Metro? No votan, pero pesan.
El 63 por ciento de la ciudadanía reprueba la política de seguridad pública del presente sexenio. Ella es la candidata de la continuidad. ¿O se va a deslindar?
Reprobado está el desempeño del gobierno en salud, honestidad y educación.
¿Qué va a decir ante la militarización del país, y la creciente violencia? Mientras convierten a las Fuerzas Armadas en consorcios empresariales en aquello que no saben hacer, los grupos criminales se apoderan del territorio, matan y extorsionan.
Las remesas desde Estados Unidos suben porque aumenta el número de mexicanos que se van: huyen de la violencia criminal, porque empleo hay.
¿Qué va a decir Sheinbaum sobre el despilfarro de un billón 300 mil millones de pesos en Pemex, para que la producción de petróleo sea 12 por ciento inferior a 2018? Mientras, se niegan recursos para reconstruir Acapulco.
Para asegurar el triunfo en la elección necesitan una operación de Estado, que ya está en marcha. Es lo que hay frente a nuestros ojos.
La campaña la encabeza el Presidente, de manera ilegal, para desmoralizar a la oposición con la mentira de que Xóchitl se desinfló, que su candidatura no prende.
Operación de Estado –para desalentar– ha sido la adquisición de opositores que de pronto se pasan a “impulsar la transformación de México”. ¿O no es así, senador Ramírez Marín, Javier Corral, Alejandro Murat?
O el alquiler de un aprendiz de gánster de la sedición, al que ya desecharon. ¿O no, Samuel?
La presión sobre directivos de medios por parte del vocero presidencial, Jesús Ramírez, que denunció la semana pasada el presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Roberto Rock, es parte de la operación de Estado.
Y delinque con el uso ilegal, “en dimensiones jamás vistas”, de recursos de secretarías de Estado para coaccionar el voto en favor de Claudia Sheinbaum, como denunció su ahora integrante de equipo de campaña, Marcelo Ebrard.
Faltan seis meses eternos y la moneda está en el aire.