A partir de marzo tendremos una crisis de agua en la capital del país por falta de previsión del gobierno federal ante el cambio climático.
No lo pensaron. No quisieron invertir. Patearon el bote, hasta que el problema reviente. Y eso va a ocurrir tan pronto como en dos meses.
Todos los presidentes, buenos o malos, cual más cual menos, hacen obra pública que no da votos, pero es indispensable para mantener el país a flote.
Ahora hay cientos de miles de millones de pesos tirados en obras de relumbrón, de escasa o nula utilidad social, y no se ha invertido en dotar de agua a la capital del país.
Tendremos un Tren Maya de 500 mil millones de pesos, que destruye selva y ecosistemas, sirve para bendita sea la cosa, pero en la Ciudad de México no tendremos lo elemental: agua.
Habrá refinería en Dos Bocas –que algún día, tal vez, funcionará–, con un costo que habría alcanzado para comprar tres refinerías, llave en mano, en Estados Unidos.
¿Y el agua?
Los sistemas hidráulicos van por debajo de la tierra, son obras que no se ven y causan molestias cuando se están realizando. Es decir, no sirven para ganar votos ni para financiar campañas.
¿Pero qué tal el trenecito?
Ahí van los grandes empresarios-constructores, en un vagón de lujo con el presidente de la República, al que colman de elogios por su histórica visión de estadista que lo llevó a asignarles, sin concursos ni compromisos estorbosos, la construcción de un ferrocarril en la selva, cuyas cuentas ningún ciudadano podrá conocer ni comparar a detalle hasta dentro de 10 o 15 años.
Viva el tren de la cuarta transformación. Vengan más de esos. Aunque ningún empresario lo quiso operar, ni aunque les dieran gratis la concesión de los tramos.
Martí Batres, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, anunció recortes en el suministro de agua en 284 colonias por problemas de abasto.
El desabasto apenas empieza a manifestarse y habrá crisis a partir de la Semana Santa.
Las alcaldías Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón comienzan a padecer la falta de agua y hay protestas. ¿Por qué en esas alcaldías?
Parece no haber una respuesta técnica a esa pregunta, pues por ahí y Cuajimalpa entra el agua procedente del sistema Cutzamala.
Hay, eso sí, una respuesta electoral: son delegaciones mayoritariamente opositoras a Morena, y les cierran las válvulas para que el agua llegue donde está la clientela de votantes del partido del gobierno.
¿No es eso? Entonces, ¿qué es? Explíquenlo.
La explicación de que no llegue agua a Iztapalapa es que no han hecho nada para que haya.
Y como decía hace muchos años el regente Carlos Hank: “Dios da el agua, pero no la entuba”. Ahora hay que añadir, tampoco le da tratamiento.
Para eso se pagan impuestos, para que hagan obras tan elementales como dotar de agua a la población. Prever a largo plazo. Dar mantenimiento. Hacer proyectos ejecutivos.
La última obra hidráulica de gran calado que se hizo en la Ciudad de México fue el Túnel Emisor Oriente, del presidente Felipe Calderón y que continuó el presidente Peña Nieto. Arrancó en 2008 y se entregó en 2019.
No son enchiladas. Once años de trabajo para un sistema de drenaje profundo, que lleva las aguas residuales de la capital del país por una tubería de 62 kilómetros de largo hasta una planta tratadora, en Hidalgo.
De no haberse hecho esa obra, por parte de gobiernos de distinto color político, hoy con una lluvia fuerte la Ciudad de México, o buena parte de ella, quedaría inundada bajo las aguas con nuestros desperdicios.
¿Cuántos votos le dio a la candidata panista Josefina Vázquez Mota esa obra colosal e indispensable de Calderón?
Supongo que ninguno.
¿Cuántos votos le dio al candidato priista José Antonio Meade el Túnel Emisor Oriente de Peña Nieto?
De seguro que ninguno. Pero tenía que hacerse.
La Ciudad de México, desde hace décadas, desperdicia cerca de 40 por ciento del agua que traemos del Estado de México.
Es decir, se desperdician 14 mil litros de agua por segundo, estima el especialista Manuel Perló Cohen.
¿Qué obra relevante han hecho para evitarlo?
¿Qué han hecho para prevenir lo que nos va a pasar en los siguientes meses?
Cero. Algo de bombeo y parches momentáneos en algunas fugas.
No se invierte ni planifica, porque esa tarea no se ve ni deja votos.
Cuando la crisis nos alcance –en un par de meses–, le quitarán agua a las alcaldías de oposición para que los ciudadanos paguen el costo electoral de no alinearse con Morena. Y ni así.
La totalidad de la obra del Túnel Emisor Oriente, para el drenaje profundo, costó 37 mil 500 millones de pesos y tardó 11 años.
¿Por qué no se invirtió en este sexenio en el paso siguiente, tratamiento de aguas, o hacer pozos profundos, o lo que fuera necesario?
Porque es obra que no se ve ni deja votos.
Ahora el negocio electoral será con las pipas de agua potable que habrá que traer desde el Estado de México.
¿Pero qué tal el trenecito de los 500 mil millones?
Chucu-chuuuu.
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