Uso de Razón

Distractores y rencores vs. realidad

Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, la que triunfe en junio, tendrá que hacerse cargo del problema heredado por López Obrador: revertir el empoderamiento del crimen organizado.

Conocemos el prodigio de su imaginación para crear distractores, pero esta vez el Presidente se voló la barda. Y de qué manera.

Regresa con el cuento de Chapa Bezanilla del ‘segundo tirador’ en el caso Colosio.

La necesidad de distraer la atención es tan grande como el tamaño del caos provocado por su ineptitud.

Quedan ocho meses para que termine el gobierno y los saldos ya no son fáciles de ocultar con pirotecnia política.

Ni Claudia Sheinbaum en la Presidencia podrá soslayar el legado esencial de López Obrador: el gran beneficiado de su gobierno ha sido el crimen organizado.

El narco, los militares y los grandes millonarios son los ganadores sexenales.

Sí, hubo un aumento al salario mínimo, en buena hora. Pero eso fue todo.

Con AMLO no ganaron los que carecían de acceso a la salud, a la educación de calidad, a la justicia, al agua. Perdieron.

No ganaron las madres de los desaparecidos. Hay 40 por ciento más que en la suma de los sexenios anteriores. Perdieron. Ganaron los criminales.

Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, la que triunfe en junio, tendrá que hacerse cargo del problema heredado por el gobierno de López Obrador: revertir el empoderamiento del crimen organizado, lo que costará vidas y significará desgaste para gobernantes e instituciones.

La frontera norte nos la van a cerrar, gane Trump o gane Biden. Doscientas cincuenta mil personas fueron detenidas y expulsadas –una o varias veces– por la Patrulla Fronteriza en un solo mes, diciembre. Mexicanos, en su mayoría.

Eso es hacer historia.

Demagogia de Biden o racismo de Trump, el hecho es que nos la van a cerrar porque los hechos muestran descontrol en la frontera sur de Estados Unidos.

El tráfico de personas ilegales hacia Estados Unidos está en manos de bandas del crimen organizado.

Ya no son los polleros los dueños del negocio, sino los cárteles, que lo mismo introducen personas, fentanilo y tienen tramos de la frontera en su poder, con carreteras incluidas.

Nuestra frontera sur es un desastre. Se la disputan a balazos los dos grandes cárteles de las drogas y del tráfico de seres humanos.

Es zona sin ley.

Los indígenas chiapanecos de esa región están bajo fuego cruzado. Ya no saben de dónde vienen los balazos ni quién es quién. Pueden ser del Cártel de Sinaloa, del Jalisco Nueva Generación, de soldados mexicanos o de kaibiles guatemaltecos contratados por los grupos que se disputan el territorio.

Hay éxodo de comunidades que no pueden vivir en su tierra.

Territorio nacional, con población incluida, en ambas fronteras, en poder de grupos criminales.

Nunca habíamos vivido tal grado de violencia en el país como la que hay ahora, en el sexenio del Presidente que dijo que en seis meses bajaría la criminalidad con su estrategia.

Arrancó con el combate al huachicol, porque era “negocio de los neoliberales”, y hoy las tomas clandestinas han aumentado 117 por ciento respecto a diciembre de 2018.

Ciento setenta mil asesinatos en el sexenio.

Extorsión y crimen van de la mano. Las matanzas se suceden y cada día un nuevo crimen de espanto nos sobresalta: dos adolescentes en San Miguel de Allende, asesinados por no pagar derecho de piso.

Qué desastre deja el Presidente. Su respuesta es negarlo o fabricar distractores, y no asume su responsabilidad.

Como apuntó el lunes Mauricio Merino, “se vive una fantasía creada con palabras (por el Presidente), que inventó a sus enemigos, sus gestas heroicas, sus grandes triunfos, sus otros datos, sus símbolos y sus rituales”.

El Ejército –o mejor dicho un grupo de generales– es el otro ganador del sexenio.

A algunos de sus mandos y tropa los envían a combatir, en desigualdad de condiciones, con los sicarios de los cárteles. Llevan la instrucción de tratarlos bien, no disparar primero (es decir, no atacarlos).

Los criminales le perdieron el respeto a nuestras Fuerzas Armadas.

El Ejército como tal fue enviado a realizar tareas que la Constitución le prohíbe. Aduanas, puertos, aeropuertos, ferrocarriles, construcción de obra pública, una aerolínea comercial, la Guardia Nacional bajo su alero. Todo para ellos.

Y los millonarios de siempre, a duplicar sus fortunas con tal de que no hagan olas mientras se destruye la democracia.

Se acerca el final de sexenio y el gobierno está, como es lógico, bajo la lupa de la crítica.

¿Qué respuestas da a todo lo anterior?

Distractores y venganzas, versus la realidad.

Ahí viene ‘el segundo tirador’ del caso Colosio.

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