Uso de Razón

La agonía de Badiraguato

Pablo Hiriart se adentró en la cuna y semillero del grupo criminal más poderoso del mundo, el ‘Cártel de Sinaloa’, para relatar el estilo de vida de sus habitantes.

BADIRAGUATO, Sinaloa.- Cuna y semillero del grupo criminal más poderoso del mundo, el Cártel de Sinaloa, en este municipio que es el corazón del ‘triángulo dorado’, se levantan estatuas a los vivos. También se les erigen bustos en bronce.

Afuera de la presidencia municipal nos recibe un imponente Rubén Rocha Moya, gobernador del estado, de dos metros y treinta centímetros de altura, con sonrisa de hombre amable y la mirada puesta en el horizonte.

A la entrada del vestíbulo, a mano derecha, está el busto del Presidente en funciones, Andrés Manuel López Obrador.

“Todo esto se ha hecho con ahorros, con austeridad”, dice el secretario general del ayuntamiento, Jesús Enrique Salazar López. El alcalde, José Paz, pidió licencia y se fue a buscar la reelección por su partido, Morena.

Hombre cercano a Los Chapitos, quienes, según nos dicen, se fueron muy adentro de la sierra desde que “se vino todo eso de la DEA”, José Paz tiene la reelección casi en la bolsa.

Sonriente Afuera de la presidencia municipal de Badiraguato, estatua del actual gobernador de Sinaloa. [Fotografía. Pablo Hiriart]

En los poblados de la sierra “tenemos 2 mil beneficiados del programa Sembrando Vida, y es lo que ha mitigado la falta de ingresos”, dice el secretario del ayuntamiento.

Setenta familias de la sierra se han ido a Estados Unidos a pedir asilo en los últimos dos meses, nos dicen. “La gente vive de los programas federales”.

La falta de ingresos es por el declive de la siembra de amapola y mariguana. “Ya no tienen valor”, señalan pobladores de esta ciudad de menos de 4 mil habitantes, de un total de 26 mil personas que aún quedan en el municipio de Badiraguato. “Con las drogas sintéticas se puso difícil esto… traen el material desde China y arriba están los laboratorios de fentanilo”.

Hace unos días vinieron brigadas de Servidores de la Nación, y se instalaron afuera del Colegio de Bachilleres del Estado de Sinaloa (Cobaes) de este pueblo, y repartieron mil chips para teléfonos celulares, con internet gratis para un año. Nunca se había visto una fila tan larga en Badiraguato. A cambio “sólo pedían copia de la credencial de elector y el número telefónico para estar en contacto”.

-¿Nada más? –pregunto.

-Bueno, también les decían que si no ganaba Morena iban a perder las ayudas para los adultos, los árboles. Pero eso lo dicen allá arriba también. Si usted tiene beca de discapacitado se pierde si no vota por Morena. Se pierde –nos comenta un miembro del cabildo.

El pueblo, la verdad, es bonito. Lo preside un san Judas Tadeo desde arriba del cerro, que ganó limpiamente la consulta a otros santos. “Es el santo de las causas difíciles”, nos dice el padre Ricardo, de 34 años, párroco de la iglesia de San Juan Bautista.

-¿No le da miedo ser cura aquí?

-¿Por qué? Es un municipio pacífico, tranquilo, con una realidad distinta a la que dicen los medios. Tiene su historia, cierto, hay gente que se dedica a eso, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar? Tienen derechos, como católicos bautizados. Aquí no hay ladrones, ande usted seguro, bienvenido a Badiraguato. Que Dios lo acompañe –responde.

La bienvenida se percibe desde la desviación de la autopista Culiacán a Nogales, en Pericos, hacia la sierra, por la México-24: hay ojos por todos lados. Informantes con puestos de una que otra chilacayota para vender, y motocicletas que lo siguen a uno sin molestar, por relevos.

Son los ‘punteros’, que trabajan en la vigilancia de los territorios del cártel, es decir, en toda Sinaloa. Jóvenes equipados con radio, que ganan 3 mil pesos a la semana y eso les sirve para ir pagando la motocicleta. Por el tramo de la desviación de Pericos hasta cerca de Badiraguato (unos 30 o 40 kilómetros), vimos dos camiones del Ejército con soldados armados. Detrás de ellos, como escoltas, a unos 50 metros o menos, ‘punteros’ en motocicletas. Se relevaban cada cierto tramo.

Todos están vigilados por el cártel.

No había visto nada. A la entrada del pueblo, bajo el arco de bienvenida, hay varias motocicletas de ‘punteros’, y carros (así le dicen aquí a los coches) que parecen estar sin nadie adentro, pero uno se los encuentra una y otra vez.

Bajo la sombra de dos arrayanes y un frondoso pingüica, la señora dejó el taco de carne en tortilla de trigo sobre la mesa y le salió del alma la exclamación:

“Bendito Dios que tenemos al Mayo Zambada, porque el día que falte Sinaloa va a arder”.

-¿Lo dice en serio? –pregunto.

-Es un mal necesario. Aunque ya por su edad (75 años) no opera mucho. Donde no está él, se pierde el respeto. Aquí (donde están Los Chapitos) ya no hay respeto. En el Valle (de San Lorenzo, donde está “el señor del sombrero”, es decir el Mayo) sí. Antes si iba una familia en el carro, o un menor de edad, se frenaba el operativo (rafaguear a los que iban a matar). Ahora ya no, se perdió ese respeto de no meterse con las familias –dice.

[Fotografía. Pablo Hiriart]
La figura En el vestíbulo de la presidencia municipal de Badiraguato, el busto en bronce de López Obrador. [Fotografía. Pablo Hiriart]

Pregunto a los asistentes a la comida al aire libre si es verdad que ya no se siembra droga. Y si es así, ¿por qué tanta vigilancia?

Cierto, “ya no deja la amapola y menos la mariguana, pero arriba es un lugar de refugio”. Allá arriba están los laboratorios de drogas sintéticas. Fentanilo. “Y la carretera que va de aquí de Badiraguato, cruza el ‘triángulo dorado’ (Sinaloa, Durango, Chihuahua), conecta con Guadalupe y Calvo y la frontera con Estados Unidos”.

-Es la México-24, que inauguró el Presidente a la altura de La Tuna –pregunto con una afirmación.

“Sí, les cayó como anillo al dedo”, contesta uno con ironía y las cejas arqueadas.

La Tuna –me explican– es una sindicatura, la tierra del Chapo Guzmán. A unos 100 metros está otro poblado (caserío), La Palma. De esos dos lugares son los Beltrán Leyva, Amado Carrillo, Caro Quintero, Ernesto Fonseca (Don Neto), Juan José Esparragoza (el Azul), los Arellano Félix, Miguel Ángel Félix Gallardo, Gonzalo Araujo (famoso y sanguinario pistolero del cártel)…

“Puro personaje de cuarto bat”, interrumpe con una carcajada el que tenía al costado. Se pone serio y explica: “¿Cómo culparlos? Estados Unidos nos pidió sembrar amapola en la II Guerra Mundial, y obtener morfina para sus heridos. Necesitaban goma de opio. Y después ya no. Pedro Avilés, el León de la Sierra, siguió con el negocio, ya ilegal. Aquí no hay nada más”.

Plantas de amapola y mariguana veo en el lugar donde me invitaron a comer. Recibí una detallada explicación de las plantas macho (tienen unas bolitas que truenan al fumarse) y hembra, la polinización, y del crecimiento de las amapolas. En esta temporada están verdes, en crecimiento. Parecen pequeñas matas de alcachofas.

-¿Y para qué tienes esto aquí? –le pregunté.

-Para que sepan que están en Badiraguato –dijo entre risas.

De regreso a Culiacán tomé una desviación por un camino angosto, solitario a más no poder porque no hay a qué ir. Se llega a la sindicatura de Jesús María, donde hace 14 meses el Ejército capturó a Ovidio Guzmán, en la memorable madrugada del 5 de enero que despertó a los vecinos con un estruendo apocalíptico de balazos y gritos de agonía.

(Mañana seguimos con eso).

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