Uso de Razón

El candidato sustituto

La estrategia para descarrilar la elección la ha puesto en marcha López Obrador, a través de la violación sistemática de la ley al intervenir en aquello que tiene prohibido.

Para nada es gratuito que el Presidente abra flancos de disputa y encienda mechas explosivas todos los días en la arena donde su actuación es ilegal: las elecciones federales.

El candidato es él, no Claudia Sheinbaum.

Busca seguir en el cargo.

Crea las condiciones para la turbulencia y el desorden que lo pondrían a él como el factor de estabilidad hasta que se restablezca el orden social.

“El salvador de la patria”, se hacía llamar Antonio López de Santa Anna en esas condiciones.

Como lo apuntó ayer Luis Estrada, de la consultora Spin, en sus conferencias mañaneras el Presidente ha mencionado en 172 ocasiones al fantasma del “golpe de Estado”.

Lo trae marcado en el hipotálamo.

Eso es lo que puede llegar a hacer, si juzga que debe madrugar a los “conservadores” y “mafiosos” que acusa de haberse apoderado de las instituciones democráticas.

Un pretexto para destruirlas, pues.

Le falló la prolongación de su mandato constitucional cuando la Corte le echó abajo la propuesta de ampliar el periodo del gobernador de Baja California, y la pretensión de que Arturo Zaldívar continuara en el cargo dos años más de lo que marca la Constitución.

El electorado lo frenó dos veces.

Primero, no acudió a dar validez legal a la consulta “para que siga el Presidente”.

Y después le quitó a Morena y aliados la mayoría calificada en la Cámara de Diputados durante las elecciones intermedias, por lo que no pudieron cambiar la Constitución.

A dos meses y medio de las elecciones presidenciales, alerta de una conjura de sus opositores para anular los comicios de junio.

En la conspiración pone al Tribunal Electoral, a la Suprema Corte, a “robots” manejados por una “mano negra” para desprestigiarlo a él con una “guerra sucia” y a los medios que, dice, se confabulan para atacarlo.

Nada de eso es verdad. Y aunque hubiera “guerra sucia” contra él y eso de los medios en contra fuese realidad –cosa que no sucede–, ¿qué tiene que ver con la elección, si él no es candidato?

La estrategia para descarrilar la elección es lo que él ha puesto en marcha, a través de la violación sistemática de la ley al intervenir en aquello que tiene prohibido.

Por instrucciones suyas no se ha integrado el Pleno del Tribunal Electoral, pues así le conviene a él y su propósito de doblegarlo o restarle validez.

Ha admitido que viola las leyes porque, lo dijo, su “autoridad moral” y “autoridad política” están por encima de la norma.

Mónica Soto, magistrada presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, le respondió lo obvio: “Hasta el Presidente debe respetar la ley”.

Claudia Sheinbaum no figura. El candidato es él.

Él hace las propuestas de gobierno para el siguiente sexenio.

Él defiende su elección de los límites que ponen los organismos electorales.

Agrede a los árbitros electorales de una contienda en la que supuestamente no participa.

Hizo de Claudia Sheinbaum una figura de pena ajena, a la que entregó el ‘bastón de mando’ de la ‘cuarta transformación’ porque él se retiraría a inaugurar obras de final de mandato.

Ella no hace propuestas. Se limita a apoyar las que formula López Obrador. Igual que hace seis años. Hace 12. Hace 18.

Sheinbaum carece de iniciativa. Está a la defensiva de lo que Xóchitl Gálvez critica o propone.

Xóchitl menciona la posibilidad de terminar el NAIM, y la candidata de Morena sale a responder que sería un crimen ambiental.

Aplaude el Tren Maya, la carbonización de las refinerías y el desastre ambiental en Dos Bocas.

Para llevar 20 o 50 puntos de ventaja, como dicen algunas encuestas, se le ve bastante asustada.

Y para haber entregado el ‘bastón de mando’, a López Obrador se le ve muy activo en la campaña sediciosa para descarrilar la elección, aunque la ganadora sea Sheinbaum.

Que las ilegalidades del Presidente tiren la elección.

Así “el salvador de la patria” continuará en el mando.

Faltan 80 días para los comicios y aún veremos muchas sorpresas para evitar que Sheinbaum gane limpiamente –ya es imposible, pero habrá más–, o arrebatarle el triunfo a Xóchitl.

El candidato es él.

Y como no ganará él, entonces que no gane nadie.

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