Si Morena pierde la elección presidencial no va a reconocer la derrota.
Y en caso de ganar por una diferencia menor a cinco puntos, el Tribunal Electoral difícilmente podrá convalidar una elección marcada por la ilegalidad de principio a fin.
Por eso la violencia verbal del Presidente y el estrés en su partido: necesitan una ventaja holgada y ganar la mayoría en el Congreso.
La candidata presidencial de Morena lleva dos semanas hablando de ‘fraude electoral’.
Tienen motivos en Morena para estar preocupados, porque es latente la posibilidad de que pierdan las elecciones. O que haya una final más cerrada de lo que señalan, hasta ahora, las encuestas.
Poco más de 30 por ciento de votantes aún no ha tomado la decisión en firme de por quién sufragar el 2 de junio.
Falso que la elección sea sólo ‘un trámite’.
Demasiados nervios en el equipo de la candidata de Morena y en el Presidente indican que el “trámite” se les está complicando.
No sale en los términos en que lo previeron.
Ante el manifiesto que un grupo de intelectuales lanzó en apoyo a la candidatura de Xóchitl Gálvez, el jefe del Ejecutivo, que tiene la obligación constitucional de conducirse con imparcialidad en la elección, reaccionó con calificativos cargados de violencia verbal.
“Alcahuetes, vendidos, vividores y serviles de la oligarquía”, les dijo ayer a los que llaman a votar por una candidata que no es la suya.
¿Y la neutralidad del poder público en las elecciones?
Los miembros de la comunidad cultural mexicana que firmaron el desplegado, ¿no tienen derecho a optar por una candidata distinta a la oficial?
¿Acaso estamos en Rusia o en Nicaragua?
Las leyes electorales, y la Constitución misma, han sido transgredidas de manera grave por el gobierno en esta elección.
Desde la ‘encuesta’ de Morena hubo participación ilegal de secretarías de Estado en favor de la candidata oficial, de una manera “nunca antes vista”, como lo denunció Marcelo Ebrard, quien tiene un largo y variopinto recorrido en gobiernos de distintos partidos políticos.
La intervención sistemática del Presidente, más el proselitismo de los ‘servidores de la nación’ en la elección en favor de su candidata y contra la oposición, hacen vulnerable una victoria de Morena por margen estrecho.
Ayer el Presidente llamó a desconfiar de la oferta de la candidata Gálvez de mantener los programas sociales. Está en campaña, y eso es ilegal.
Se resquebraja la confianza en el ‘trámite’ del 2 de junio, basado en una ventaja de 20 puntos y triunfo aplastante de Morena en el Congreso.
Es llamativo, pues tienen el voto cautivo de los beneficiados por los mal llamados programas sociales.
Tienen el favor de la presidenta del INE, Guadalupe Taddei.
Cuentan con la complicidad de encuestadoras que han sido contratadas por Morena o gobiernos estatales de ese partido.
Sin embargo, la gente sale a las calles a apoyar a la abanderada de la oposición, a pesar de que mandaron a la CNTE a amedrentar y a carteristas a robar celulares a placer.
El lunes, en el programa Tercer Grado, de Televisa, la candidata oficial no contestó afirmativamente a una pregunta de respuesta obvia en una democracia, acerca de si aceptaría la derrota, en caso de darse.
Habló, otra vez, de la posibilidad de un fraude y de que necesitaba ganar por amplio margen.
¿No que era un simple trámite que los ciudadanos vayan a votar el domingo 2 de junio?
Nunca han reconocido una derrota. Jamás.
Esta vez, en caso de perder, tampoco lo harán.
Y si ganan por un margen inferior a los cinco puntos, estarán en manos del tribunal por haber violado las leyes electorales, la Constitución.