Sorprenden las fanfarrias de funcionarios e intelectuales que han acompañado al obradorismo en el desastre nacional, que festejan como éxitos rotundos los estragos de la tragedia histórica que ha sido la 4T.
Haber arrollado en las elecciones no quita que el actual sea el gobierno con peores cuentas desde 1935 en economía, seguridad, salud y educación
Ganaron con juego sucio, intervención anticonstitucional del Presidente, promoción ilegal del voto a través de miles de empleados del gobierno al servicio de la candidata oficial.
También con aciertos, como el aumento a los salarios y la presencia permanente de AMLO en el territorio.
Y contaron con la ayuda de una oposición sin ideas ni liderazgos, ni profesionalismo en su equipo de campaña.
El desastre que AMLO va a entregar lo expone con detallado rigor Otto Granados Roldán, en una publicación del 5 de junio (Líderes):
-188 mil 522 homicidios dolosos.
-800 mil personas muertas en la pandemia.
-47 millones de mexicanos en pobreza.
-51 millones sin acceso a servicios de salud.
-25 millones de mexicanos en carencia educativa.
-Ciudades y regiones donde el Estado ya no existe.
-Crecimiento económico de 0.8 por ciento promedio anual.
-Finanzas públicas en terapia intensiva.
-Programas sociales insostenibles, donde destaca el costo de las pensiones para personas de 65 años o más, que equivalen este año a 454 mil millones de pesos.
-Déficit fiscal de 5.9 por ciento.
-Obras faraónicas fallidas que hay que seguir pagando.
-Un país a la cola de los índices internacionales de corrupción, Estado de derecho y crimen organizado.
-Una compañía petrolera quebrada, con 107 mil 500 millones de dólares de deuda y cuya sobrevivencia pende del exiguo salvavidas de los dineros de Hacienda.
Ese daño se lo hicieron a México. Y lo festejan con fanfarrias.
Faltan añadir a la lista los mayores actos de corrupción de la historia, cometidos en el gobierno que la iba a desterrar.
La negativa a mostrar cómo se gasta el dinero público canalizado a las obras faraónicas.
El desprecio por la mitad de los mexicanos, la polarización, el fomento del odio entre connacionales, la violencia verbal del Presidente contra periodistas y medios críticos, etcétera.
De acuerdo con que festejen el triunfo electoral, pero un poco de humildad les caería bien.
Humildad, especialmente en quienes continuarán en responsabilidades de gobierno.
Se entienden los autoelogios de AMLO. Él logró los 35 millones de votos para su sucesora. Su habilidad está fuera de duda: tiene contentos a los sectores pobres y enajenadas con su discurso a las clases medias.
Pero el asombro cambia de humor al ver el oportunismo y la deshonestidad intelectual de personajes que sí entienden la dimensión de la herencia envenenada.
Juan Ramón de la Fuente escribió, junto con Lorenzo Meyer, tres días antes de las elecciones:
“Desde hace años, el régimen que emergió de esa fragua que fue la Revolución mexicana perdió su vocación progresista, recreó una estructura política viciada y propició la creación de un entorno de corrupción que permeó casi todos los ámbitos de la vida social. Surgió así una nueva oligarquía ávida de riqueza…”.
Según AMLO y Claudia Sheinbaum, el mayor ejemplo del poder político al servicio del poder económico fue hacer públicas las deudas privadas a través del Fobaproa, en el gobierno de Ernesto Zedillo.
¿Dónde estaba entonces De la Fuente?
Estaba en el gabinete presidencial, y no dijo ni pío.
Con el látigo de la 4T fustiga a los “nuevos oligarcas ávidos de riqueza”.
De ellos, ¿hay alguno que no sea gran amigo del doctor De la Fuente?
En el artículo (Continuidad con cambio por la vía democrática, El Universal, 29 de mayo), De la Fuente no tuvo piedad con los intelectuales que firmaron un manifiesto en favor de una candidata distinta a la suya:
“El ahora viejo régimen, el del PRI y el PAN, a pesar de haber sido autoritario y en ocasiones brutal, no parecía molestar demasiado a los indiferentes y casi siempre apartó un lugar confortable para aquellos intelectuales que buscaban acomodarse mediante una crítica blanda, oportuna, finalmente conveniente al régimen, toda vez que le daba una fachada de pluralismo, modernidad y tolerancia”.
¿Quién se acomodaba en el viejo régimen del PRI o del PAN?
¿Dónde estaba De la Fuente en la matanza de Aguas Blancas, en el intento de asesinato a traición a Marcos, en la masacre de Acteal…?
En el gobierno.
¡Uy! ¡Qué acomodaticios Bartra, José Sarukhan, Zaid, Ruy Sánchez, Barnés, Narro, Sheridan…!
¿No vio De la Fuente lo que pasó con la educación, la salud, la energía, con la ciencia (los amuletos, López-Gatell, la persecución penal a científicos…)?
¿No vio lo que pasó con la economía, el cierre de cientos de miles de empresas medianas y pequeñas por falta de apoyos?
A “la oligarquía”, en cambio, le fue muy bien. Mejor que nunca, durante y después de la pandemia.
Uña y carne con el gobierno. Sus empresas recibieron adjudicaciones jugosas sin licitación y bajo secreto por 15 años, o fueron subcontratadas por el Ejército.
Fanfarrones. Además de ineptos y acomodaticios, liderados por un político cerril pero tremendamente hábil.