Nuestro Presidente quería que Estados Unidos le dijera cómo fue la captura en México y el traslado a El Paso del capo más poderoso del mundo, y las recibió.
También el Mayo, en manos de la justicia estadounidense, se lo dijo.
El testimonio más importante en la historia del crimen organizado en México, la carta de Ismael Zambada, involucra directamente al gobernador Rubén Rocha Moya en su relación con el Cártel de Sinaloa.
Aunque fuera vox populi, no deja de ser impactante leer la confirmación, con la firma de Ismael Zambada, de la relación narco y política en esa región del país.
La respuesta de López Obrador, que desde Culiacán defendió al gobernador y acusó a ‘los conservadores’ de México y Estados Unidos de armar una campaña con el tema, es más que preocupante.
Asusta oír al presidente de la República dar por bueno, de forma apresurada, demagógica y sin investigación de por medio, el desmentido del gobernador.
Son abrumadoras las evidencias de la relación del narco con Morena y el gobierno de Rocha Moya. Zambada, cabeza del cártel más poderoso del mundo, acaba de confirmar lo que ya se sabía.
La exculpación del Presidente al gobernador, y la nula alusión a la banda criminal, da carta de veracidad a lo que eran conjeturas con mayor o menor fundamento: el estrecho vínculo de su gobierno con el Cártel de Sinaloa.
Desde luego López Obrador tendrá un difícil ‘séptimo año’ en la Presidencia, como suele decirse a lo que viven los expresidentes una vez concluido su sexenio. Pero eso será asunto suyo.
Para México lo importante es conocer hasta dónde se extendió la relación narco y política en su presidencia.
¿Hay cura para eso?
No es normal que el Presidente exculpe en cuestión de horas a un gobernador cuyos vínculos con el cártel fueron confirmados por Zambada.
De por medio hay un crimen político: el asesinato de Héctor Melesio Cuén, diputado federal electo, exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, que con engaños acudió a la cita con el gobernador y con Zambada.
“Ese día yo no estaba en Sinaloa”, dice el gobernador y es verdad. Pero su enemigo político fue asesinado en ese encuentro. Zambada llegó confiado a hablar con Rocha. El hijo del Chapo los invitó.
Rocha Moya no llegó a la cita. Salió del país.
El capo más buscado del mundo llegó sin mayor protección a reunirse con quien tiene la obligación constitucional de detenerlo: el gobernador. Eso evidencia la cercanía.
Su tranquilidad, dice el Mayo, es que había sido invitado a mediar en la disputa política del gobernador con el exrector de la UAS, a invitación del hijo del Chapo Guzmán. Total familiaridad.
Mayor confianza, en un capo experimentado y cauto, no puede haber.
El Cártel de Sinaloa intervino de manera violenta en las elecciones de 2021 que hicieron gobernador a Rocha Moya y le dieron mayoría absoluta a Morena en el Congreso del estado.
Y el Presidente, luego de conocerse la carta del Mayo el sábado, le dio su respaldo y “plena confianza” al gobernador involucrado por el narco y beneficiario de la operación política del narco.
López Obrador debe explicar las dudas que hay acerca de su proceder como mandatario.
Ha dicho que “el presidente lo sabe todo”, que “no hay negocio turbio en el país del que no esté enterado el presidente”. Entonces:
-¿Por qué le preguntó a Estados Unidos qué había sucedido en Sinaloa, estado del país que gobierna? ¿Por qué no lo dijo él?
-¿De veras no entiende las razones de la desconfianza de las autoridades de Estados Unidos?
-¿Nunca estuvo al tanto de nada? ¿Ni del secuestro del Mayo, ni del asesinato de Cuén, el adversario político número uno del gobernador, ocurrido el mismo día y en el mismo lugar?
-¿No sabe nada de la relación de las autoridades de Sinaloa con el cártel?
-¿Por qué no hubo un solo detenido luego de que el Cártel de Sinaloa secuestró a 200 operadores electorales del PRI en las elecciones sinaloenses en 2021?
-A pesar de las evidencias puntuales del secuestro masivo, con testimonios de los levantados, ¿por qué dijo que en esas elecciones el crimen organizado “se portó bien”?
-¿Cuáles son las complicidades del gobierno federal con los cárteles mexicanos que fabrican y exportan una droga, fentanilo, que mata a cerca de 100 mil estadounidenses al año? Del pasado ya sabemos: ¿cuáles son las del presente?
-¿Por qué la deferencia de su parte hacia los capos del Cártel de Sinaloa?
-Tras el discurso humanista y moralista de su parte, con el lema ‘abrazos y no balazos’, hay cerca de 200 mil homicidios dolosos e impunidad casi absoluta. ¿Por qué?
-¿Cómo es que, en su sexenio, los cárteles mexicanos han alcanzado la cima del poder entre las mafias mundiales del narcotráfico?
-Los funcionarios y gobernadores que buscaron entablar relaciones con los cárteles –Michoacán y Tamaulipas trascendieron al conocimiento público– ¿lo hicieron sin que se enterara el Presidente? ¿Cuál fue el castigo?
-¿Es normal que Alfonso Durazo haya adquirido un terreno en Bahía de Kino a un hijo de Amado Carrillo, para construir su casa de descanso?
-¿Hubo alguna investigación sobre el caso, antes de nombrarlo secretario de Seguridad Ciudadana federal, candidato a gobernador de Sonora y presidente del Consejo Nacional de Morena?
¿Por qué no enfrenta la crisis de violencia en la frontera sur, donde el Cártel de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación se disputan ese punto estratégico de la soberanía nacional?
Hay más, pero estas son algunas dudas que ameritan respuesta de López Obrador antes de que se vaya, porque son de interés nacional.
Lo que ocurra en el ‘séptimo año’ será asunto suyo.