Uso de Razón

La mafia en el poder

El fondo del tema que con eufemística elegancia llaman ‘sobrerrepresentación’’, no es jurídico ni académico, tampoco ideológico. Es de delincuencia organizada.

Que los gobernadores morenistas y el dirigente nacional de ese partido hayan cerrado filas con el gobernador de Sinaloa de manera acrítica, antes de que se conozca alguna investigación, confirma que gran parte del país es gobernado por una mafia.

Y de las mafias no se sale. No van a soltar el poder jamás, porque en ello les va todo. Todo es todo.

Tratar de debatir en términos jurídicos y académicos con Morena y sus aliados el tema de la sobrerrepresentación en el Congreso es una discusión inútil, aunque debe hacerse para dejar el testimonio a la posteridad.

Morena, con la ayuda de sus subordinados en el INE y el Tribunal Electoral, necesita la mayoría calificada en el Congreso para cambiar la Constitución y sellar con una pátina de legalidad la instauración de un régimen totalitario que los perpetúe en el poder.

De concretarse la toma del Congreso por parte de Morena, sin tener los votos ciudadanos para alcanzar los dos tercios y así modificar el texto constitucional a la medida de sus deseos y necesidades, México quedará en manos de la mafia durante muchas décadas.

No es quedar en poder de un caudillo, dictador o autócrata, que a fin de cuentas son personas sujetas al ciclo de la vida, sino de una mafia. De ahí no se sale, aunque se quiera.

Con toda seguridad Nicolás Maduro quisiera irse a disfrutar los años que le restan de vida en algún exilio dorado en Panamá (que lo ha ofrecido), en Turquía, Colombia o casi cualquier país interesado en ayudar a poner fin a la pesadilla de los venezolanos, pero no es tan fácil.

Maduro es parte de una mafia que no le permitiría dejar el poder a la oposición, pues la red delictiva quedaría a merced de la justicia, nacional e internacional.

Generales, gobernadores, directivos de la petrolera, administradores de las minas, necesitan el control del Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial de ese país.

Ese es el atolladero venezolano y será el nuestro si Morena logra que los consejeros del INE y los magistrados del Tribunal Electoral le otorguen 74 por ciento de la Cámara de Diputados luego de haber alcanzado 54 por ciento de los votos.

A la oposición, que obtuvo 42 por ciento de los votos, le quieren dar 24 por ciento de las curules.

El fondo del problema, que con eufemística elegancia se le llama ‘sobrerrepresentación’ y ‘subrepresentación’, no es jurídico ni académico. Tampoco ideológico. Es de delincuencia organizada.

De sobra está insistir en que el gobernador de Sinaloa llegó al poder del brazo del cártel encabezado por el Mayo. Hay, entre otras, 200 pruebas: los levantados por la mafia la noche previa a la elección de Rocha Moya.

Ahora, sin que sea una declaración ante un jurado, en una corte o frente a un fiscal para atenuar el castigo, Zambada dice que fue convocado por un hijo del Chapo Guzmán a reunirse con el gobernador Rocha Moya y el exrector Melesio Cuén, y fue.

Llegó sin mayor protección, acompañado de un comandante de la Policía Judicial del estado y su jefe de escoltas, a componer ese pleito político entre Rocha y Cuén.

Zambada era el jefe. A él y a otros del Cártel de Sinaloa les pidió autorización y apoyo para ser gobernador del estado, como el propio Rocha le confesó a Salvador García Soto (El Universal de ayer lunes).

Lo único que ha dicho Rocha en su defensa es que él no estaba en Sinaloa el día en que debió darse la reunión. Cierto. Pero eso no cambia en nada las cosas.

Su rival político sí fue, y lo mataron. Zambada también fue, y lo emboscaron para llevárselo a Estados Unidos.

Dice el gobernador que “engañaron al Mayo”, lo cual es evidente. Claro, lo engañaron con decirle que él iba a la reunión, y por eso acudió sin mayor protección ni medidas de seguridad.

En Sinaloa se fabrica el fentanilo que mata a más de 100 mil estadounidenses al año (y pronto será un problema de salud pública en México), y nadie sabe nada.

Con mis ojos vi a los ‘punteros’ del narco en motocicletas detrás de los camiones del Ejército, para monitorear sus desplazamientos, y nadie sabe nada.

Todos los gobernadores de Morena, liderados por el sonorense Alfonso Durazo (que le compró al hijo del Señor de los Cielos un terreno en la playa en Bahía de Kino, donde construyó una residencia de descanso), cierran filas con Rocha Moya.

Es la mafia. Si se meten con uno, se meten con todos.

Ni se te ocurra meterte en lo hondo, doctora Sheinbaum, es otro de los mensajes.

Ya le habían mandado uno, el 22 de junio: la mafia mató a Milton Morales, brazo derecho de quien será secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, persona en quien Claudia Sheinbaum ha depositado su confianza para combatir a la delincuencia organizada.

Por limpias que sean las intenciones de la próxima presidenta, si el INE y el Tribunal Electoral le dan a Morena una apabullante mayoría ficticia, no habrá manera de liberarnos del poder de la mafia.

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