Uso de Razón

El temblor de septiembre

En caso de darse el resultado 85 contra 43, Gerardo Fernández Noroña dará por aprobada la reforma que destruye al Poder Judicial.

La traición de un panista le ahorraría a Morena dar un golpe a la Constitución en la votación de hoy en la Cámara de Senadores.

Pero la suerte ya estaba echada desde que la oposición le dio su voto a Gerardo Fernández Noroña para que sea presidente del Senado.

Irresponsables, pusieron en manos de Noroña la capacidad de detonar una crisis política en el país tan pronto como hoy o mañana miércoles.

Como ha expresado Fernández Noroña, sus matemáticas dicen que 85 senadores, y no 86, hacen los dos tercios necesarios para cambiar la Constitución.

Aunque no se consumara la traición y los 43 senadores del bloque opositor cumplieran su palabra y votaran en contra de la reforma judicial, ésta puede darse por aprobada por el presidente del Senado con los 85 senadores del oficialismo.

Es un escenario indeseable para todos, pero perfectamente posible.

Cuando se vote la reforma, seguramente hoy o mañana, el presidente del Senado dirá: “Se aprueba la reforma tal y tal con 85 votos a favor y 43 en contra. Túrnese a las legislaturas estatales para su discusión y votación”. Toca la campanilla y levanta la sesión.

Después vendrá una batahola de gritos e interpretaciones en los pasillos del Senado y en los medios de comunicación acerca de cuántos senadores son dos tercios de 128, pero de la crisis política no nos salva nadie.

Ese poder lo tiene el presidente del Senado, y la oposición se lo dio a Gerardo Fernández Noroña. Votaron por él 127 de los 128 senadores.

Todas y todos, menos una: la sonorense Lilly Téllez.

Desde que llegó al Senado, hace seis años, se ha puesto en duda y hasta han hecho mofa de la supuesta falta de experiencia legislativa de la periodista Lilly Téllez.

En una hora crucial para la sobrevivencia de la República como la define la Constitución, con separación de poderes, sólo Lilly Téllez estuvo a la altura de las delicadas circunstancias.

Con o sin los votos de la oposición, Fernández Noroña habría sido electo presidente del Senado, es verdad. Pero votar a favor es un acto de aprobación manifiesta.

¿Cómo pudieron hacer eso?

En corto, Fernández Noroña tiene buena conversación, es educado y en lo personal cae bien. Otra cosa es en lo político.

Gerardo Fernández Noroña es uno de los principales aliados y cabilderos que tiene en México el gobierno de Nicolás Maduro.

No lo niega. Es del ala ultra de la coalición gobernante.

Aplaudidor de dictaduras en las que genuinamente cree. En la sesión del INE defendió a capa y espada la sobrerrepresentación Morena-PT-Verde.

Ahí dijo que en el fondo del debate por la sobrerrepresentación estaba la reforma judicial, que “pasará sí o sí, aunque venga el diluvio”.

¿Y la oposición le dio su voto para presidir el Senado?

Los senadores del PAN, del PRI y MC le dieron su respaldo. Le dieron poder.

Ser presidente del Senado no es cualquier cosa. Tiene la campanilla en la mano, entre otras cosas.

¿Por qué el PAN votó por Fernández Noroña para presidente del Senado?, preguntaba hace unos días la panista tlaxcalteca Adriana Dávila.

Por ahí salió la respuesta de que Ricardo Anaya convenció a los senadores de Acción Nacional de apoyar a Fernández Noroña para tejer una buena relación con el grupo mayoritario en el Senado.

Y vaya que trabaja en esa buena relación el panista queretano. Hemos visto sus fotos, en la primera sesión del Senado, donde aparece en cuchicheos y arrumacos nada menos que con Javier Corral, el exgobernador de Chihuahua que está prófugo de la justicia de ese estado que gobierna la panista Maru Campos.

“La reforma pasa, sí o sí”, dijo Fernández Noroña hace tres semanas en el INE, ahora investido presidente del Senado con el voto de Acción Nacional, el PRI y MC.

En caso de darse el resultado 85 contra 43, Fernández Noroña dará por aprobada la reforma que destruye al Poder Judicial.

“Aunque venga el diluvio”, advirtió desde antes que lo apoyaran los panistas, priistas y emecistas para ser presidente del Senado casi por unanimidad.

Tal vez no sea diluvio lo que viene, sino los habituales “temblores de septiembre”, como se apuntó en la crónica de la marcha contra la reforma, publicada ayer en estas páginas.

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