A quince días de que López Obrador abandone Palacio Nacional, el expresidente Ernesto Zedillo alzó la voz para acusar que la cuarta transformación consiste en “transformar nuestra democracia en tiranía”.
¿Hasta ahora se dio cuenta, cuando ya no hay remedio?
Ernesto Zedillo tuvo en sus manos frenar a un defraudador de la ley, y lo impulsó.
Lo que dijo ante la Asociación Internacional de Abogados, sin embargo, deja un testimonio de lo que viene: la tiranía.
Lamentablemente lo hizo cuando ya está publicado en el Diario Oficial el decreto con las reformas constitucionales que arrasan con el Poder Judicial y con el sistema democrático.
¿Por qué hasta ahora lo dice el doctor Zedillo, cuando ya de nada sirve?
El golpe está consumado y el expresidente dio un grito estéril y a destiempo.
Cuando López Obrador lanzó su candidatura a jefe de Gobierno del Distrito Federal no cumplía con los requisitos de la ley, dado que no acreditó su residencia en la capital del país en los cinco años previos.
Luego de un par de manifestaciones de AMLO en el Zócalo, Zedillo le ordenó al PRI no impugnar y dejarlo pasar. Fox y Santiago Creel le pidieron lo mismo al líder del PAN en el DF, José Luis Luege.
Fue así como AMLO aprendió que a él no le vienen con eso de que la ley es la ley.
El secretario de Gobernación de Zedillo, Emilio Chuayffet, gestionó que le quitaran a López Obrador dos órdenes de aprehensión por la toma de pozos petroleros.
También había accedido a la exigencia de AMLO de remover a Roberto Madrazo del gobierno de Tabasco, a quien le ofreció, sin éxito, hacerse cargo de la Secretaría de Educación Pública.
Es absolutamente cierto todo lo que dijo Zedillo del talante antidemocrático, destructor y vengativo de López Obrador. Pero demasiado tarde.
Fue el único expresidente –junto con Echeverría– que calló cuando las cosas debieron decirse y advertir a su público natural, banqueros y grandes empresarios que después se subieron al tren de la 4T, que AMLO era un peligro para México.
Lo hace ahora cuando AMLO ya se va del gobierno y el país pierde su democracia.
Exageró en su inmodestia en el discurso del domingo.
Se presentó como el padre de la democracia mexicana y de la legalidad, cuando él, como presidente de la República, ordenó torcer la ley para favorecer al candidato López Obrador.
Dijo que cuando llegó a la Presidencia “México no contaba con una auténtica democracia porque el gobierno tenía la opción de ejercer el poder de manera arbitraria y errónea con total impunidad jurídica y política”.
Somos de memoria corta, pero no tanta. Como pocos, ejerció el poder de manera arbitraria y vengativa.
Fue la procuraduría de Zedillo la que sembró un cadáver en la finca de un enemigo suyo para acusarlo de homicidio.
La PGR de Zedillo pagó medio millón de dólares al testigo usado en el caso del homicidio de José Francisco Ruiz Massieu, para que cambiara todas sus declaraciones anteriores y acusara del crimen al hermano de quien lo hizo presidente, Carlos Salinas de Gortari.
Zedillo autorizó ese soborno millonario al testigo, de acuerdo con lo que declaró en su momento el entonces secretario particular del procurador general, José Antonio Lozano Gracia.
Para la macabra pantomima, la PGR del presidente Zedillo se valió de una bruja que ofreció desenterrar el cadáver de su consuegro y sembrarlo en la casa del acusado. Lo hizo. Y le pagaron por ello.
Con el presidente Zedillo la justicia fue una vergüenza.
Para culpar a su antecesor del asesinato de Luis Donaldo Colosio, la procuraduría de entonces torturó a Othón Cortes (al que señalaban como “el segundo tirador”) y lo tuvo un año preso en Almoloya, hasta que un juez digno ordenó su inmediata liberación: el ahora ministro de la Corte Jorge Mario Pardo Rebolledo.
Para casi todos los implicados en ese cochambre judicial del presidente, prevaleció la impunidad.
Tampoco es el padre fundador de la democracia mexicana, como presumió el domingo.
Sí, tuvo el acierto de poner la cereza del pastel que ya estaba hecho: el presidente del IFE ya no sería el secretario de Gobernación, sino uno de los consejeros ciudadanos.
El IFE ya estaba creado, y luego de la encomiable labor de diálogo y acuerdos que encabezó el entonces secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, se nombraron consejeros ciudadanos y se quitó el derecho a voto de los partidos políticos.
Para ayudarle de manera ilegal al candidato presidencial del PRI en las elecciones del año 2000, se desviaron de Pemex más de mil millones de pesos (otras dependencias federales también fueron defraudadas, para frenar a Fox).
La democratización de la vida política en el país fue un largo proceso, no atribuible a un solo actor. El primer gran impulso vino con la reforma política de Jesús Reyes Heroles en el sexenio de López Portillo.
Ante la Asociación de Abogados, Zedillo descubrió que los actuales gobernantes van a destruir la democracia.
Sí, en efecto, así es. Para eso querían el poder.
Hay quienes durante décadas exhibieron a AMLO como un aspirante a dictador e intentaron evitar el triunfo de una tiranía en México.
Con López Obrador en el poder, sus críticos se jugaron todo ante un presidente rencoroso y vengativo. Iban a caer la democracia y el frágil Estado de derecho.
El expresidente fue omiso por décadas. Hasta el domingo, cuando ya se había publicado el decreto con los cambios que destruyen los cimientos democráticos de la nación que Ernesto Zedillo no defendió cuando había que hacerlo.