El principal peligro para la relación de México con Estados Unidos no es Kamala Harris ni Donald Trump, sino el gobierno de Morena.
De socios privilegiados pasamos a ser una amenaza a la seguridad nacional y a la salud pública del vecino del norte.
El pésimo desempeño económico de México en los seis años de gobierno de Morena nos convirtió en el principal expulsor mundial de ciudadanos que de manera ilegal entran a Estados Unidos o son expulsados ipso facto cuando los capturan en la frontera.
Luego de haber alcanzado una tasa cero entre los mexicanos que ingresan y los que regresan de Estados Unidos, en el gobierno de AMLO desplazamos a todos los países centroamericanos, a Colombia y a Venezuela, y nos ubicamos en el primer lugar de migrantes ilegales a Estados Unidos.
¿Cómo nos defendemos de las acciones que Trump o Harris tomarán para recuperar a cabalidad su frontera sur y poner un poco más de orden a la inmigración ilegal?
Desde el sexenio anterior hasta el actual se subrayan las promesas de defensa de mexicanos en el exterior, lo cual ha sido falso por las restricciones presupuestales con las que han sido castigados los consulados mexicanos en Estados Unidos.
La principal defensa ante Trump o Harris consiste en disminuir la hemorragia de mexicanos que deben irse a Estados Unidos por falta de oportunidades en su patria o por la violencia y criminalidad que provoca la ausencia de Estado en gran parte del territorio nacional.
Qué podemos esperar de Kamala o Trump si el gobierno de Morena ha sido un protector de los grandes capos de los cárteles, que sólo son detenidos (algunos) previo a una visita del presidente de Estados Unidos, o por una exigencia directa de la vicepresidenta de EU al presidente de México en la Casa Blanca.
O por una acción planeada por las agencias estadounidenses sin avisarle a nuestro gobierno porque de hacerlo la operación fracasaría.
Será muy difícil defenderse de las represalias del próximo gobierno de Estados Unidos si nuestro gobierno niega que aquí se produzca fentanilo mientras los cárteles inundan al país vecino de drogas sintéticas.
Fue el presidente López Obrador quien evidenció su relación con los capos del Cártel de Sinaloa al soltar a Ovidio, abogar por el Chapo, y luego de la captura de Ismael Zambada decir casi a diario que él no fue, que fue Estados Unidos y él no se enteró.
Esto último más parecía una súplica de AMLO al Mayo (yo no fui, yo no fui, señor Zambada, fueron los gringos) que una explicación a los mexicanos de qué está pasando en el territorio nacional.
Desconocemos si en el establishment de inteligencia de Estados Unidos piensan que el crecimiento del narco en México y sus acciones criminales son producto de la alianza con algunos personajes de Morena, o lo es por una simbiosis entre instituciones y gobiernos estatales con los cárteles.
Imposible sostener una relación privilegiada con esas dudas y esas realidades. Lo que vendrá del norte serán acciones duras hacia México, hostiles, que las pagarán los mexicanos y no el grupo que nos gobierna desde 2018.
Cómo evitar daños mayores en la relación con el país de leyes que es Estados Unidos, ante el hecho de que en México prácticamente ha desaparecido el Poder Judicial.
Sus amparos no se acatan, y el partido gobernante pondrá jueces, magistrados, ministros y un tribunal de jefes supremos morenistas a vigilar la conducta de los integrantes del PJ.
Cuando se negoció el Tratado de Libre Comercio, al inicio de los años 90, México comenzó a abrirse a la pluralidad, a crear nuevas instituciones democráticas y a dotar de autonomía a organismos clave para corregir los excesos o errores del gobierno.
De esa manera pasamos a ser miembros respetados en la comunidad internacional de la era post Telón de Acero.
Con esa autoridad moral México pudo traer de regreso al médico Álvarez Macháin, oponerse a la intervención de Bush padre en Panamá en plena negociación del TLCAN, o a la guerra de Bush hijo en Irak.
Ahora los avances democráticos son anulados.
¿Y queremos que nuestra relación con Estados Unidos, que tanto nos ha servido, no sufra deterioro?
Nos aliamos con los peores enemigos de nuestros amigos y socios del norte.
Permitimos que en la Ciudad de México se instale la más grande red de espías y saboteadores rusos.
Invitamos a las tropas de Putin a desfilar en el Zócalo.
Regalamos petróleo a una dictadura, como hizo Chávez en su tiempo.
Solapamos a un tirano ladrón y homicida en Venezuela.
Damos apoyo activo al golpismo en Perú y en Bolivia…
Y queremos que la relación con Estados Unidos fluya de maravilla y que nuestros socios callen ante los agravios del gobierno morenista.
Gane quien gane en Estados Unidos nos va a ir mal, por el mal gobierno que tenemos en México desde 2018.
¿Cuál será peor, Kamala o Trump?
Para el mundo, el peor es Trump.
Para los mexicanos, el peor es Trump.
Pero los electores de Estados Unidos piensan en ellos, creen en los relatos que los candidatos les han vendido y votan de acuerdo con sus particulares ideas y preferencias.
La moneda está en el aire.
Aunque la raíz de nuestros problemas no está allá, sino aquí, en el gobierno.