El triunfo total de Donald Trump en Estados Unidos traerá cambios telúricos en el mundo, y a los mexicanos nos tomó mal parados y divididos.
Si el gobierno de Claudia Sheinbaum no opta por una firme política de unidad nacional con acciones concretas, podemos –incluso– llegar a sufrir los estragos traumáticos que han marcado la historia de la difícil vecindad.
En efecto, la división interna ha llevado al desgajamiento del territorio nacional y las intervenciones armadas de Estados Unidos.
Nada de lo que ha ocurrido en la historia de la relación con el vecino del norte es descartable, dadas las expresiones manifiestas del próximo presidente, Donald Trump, y por el sectarismo de la presidenta Claudia Sheinbaum.
¿Cómo nos vamos a parar ante una nueva realidad?
¿Vamos a seguir polarizados?
¿Qué va a hacer el gobierno para unirnos, luego de cerrar la puerta del diálogo con más del 40 por ciento de la población que piensa distinto a Morena?
¿Van a seguir ignorando a los empresarios del norte del país, a quienes se les exprime con impuestos para el pago de francachelas populistas y tiran su dinero en la fantasía petrolera?
Para empezar, Donald Trump va a apretar con fuerza a la migración ilegal a su país, y eso para la economía de México significa el cierre parcial de la lucrativa válvula de promover que los mexicanos se vayan a Estados Unidos y manden dólares.
Será difícil que la economía mexicana crezca lo suficiente para absorber a esa población que requiere ingresos y servicios públicos.
Con la incertidumbre jurídica creada en México luego de que Morena y aliados se atribuyeran la facultad de cambiar la Constitución sin posibilidad de reclamos ni amparos, no va a ser fácil atraer inversiones nuevas.
El nearshoring va a ser una oportunidad desperdiciada, o subutilizada, porque en estados fronterizos como Texas ofrecen lo que en México se escamotea: electricidad suficiente y a bajo costo, reducción de impuestos y certeza jurídica a las empresas que ahí se instalen.
Los capitales que México ahuyenta por las restricciones a la inversión en petróleo y energía crearán riqueza y prosperidad en el sur de Estados Unidos.
Trump ha amenazado con poner aranceles a la exportación de vehículos hechos en México, lo que de cumplirse, aunque sea parcialmente, va a afectar a la economía nacional.
¿Cómo vamos a responder a eso?
Una alternativa es que nuestro gobierno siga espantando inversiones porque unos grillos dicen que la energía eólica es robarle el viento a los pueblos originarios.
O que vender petróleo en el subsuelo es un crimen contra la soberanía, y venderlo sobre el suelo es un rescate soberano, aunque en este esquema perdamos dinero y cerremos la puerta a inversiones por cientos de miles (sí, cientos de miles) de millones de dólares.
La otra alternativa es pensar en el bienestar de los mexicanos y abrirnos a la inversión extranjera con reglas claras que no se cambien a medio camino de la construcción de una tubería de gas, por ejemplo.
Trump vendió a los estadounidenses una narrativa de que los cárteles mexicanos son los culpables de la crisis de salud en ese país por el consumo de fentanilo.
Lo anterior es parcialmente cierto y tiene una buena dosis de cinismo, pero el próximo presidente de EU va a golpear a los cárteles mexicanos dentro y fuera de Estados Unidos.
Ya no tiene a su alrededor a los asesores sensatos que tuvo en su primer periodo en la Casa Blanca, que lo disuadieron de no llevar a cabo sus intenciones de bombardear objetivos en territorio mexicano.
¿Qué vamos a hacer ante esa realidad?
Los abrazos y no balazos propiciaron un auge en la fabricación y exportación ilegal de drogas sintéticas, narcotráfico pues.
¿Vamos a invitar a Trump a plantar arbolitos, o además de atacar causas de la inseguridad se cargarán los acentos en desmantelar las organizaciones criminales?
¿Seguiremos con rochas moyas en el poder, y bandas de narcotráfico y traficantes de personas hacia Estados Unidos, aliados al partido gobernante, o de autoridades?
Por ese camino, nos van a invadir, apretar económicamente y cerrar la frontera.
Hay una nueva realidad y más vale mirar al futuro que al pasado remoto de guerras entre conservadores y liberales en el siglo antepasado.
Se necesita unidad nacional con hechos tangibles de parte de la presidenta Sheinbaum, que nos hagan reconocernos como ciudadanos que convivimos, sin exclusiones, bajo una misma bandera, en igualdad de derechos y con un destino compartido.