Contra los pronósticos de junio, la estancia de Morena en Palacio Nacional podría ser más corta de lo esperado.
Es que son tan garrafales los errores de la coalición gobernante, producto del dogmatismo, la corrupción y su incompetencia, que pronto impactarán en la vida diaria de sus simpatizantes.
No tienen idea de cómo llevar una relación difícil con Estados Unidos sin perder el decoro ni pelearse con el elefante, porque sólo han cosechado lo que no sembraron: TLCAN y T-MEC ya hechos.
Tampoco es improbable una implosión temprana del grupo en el poder.
“Una o dos generaciones pasarán antes de que haya un cambio en México”, pensamos algunos luego de la elección de junio. Tal vez no sea así.
Hay hechos que, si se explican y repiten a la manera en que López Obrador lo hizo con “la mafia del poder” y “primero los pobres”, son de fácil comprensión, además de verdaderos e irrefutables.
Lo obvio: Morena te roba.
Lo evidente: Morena es el narco.
Para esa tarea se perfila el nacimiento de dos nuevos partidos políticos que darán diversidad a la oposición.
Uno lo encabeza la excandidata presidencial Xóchitl Gálvez y el otro tiene al frente a un infatigable luchador por la democracia y los derechos sociales, Guadalupe Acosta Naranjo.
Cómo le dolió a Morena el anuncio del Frente Cívico de convertirse en partido político. “Son los mismos de siempre, sin calidad moral”, dijo la dirigente oficialista Luisa Alcalde.
El ejército de robots y de propagandistas del gobierno ha trabajado horas extras para supurar sus rencores y miedos a Acosta Naranjo en redes sociales.
Ninguno de ellos pasa una compulsa de bienes con Acosta Naranjo ni con Xóchitl Gálvez.
¿Quién de los dirigentes de Morena les diría, después de apenas seis años en el gobierno: “le cambio lo suyo por lo mío”?
Por ahí no va el tema. Lo que reflejan en Morena se llama miedo.
En distintos sectores de la opinión pública critican a Xóchitl porque hizo un mal papel como candidata presidencial.
Mayor es su mérito al impulsar una nueva opción, luego de la amarga experiencia de la candidatura donde, en efecto, a su lado hubo personas de primera y también “vendedores de humo”, como les llamó Julián Andrade a los vividores y sanguijuelas que contribuyeron al engaño y al fracaso.
De alcanzar el registro esos dos partidos, el reto será incorporar a los ciudadanos indecisos, en lugar de darle codazos a los partidos de oposición existentes para quitarse votos entre ellos.
Veremos si tienen la capacidad de atraer a los decepcionados de Morena. Ahí hay gente valiosa que no está en el narco, ni en el huachicol ni en los contratos millonarios.
Su tarea será sumar, sumar y sumar, en lugar de dividir.
Y hacer trabajo político, que no sólo se hace con una entrevista en radio de vez en cuando.
No es tan complicado explicar, municipio por municipio, que si no hay dinero es porque se lo robaron.
Las megaobras de López Obrador son un dechado de corrupción y de despilfarro.
¿Por qué ocultaron las cuentas por 15 años y remachan con el cierre de la ventanilla donde se podía preguntar en qué gasta el gobierno (el Inai)?
“Lo que suena raro suena a metálico”, decía López Obrador, y sus obras, contratos y asignaciones en secreto prueban que así es.
Si los dos nuevos partidos que se perfilan dejan hablando solos a Loret y a otros periodistas, a María Elena Pérez Jaén, María Amparo Casar, Lilly Téllez y Federico Döring, el cambio será más lento.
Si no ventilan a diario los escandalosos casos de los nuevos ricos de la ‘4T’, o si no investigan aún más para explicarlo en cuanto foro haya disponible, el cambio tardará más.
¿Por qué las carreteras, los centros de salud y las escuelas están como están?
Morena le quitó dinero a la educación.
Los niños no tienen acceso a las vacunas básicas.
En las aulas usan libros que no enseñan nada, promueven el odio y ni de desayunar les dan en la escuela.
¿Por qué?
Porque se roban el dinero de la infancia para meterlo en Pemex y de ahí se pierde o se quema.
La corrupción en Dos Bocas ha sido mostrada una y otra vez, con contratos por adjudicación directa de miles de millones de pesos a juniors que de pronto emergieron como archirricos, con carrazos y joyas.
Esos juniors son morenistas apadrinados por viejos capos de Morena.
Hay que preguntar si las pandillas de nuevos ricos del gobierno morenista ya le devolvieron al pueblo lo robado.
Nada ocurrirá si los nuevos partidos, o los de oposición ya existentes, no lo exigen a diario y a gritos.
Eso hizo López Obrador con una verdad a medias y una promesa certera. Sin duda había mafias del poder y era indispensable poner por delante primero a los pobres.
Fue sólo discurso, las mafias siguen junto al poder y los pobres no son primero. Pero con eso ganó. Y ganó de calle.
Ojalá que los nuevos partidos no destinen el cien por ciento de sus energías a debates lejanos al interés de la mayoría y hagan el trabajo político de llevar a las ciudades y rancherías la realidad del robo del que es víctima la gente.
Y de la violencia rampante que es producto del amasiato entre Morena y el narco.