En buen momento la presidenta Sheinbaum corrigió su reacción inicial de retar a golpes a Trump –”arancel por arancel”– luego del desplante del mandatario electo de Estados Unidos de imponer un impuesto de 25 por ciento a las importaciones desde México.
Un mensaje con la caligrafía del expresidente López Obrador se publicó en el minieditorial de La Jornada llamado Rayuela, en el que le recuerdan que el insensato es Trump y no ella.
“Cuidado con el tono, chula”, le dijeron a Sheinbaum, con la muletilla tan usada por López Obrador en sus años de presidente, cuando reclamaba por “el tonito” de ciertas expresiones que le molestaban en la forma y no necesariamente en el fondo.
Afortunadamente entendió y el cambio de actitud fue inmediato y le evitó al país padecimientos adicionales a los que su equipo y Trump van a causar.
La relación con Donald Trump se encauza por la única vía conveniente para México: hablar y negociar.
Desde que llegó al poder en 2016 se sabía –y está en su libro acerca de su estilo para negociar– que la forma de negociación del republicano era avasallar en el primer round para que el interlocutor pierda los estribos y cometa errores.
La Presidenta, impulsiva y mal asesorada, respondió a la amenaza de aranceles de Trump con otra amenaza de esa misma magnitud y una carta pública al próximo presidente de Estados Unidos, como quien reparte un desplegado en Ciudad Universitaria.
Se impuso la cordura e hizo lo que debió haber hecho de entrada: tomar el teléfono y hablar con el presidente electo de Estados Unidos en un tono muy distinto al de sus reacciones del día anterior.
Estridencia no es igual a firmeza. Lo entendió y se contuvo, al menos en esta ocasión.
Habría sido trágico para el país ir, de entrada, a una guerra comercial con el vecino del norte. Y guerra de cualquier tipo, porque llevamos las de perder. Hablar, negociar, y ahí sí debe haber firmeza en principios básicos como es la soberanía nacional.
Luego de la conversación telefónica tanto Trump como Sheinbaum dieron una versión diferente de lo que conversaron, o parecida en el fondo, aunque con fraseo distinto, porque se dirigían a sus respectivas audiencias locales y bases de apoyo.
Es lo de menos. Seguramente conoceremos la transcripción completa de la conversación por medio de algún periódico, como ocurrió en la plática entre Trump y Peña Nieto, de la cual salió mal librado el presidente de EU.
Lo importante es que hablaron, y en México se frenó la inercia poco eficaz de envolverse en la bandera para “pelear con los gringos”.
Envolverse en la bandera, en serio, es proteger a los paisanos que se encuentran en Estados Unidos, pues la pasarán mal. Se necesita dar marcha atrás a los recortes presupuestales que pretende el gobierno para la defensa de mexicanos en el exterior.
Fortalecer consulados con recursos y buen trato, porque han sido castigados y calumniados por los gobiernos de Morena.
Los cónsules y su personal sí hacen patria, con escasos recursos, mientras el dinero del presupuesto se va a un tren faraónico e inútil, y a Pemex que los echa por las cañerías de la corrupción para que lo recojan las camadas de nuevos ricos de la ‘4T’.
Envolverse en la bandera es recuperar el control de la frontera sur, que implica someter a las mafias criminales de las drogas y del tráfico de seres humanos que la tienen en su poder.
Tienen que hacerlo, es elemental: recuperar completa la frontera sur.
Envolverse en la bandera es separar al poder político del poder criminal, aunque eso perjudique electoralmente a Morena.
Haga patria, Presidenta, tendrían que decirle sus allegados. Limpie Sinaloa.
La narcoguerra en Culiacán lleva 80 días y el gobernador sigue en el cargo, pese a haber llegado al poder con el apoyo armado del Cártel de Sinaloa.
Eso sería hacer patria: limpiar Sinaloa de narcos y laboratorios antes de exponer a México y que lo haga Trump.
Se lo dijeron en La Jornada: el insensato es Trump, y no puede ser ella.
Cuide a México, Presidenta, que le ha dado el privilegio de servirlo.