Asombra oír cada día a más personas entusiasmadas porque “Donald Trump va a ser un contrapeso” del proyecto totalitario que se abre paso en México con el gobierno de Morena.
¿Contrapeso de qué?
Nadie hará por los ciudadanos mexicanos lo que a la ciudadanía organizada le corresponde hacer.
Como anillo al dedo le cayó a los ocupantes de Palacio Nacional que el próximo presidente de Estados Unidos sea Trump.
Piensan lo mismo de las instituciones: hay que doblegarlas y convertirlas en instrumentos del poder absoluto del presidente.
Trump tiene aliados fuertes en México: un par de multimillonarios afectos a los monopolios, y López Obrador.
Los enemigos de Trump no son los destructores de la democracia y de la división de poderes.
Su relación con López Obrador fue magnífica. Nuestro presidente se dobló tan rápido y con tan poco que hasta Trump lo festejó en declaraciones públicas.
AMLO no se dobló ante Trump por temor al daño que le podría hacer a México ni porque sea un agachón –sabemos que no lo es–, sino porque buscan lo mismo: destruir lo que ambos llaman el establishment.
Ese fue el término que usó López Obrador cuando ganó en México y le envió una carta al presidente de Estados Unidos: “Usted y yo derrotamos al establishment”.
Para ellos, el establishment son las instituciones.
Trump tiene debilidad por los “hombres fuertes”, autoritarios, porque con ellos se entiende.
Putin en Rusia ha sido y es un gran aliado de Trump.
Trump tiene más afinidad con Vladímir Putin y su régimen, que con el patriota y demócrata ucraniano Volodímir Zelenski.
Le importa un bledo que el opositor ruso Alexéi Navalni haya muerto en una cárcel en Rusia porque le podía ganar las elecciones a Putin.
Sus simpatías están con los autoritarios de Hungría y Turquía, y no con los demócratas que gobiernan Francia y Alemania.
Es amigo del loco que mata a sus enemigos con perros de presa en Corea del Norte, y le marca distancia a Japón y a Corea del Sur.¿
Le importará que en México el partido gobernante, Morena, tome en sus manos el acceso a la justicia de los ciudadanos?
¿Acaso le preocupará que ese partido controle el acceso al poder con un INE subordinado?
Desde luego que no, mientras frene la migración ilegal.
Ese favor le hizo AMLO, con una crueldad inesperada y sin que nadie le exija cuentas ante la justicia: cuarenta centroamericanos fueron quemados vivos en una cárcel ilegal del gobierno humanista de López Obrador en Ciudad Juárez.
AMLO sostuvo en el cargo y protegió al culpable de esa masacre.
Por supuesto que ése es el tipo de líderes fuertes que quiere Trump.
Nada de gobernantes sujetos a la ley, a los acuerdos tomados en la pluralidad, ni con respeto por los derechos humanos.
Trump y AMLO simpatizan entre sí porque están cortados por la misma tijera populista.
Destruyeron a sus respectivos partidos y se apropiaron de ellos. La locura que hagan o digan tendrá el respaldo de sus legisladores en el Congreso.
Aquí en México presenciamos, en estos días, el bochornoso e imborrable espectáculo de senadores y diputados que impulsaron la creación de organismos autónomos para hacer contrapesos al poder presidencial, y ahora votaron para desaparecerlos.
Senadores y diputados mexicanos que crearon las instituciones para dar transparencia al manejo del dinero que maneja el gobierno, ahora los trituran.
Crearon un organismo para garantizar la libre competencia y evitar monopolios, y ahora lo desaparecieron por ser un obstáculo a los monopolios.
Lo mismo pasa con el Partido Republicano en Estados Unidos, de una trayectoria impecable, que hizo del respeto a la ley la piedra angular de la solidez institucional y económica de su país.
Colonizado por Trump, el Partido Republicano, sus legisladores y la mayoría de sus gobernadores dan la espalda a su pasado glorioso para entregarse a un personaje culpable de sobornos, fraudes fiscales y promotor del asalto a la ciudadela de la democracia estadounidense el 6 de enero de 2021.
La concentración del poder es lo primordial, allá y acá.
Marco Rubio, próximo secretario de Estado de Donald Trump, es el único funcionario de primer nivel comprometido con los valores que aquí perdemos: democracia y libertades.
A ver cuánto dura.
Salvo que aprenda de sus colegas de este lado de la frontera que lo importante es estar en la foto, siempre.