Nuestra calidad de vida está estrechamente ligada a nuestro empleo. Esto es especialmente cierto en nuestro país. Fundamentalmente, esto se debe a que la mayor parte del ingreso de las y los mexicanos depende de nuestro salario (65 por ciento de esta fuente de ingreso contra el 35 por ciento del resto). Además, pasamos mucho tiempo trabajando: no es extraño pasar jornadas de 10 horas en nuestras oficinas o lugares de trabajo. Por último, todo tipo de prestaciones sociales están conectadas a nuestro estatus laboral, tales como el derecho a adquirir créditos para la vivienda o la pensión laboral por vejez. Por eso, es necesario celebrar cuando hay cambios en la legislación laboral, ya que nos permiten tener una mejor calidad de vida.
Hemos visto que durante este gobierno se han tenido grandes avances en la mejora del empleo de las y los mexicanos. Hay por lo menos tres que deben ser destacados. Primero, el aumento continuo del salario mínimo, con el que se ha logrado duplicar en términos reales el piso en las remuneraciones de las y los trabajadores, sin tener aumentos pronunciados en la inflación. Segundo, la eliminación del outsourcing o subcontratación, una figura legal de la cual se servían muchas empresas para no otorgar las prestaciones que por ley corresponden a las personas trabajadoras. Tercero, la regulación de los derechos laborales de personas que trabajan en sectores específicos, como las personas trabajadoras del hogar. Todas estas reformas han sido producto de la capacidad de diálogo de empresarios y personas trabajadoras, así como de la mediación del gobierno.
Los resultados de este esfuerzo están a la vista de todos. Según el Coneval, la instancia encargada de medir los resultados de la política social en el país, la pobreza multidimensional cayó en más de 10 puntos porcentuales entre 2018 y 2022. Esta cifra supone 5 millones de personas menos en situación de pobreza en un periodo de 4 años. A su vez, este incremento en los ingresos de las personas más pobres ha provocado una mejora en la distribución del ingreso. Así, la desigualdad de ingresos cayó no porque los más ricos tengan menos ingresos, sino porque los más pobres aumentaron los suyos. Después de décadas, se logró nivelar la cancha y empezar a poner fin a una herencia que parecía no tener fin.
Las condiciones materiales de las y los trabajadores han mejorado. Eso es un hecho. Sin embargo, en el futuro inmediato, hay luchas que exigen de mayor apoyo. La ampliación del tiempo libre es una de ellas. El reciente aumento de los días de vacaciones de 6 a 12 en el primer año de empleo fue un buen primer paso. Pero debemos de ir por más. Hoy se discute en el Legislativo la disminución de 48 a 40 horas laborales por semana, lo que en términos prácticos implica un día de descanso adicional.
Los argumentos a favor y en contra de esta reforma ya los hemos mencionado en columnas anteriores. Hay segmentos del sector empresarial que mencionan que aumentar los días de descanso podría mermar la producción de bienes y servicios en México y, en última instancia, los salarios de las personas trabajadoras. Es decir, habría un pastel más pequeño, por lo que las rebanadas también deberán de ser más delgadas. No obstante, la evidencia científica ha demostrado repetidamente que menos horas de trabajo no implica una pérdida de productividad. En países similares al nuestro y que ya han aprobado reformas para la disminución de los horarios laborales, como Colombia y Chile, es algo que se tiene claro.
En el mediano plazo tenemos otros retos igualmente importantes. Por ejemplo, concretar un sistema de pensiones que nos dé lo necesario para tener una vejez digna, avanzar en la creación de un sistema de salud pública que dé a las y los trabajadores la atención que se merecen y la institucionalización de créditos a la vivienda que sean suficientes para comprar casas cada vez más caras. Por lo pronto, esperamos que, como en el caso del salario, también se revierta la tendencia histórica de México en cuanto al tiempo de trabajo y podamos tener, ahora sí, derecho al descanso y al ocio. Un futuro de dignidad, justicia y derechos laborales para todas las personas es posible.