Hablar de la vejez es hablar del futuro, de un horizonte que tarde o temprano alcanzaremos. En Japón, un país conocido por su longevidad, han entendido que cuidar de sus adultos mayores no solo es un deber moral, sino también una estrategia para construir una sociedad más fuerte, sabia, solidaria y equitativa.
La población del país asiático envejece rápidamente: más de 28 por ciento de sus habitantes tiene más de 65 años. Ante este desafío, el gobierno japonés ha implementado una política de cuidados robusta y estructurada que pone a las personas mayores en el centro de las decisiones. Desde servicios de salud especializados y sistemas de cuidado en casa hasta la creación de empleos para personas mayores, el enfoque japonés integra tanto el bienestar físico como la dignidad y la autonomía de las personas.
Una de las políticas públicas más destacadas es el Seguro de Cuidado a Largo Plazo, establecido en el año 2000; este es un sistema obligatorio para los residentes mayores de 40 años y plantea un enfoque integral que busca garantizar el bienestar de los adultos mayores combinando la participación comunitaria, la actividad física y las políticas públicas enfocadas en la protección y cuidado.
La cultura japonesa valora profundamente la autosuficiencia y la contribución activa a la sociedad. El concepto de meiwaku, que se traduce como “ser una carga para otros”, impulsa a los adultos mayores a mantenerse activos y productivos. Según datos del gobierno japonés, 70 por ciento de las personas mayores de 60 años participan en programas de voluntariado, actividades comunitarias o mantienen pasatiempos que les permiten desarrollar sus capacidades, lo que incrementa su bienestar y les permite sentirse útiles.
Además, la promoción de la actividad física es fundamental en todas las etapas de la vida. Ejemplos notables incluyen a Yuichiro Miura, quien a los 70 años se convirtió en la persona de mayor edad en alcanzar la cima del Everest, y a Michiharu Shimojo, quien a los 83 años completó el Maratón de Boston. Estas historias demuestran que la destreza física no está limitada por la edad y que mantenerse activo es esencial para el bienestar en la tercera edad.
Japón ha establecido políticas públicas para garantizar altos estándares de calidad en los servicios de cuidado de los adultos mayores. Se ha trabajado para fijar un promedio de 15 trabajadores de atención a personas de la tercera edad por cada mil personas de 65 años, creando una fuerza laboral especializada en el cuidado responsable de los ancianos. Además, se han establecido incentivos financieros para los centros de cuidado que contratan a trabajadores con mayor capacitación.
Asimismo, en 2005 se promulgó la Ley de Prevención del Abuso y Apoyo para Ancianos, destinada a proteger a los adultos mayores frente a prácticas de abuso y denigración. Esta ley busca reducir la carga del cuidador y evitar maltratos en el cuidado de las personas mayores, siendo los municipios los responsables de recibir denuncias y llevar a cabo investigaciones.
Ahora bien, ¿qué significa esto para México? Nuestra población también está envejeciendo. Según datos recientes, para 2050 una de cada cuatro personas en nuestro país será mayor de 60 años. Sin embargo, nuestras políticas públicas no parecen estar preparadas para este cambio demográfico.
En lugar de ver la vejez como una carga, deberíamos considerarla como una oportunidad para fortalecer nuestras comunidades. Necesitamos un sistema integral de cuidados que apoye tanto a las personas mayores como a quienes se encargan de su cuidado, a menudo mujeres que lo hacen sin remuneración ni reconocimiento.
Japón nos demuestra que invertir en el bienestar de las personas mayores no solo es justo, sino también inteligente. Desde políticas que prevengan el abuso hasta programas que promuevan la actividad física, el empleo y el voluntariado, podemos aprender mucho de su experiencia.
Cuidar de quienes nos cuidaron es una tarea que no puede esperar. En México tenemos la oportunidad de convertir a la vejez en sinónimo de plenitud y no de abandono, desarrollando políticas de cuidados que sean un derecho y le devuelvan la calidad de vida que se merecen nuestros adultos mayores.