El toro es sabio; el Rey de la Fiesta. Desde tiempos ancestrales al toro lo ha venerado el hombre: Su poder y belleza; su misterio, bravura y nobleza. Los tiempos del toro, como los de Dios, son misteriosos pero perfectos. Tras el par de años de retiro obligado por la pandemia, la comunidad taurina, llámense toreros, ganaderos, empresarios y público, nos reencontramos el pasado 30 de octubre en la Monumental Plaza de Toros México. Desde esa noche, el toro con su bravura, presencia y esencia nos ha reafirmado una vez más que México es taurino. Han sido cinco festejos, tres novilladas y dos corridas de toros en las que los tendidos de la Monumental han cobrado vida, con decenas de miles de corazones latiendo a un solo ritmo, el del arte y la pasión.
El pasado domingo cinco, vivimos una de esas tardes que no olvidaremos nunca. Alrededor de seis mil espectadores, la menor entrada de los cinco festejos mencionados, gozamos de un evento que reunió los elementos fundamentales para disfrutar de la tauromaquia: emoción, peligro, belleza y, lo más importante, bravura. La ganadería de Caparica ha triunfado rotundamente en el ruedo de Insurgentes con una novillada histórica, embistieron los seis novillos, todos buenos, algunos excepcionales. Enhorabuena a Roberto Viezcas que ayer pudo honrar el trabajo que junto con Julio y Manuel Muñoz Cano, tristemente fallecidos por COVID, han realizado desde que se hicieron ganaderos. Su proyecto de bravura, la exigencia en los tentaderos, su concepto del toro, ayer brillaron en La México.
José Miguel Arellano, Juan Pedro Llaguno y Alberto Ortega fueron los protagonistas junto a los seis magníficos novillos de una tarde inolvidable. ¡Emoción, belleza, arte, peligro, bravura, sangre, triunfo!
El trabajo, la planeación y promoción por parte de la empresa han dado los frutos que esperaban. Se apostó por incluir, sin modificar la esencia del espectáculo, elementos que hicieron atractivo para el gran público el venir a la Plaza México y eso es de un valor inmenso para la tauromaquia mexicana. El aficionado y el público han respondido con honores. La gente en los tendidos es la vida para la fiesta brava; es el mejor argumento para defender esta centenaria tradición mexicana. La plaza se siente viva; goza, sufre, se emociona. Lo de anteayer reivindica al toro bravo como eje del espectáculo. Sabemos que no siempre embestirán los toros, pero que el camino pese a complicado, es viable si se piensa en la esencia del toro, la bravura. En el momento que el empresario se convierte en el apoderado del público, la Fiesta renace. A un lado deben quedar las intrigas e intereses de los taurinos. A veces creemos que somos dueños de la verdad y de la Fiesta, cuando el único dueño es el público y cuando así se trabaja, los toros embisten, los toreros triunfan y la Fiesta vive. No sé que es exactamente, pero sucede, por eso comento que los tiempos del toro son perfectos. La buena vibra se siente y debemos aprovechar esta inercia y sinergia entre los estamentos de la Fiesta.
José Miguel Arellano es un torero de muy buen corte: Fino, elegante y de magnífico porte; conoce el oficio y está probado. El domingo vivió la cruda lección del toreo: Sin estar mal, no estuvo a la altura de su capacidad y potencial. No es el fin del mundo ni de su carrera, si asimila esta dura lección, en él hay un torero.
Juan Pedro Llaguno fue niño torero, asombró su capacidad e intuición en aquel momento con “chispa”, carisma y torería. Como todo prodigio infantil la transición artística a la adolescencia y juventud nunca es fácil. Hoy Juan Pedro es un joven que sabe qué quiere, a dónde quiere llegar y con las herramientas que cuenta. Mucho se debe al apoderamiento de Tauro Espectáculos, empresa que ha respetado su tauromaquia, su esencia y personalidad. Pero al mismo tiempo le exige con base a su capacidad y el resultado es formidable.
Tuvo Juan Pedro al mejor novillo de la tarde: Clase, ritmo, humillación y transmisión en la embestida. Lo cuajó de principio a fin. Gozó y gozamos, creó y admiramos, triunfó y triunfamos. Dos orejas plenas, rotundas y muy toreras. El novillo que fue de vuelta al ruedo, sólo recibió el arrastre lento. ¿Mezquindad o ignorancia? Ante su segundo estuvo capaz y torero, de no haber pinchado la tarde hubiese sido de tres orejas. Tarde que obliga verle de nuevo, pronto, junto con los otros novilleros que han triunfado. La Fiesta vive, La México hierve.
Alberto Ortega es miembro de una de las familias más importantes del toreo en México. Hijo y sobrino de matadores de toros. En los Ortega el toro es vida y este joven es ejemplo. El menos toreado de la tercia. Con su primero estuvo correcto, tiene buen concepto sin duda, valor de sobra y quiere ser.
El sexto de la tarde le dio una lección que nunca olvidará, si quiere seguir funcionando deberá aplicarla siempre. Al rematar el quite, el novillo le echó mano de forma tremenda, dramática. La golpiza fue de órdago. La bravura del novillo le cobró el trasgredir la lógica del toreo. Arriesgar con cabeza y abandonarse del cuerpo, sí, la temeridad sin cabeza suele terminar en percance. El hombre se recompuso, como “Santo Cristo” tomó la muleta y armó un alboroto con una faena llena de emoción y drama. La esencia del toreo, el tú a tú con el toro. La gente loca. Pinchazo y estocada defectuosa para cortar una oreja y demostrar que en él tenemos un Ortega torero más.
El próximo domingo 12, la tradicional Corrida Guadalupana. Cuatro toros de Fernando de la Mora y cuatro de Bernaldo de Quirós para Antonio Ferrera, Morante de la Puebla, Diego Silveti y la alternativa de Diego San Román. Cita obligada. La México hierve, la Fiesta vive.