Hoy celebramos el día grande en Aguascalientes, los festejos previos han sido una experiencia maravillosa en la Feria Nacional de San Marcos cuya explosión de alegría, color, música, arte y cultura la hacen la Feria de México.
Llegamos a la ciudad de la gente buena el viernes para presenciar la segunda corrida de este largo fin de semana con la presencia de las máximas figuras del toreo nacional e internacional.
En esta tierra se vive el toreo. La cultura taurina de sus habitantes aficionados o no, la hacen el epicentro taurino mundial de en estas fechas. Jueves, viernes, sábado, domingo y hoy lunes la Monumental es un reflejo de la manera en la que los mexicanos entendemos la vida, gozamos el momento y valoramos nuestras tradiciones.
Es digno de mencionar el trabajo conjunto entre empresa y autoridades para que los festejos transcurran con seguridad para el público, los comunicadores podamos hacer nuestro trabajo y los toreros y ganaderos afrontar el enorme compromiso de actuar en esta feria.
Las instalaciones son un hervidero de gente, ambiente familiar y respeto. La música suena, la convivencia es alegre y todo gira alrededor del toro.
El jueves a las siete en punto de la tarde se llevó a cabo la primera corrida de este ciclo de cinco festejos seguidas. Los triunfadores un par de toreros hidrocálidos que entregaron alma y corazón en el ruedo para dejar claro que como toreros tienen un futuro y que hoy es importante darles toros, me refiero a Gerardo Adame que pese a llevarse una paliza de órdago se mantuvo en el ruedo y cortó dos orejas de mucha fuerza así como José Maria Hermosillo que demostró una vez más su buen concepto, valor y que en él hay un torero con enorme futuro. Los toros fueron de Corlomé.
El viernes se pobló la ciudad de aficionados de toda la república y a las siete partieron plaza el ídolo local Arturo Macías, Diego Silveti y el peruano Andrés Roca Rey ante astados de Bernardo de Quirós. Tarde de grandes emociones por la actitud de los toreros y el juego de los toros guanajuatenses, sobresaliendo el corrido en tercer lugar, un toro muy bravo, encastrado, con alegría y nobleza, lo que le permitía embestir con la cara muy abajo, siguiendo la muleta poderosa y mandona del peruano que estuvo colosal.
Al iniciar la faena, el toreo pecó de no “tocar” (mover la muleta con firmeza para marcar el camino al toro) y este por su bravura se le fue encima dando inicio a una lucha de poderes, ambas con valor y entrega como argumento, de donde surgió la magia inconmensurable de la emoción que provoca este arte único, capaz de provocar sensaciones al unísono de miles de espectadores, al tiempo en el que Roca Rey dibujaba muletazos largos y sentidos alrededor de su cuerpo, danzando con la muerte, acariciando al toro en el amplio sometimiento de un muletazo de mano muy baja, firmeza en las zapatillas y cuerpo firme pero relajado. Impresionante como se escuchaba rugir la Monumental.
Éxtasis del toreo, comunión íntima entre toro, torero y público. A matar o morir se fue Andrés tras la espada y en todo lo alto culminó la obra. Dos orejas de ley y un capítulo más en la relación de ídolo que comienza a escribirse toro a toro entre Roca Rey y el sensible público mexicano.
El sábado, otro cartelazo. Esta vez a las seis en punto de la tarde hicieron el paseíllo el reciente matador de toros, Fauro Aloi a caballo seguido del maestro Julián López “El Juli”, el queretano Octavio García “El Payo”, cuya gesta de presentarse a menos de una semana de ser herido en San Miguel de Allende es digna de valorar, apreciar y admirar, cerrando plaza el también queretano Diego San Roman cuyo inicio como matador de toros está siendo rotundo, ante toros de don Fernando de la Mora.
Fauro Aloi con menos de un mes de hacerse matador de toros, tuvo esta tarde una oportunidad dorada y la supo aprovechar pese a que su primero fue devuelto por manso, tenido que lidiar un ma del hierro de Zacatepec que resultó ser uno de los toros más peligrosos que he visto en mi vida. Se palpaba el riesgo y las malas intenciones del toro. Fauro asumió la tarde con torería, valor y entereza. Logró banderillas de enorme mérito exponiendo a sabiendas que cada lance podía convertirse en un percance. Los de a pie, pasaron las de Caín para bregar al toro, imposible ejecutar la suerte suprema desde el caballo, el joven matador echó pie a tierra y con determinación y la vocación de saber que el toreo es así y que exige poner la vida como moneda de cambio. Se fue tras la espada y logró pasaportar un toro que le enseñó que el triunfo no siempre será el resultado pero que la dignidad y torería son actitudes obligadas y asumidas para los toreros.
”El Juli” sin mayor suerte en el sorteo demostró una vez más por qué es una figura del toreo. Pundonor, capacidad y amor propio.
”El Payo” tuvo en su primero al mejor del encierro. Un toro de embestida templada, con el que el hombre se olvidó del cuerpo herido y puso el alma y el sentimiento para torear con belleza profunda, lentitud y plasticidad. Al ir por la espada, el cuerpo buscó al hombre, el esfuerzo había sido extremo, pegado a la barrera devolvió sangre, casi desvanecido, recibió ayuda de los médicos para retomar fuerza y rematar la obra. Estocada y dos orejas ante el éxtasis plástico y el reconocimiento de un público entregado.
El más joven del cartel, Diego San Román estuvo colosal en el último toro. Con su primero había ya triunfado, sin embargo con el cierra plaza se jugó la vida poniéndose a milímetros de un par de pitones tremendos, asustando y emocionando, toreando y gozando, expresándose y sintiendo. Faena de alarido, entrega absoluta y como respuesta la misma moneda del público que gozó al máximo la tarde de toros. Un primer fallo con la espada le privó de los trofeos más no del clamor popular.
Alegría al salir de la plaza, la gente extasiada, feliz, viviendo su Feria.
De lo que vivimos hoy domingo les entregaré la historia mañana mismo, en la versión impresa y digital de este periódico.