Sevilla, España. La Feria de Abril es, hoy en día, un acontecimiento de talla mundial. Millones de personas se acercan al paraíso andaluz a gozar de una manera especial la manera de vivir de este rincón del mundo.
Si de suyo esta ciudad ya es una belleza, en feria se transforma en alegría, ritmo, arte, cultura y felicidad por vivir, compartir y ser amigos.
Es un verdadero privilegio poder vivirlo, sin la necesidad de la selfie en cada rincón. Esta experiencia va más allá del testimonio social que tanto daño genera en la sociedad, que por tener tanta belleza ante sus ojos la dejan de ver a cambio de un testimonio digital.
A Pamplona y a Bilbao, dos ferias taurinas importantísimas del norte de España, se las ha bautizado como feria del toro, debido al impresionante volumen que tienen los astados lidiados en aquellas. Las gestas de los toreros actuantes adquieren tintes de hazañas por el tamaño de los toros y sus enormes pitones.
Este año me atrevo a decir que en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla se está celebrando también la feria del toro.
Cada plaza tiene su identidad taurina, si bien hablamos del gran volumen del norte, Sevilla se caracteriza por lidiar el toro con mejores hechuras de cada casa. Aquí en el sur gusta, también, la seriedad del toro. Cada encaste luce sus mejores galas, toros serios y proporcionados en su morfología, lo que se suele resumir en trapío. El verdadero valor del toro no reside en su belleza física sino en su comportamiento y bravura.
Esta feria está apenas comenzando y ya en la preferia hemos visto encierros magníficos y toros sensacionales. Hace una semana, el martes, el hierro de Santiago Domecq lidió una de las mejores corridas que se recuerden en décadas. Cuatro toros destacados, siendo el quinto un toro que por su manera de embestir no se olvidará nunca, siendo coprotagonista de una bella obra taurina por parte de David de Miranda, que le cortó dos orejas. Ese mismo día, José Garrido brilló también y nuestro compatriota, Leo Valadez, tuvo en su lote lo menos propicio.
Al día siguiente se lidiaron toros de El Parralejo, una vez más el encierro brindó grandes emociones en sus embestidas, siendo el cuarto un inmenso toro que cayó en manos de un gran torero como lo es Miguel Ángel Perera que, habiendo ya cortado un apéndice a su primero, cuajó de manera extraordinaria al buen cuarto para desorejarlo por partida doble y, de esta manera, salir por primera vez como matador de toros por la Puerta del Príncipe, ya con 20 años de alternativa. Remataron el cartel Paco Ureña y la sensación de Espartinas, Borja Jiménez, quienes estuvieron también formidables con la buena corrida de toros.
El jueves 11 fallaron los toros de Juan Pedro Domecq en cartel de figuras que nada pudieron hacer.
Para el viernes 12 tuve ya la fortuna de poder vivirlo en vivo. Esto permite que la experiencia sea de una potencia emocional tremenda. Uno de los carteles que, en lo personal, más me gustaba: Diego Urdiales, riojano de concepto puro y toreo profundo, Alejandro Talavante, artista extremeño que sorprende siempre por su variedad y personal forma de interpretar el toreo y Daniel Luque, sevillano de gran capacidad, valor y buen toreo ante seis de Núñez del Cuvillo que resultaron, también, muy buenos toros. Tarde de clima cálido y pasión en el ruedo. El toreo, para mí, ese día lo hizo Urdiales ante su primero al que le cortó una oreja, gracias a la profundidad de su trazo tanto con capote y muleta. Su perfecta colocación y siempre el acompañamiento con la barbilla en el pecho, el cuerpo sentado en los riñones y sus maravillosas muñecas que acarician la bravura y la someten en trazos increíbles. Con esta sola faena de Urdiales estaba pagada la tarde. Toreo bueno de verdad, quilate sobre quilate, oro puro.
A Talavante hay que verle siempre, pasa por un buen momento ya que disfruta con libertad lo que hace en el ruedo y esa autenticidad llega a los tendidos. Una oreja a su primero en faena de expresión y ligazón.
Daniel Luque es un gran torero, enorme capacidad y valor para ejecutar el toreo bueno y en sus dos toros lo hizo, oreja del primero y dos de su segundo, muy localistas, le brindaron la oportunidad de abrir una vez más la Puerta del Príncipe.
Los Victorinos fueron el plato fuerte del sábado. Toros distintos con una carga de bravura tal, que pueden ser muy buenos o complicados, pero en la mayoría de los casos con enorme emoción por la vía de la embestida profunda y larga o bien por el peligro y exigencia en sus acometidas.
Manuel Escribano, sevillano, ha tenido una relación tremenda con esta casa, indultó hace casi ya una década al inolvidable Cobradiezmos, desde entonces se ha convertido en un especialista de este encaste. A su primero lo recibió con una larga cambiada de rodillas frente a la inmensa puerta de chiqueros. Ya de pie, al estar lanceando a la verónica, fue prendido de manera espectacular, levantado del suelo por el toro que le infirió una cornada de doce centímetros en el muslo. Tanto esperar, tanta preparación y en menos de un minuto el torero se iba a la enfermería.
Se quedó con ese toro Borja Jiménez y estuvo muy bien con él para saludar en el tercio. Parecía que la tarde era ya un mano a mano entre el de Espartinas y el peruano Andrés Roca Rey. Al tercero de la tarde, un gran toro de Victorino, Borja Jiménez lo cuajó de principio a fin. Con la muleta le pegó tandas de naturales despacio, enroscándose al toro por la cintura, toreando bien de verdad al bravo Victorino, que transmitía poder y nobleza en su embestida. Dos orejas tenía, sin duda, en la espuerta; estocada defectuosa que sólo le permitió cortar una tras gran faena. Con su segundo toro, el quinto, hizo lo posible por tumbarle la oreja, pero no pudo ser.
Roca Rey vivirá esta temporada la intransigencia que, de manera absurda, viven las figuras en cierta época de sus carreras. Raro en esta plaza, hubo pitos a destiempo y una constante desaprobación de un sector que apunta a que fueran reventadores, ante el buen quehacer del peruano en los dos toros que lidió. Entregado y de verdad, escuchó las constantes protestas de un sector que en esta plaza no encaja. Sevilla protesta en silencio, esa es su dureza, los pitos sin razón no caben en La Maestranza.
Increíblemente, Escribano, salió a lidiar al sexto toro. Operado en la enfermería de la plaza sólo con anestesia local para poder salir. El hombre hizo el milagro. Improvisaron unos jeans para vestirle, dados los destrozos de la taleguilla, el de Gerena salió al ruedo sin chaquetilla. Imagen inusual pero muy potente, ver a un hombre que hacía menos de dos horas había caído herido ante nuestros ojos.
Se fue a la puerta de chiqueros una vez más y comenzó a sonar la música, detalles que sólo pasan en Sevilla, echó rodillas en tierra y esperó al toro, que tardó lo que parecía una eternidad en salir. Le pegó una larga, luego, de pie, sometió las poderosas embestidas por verónicas rematadas con bella y barroca media que nos hizo levantarnos de los asientos. La plaza entera rendida ante la hombría de un torero.
Tomó los palos para banderillear, sudaban las manos, las pulsaciones se elevaron y con los ojos admiramos el valor de un hombre por glorificar su vocación y esta cultura. Dos pares de poder a poder. Con la muleta se llevó al toro, que no era fácil, a los medios y ahí, tiró la moneda y se jugó la vida de una manera que yo en mis 50 años de ver toros no había vivido, se me salieron las lágrimas.
Estocada, a toma y daca, entera para que el Victorino y el toreo entero nos rindiéramos ante el valor, torería y honradez del torero de Gerena. Es usted señor Escribano un torero de la cabeza a los pies. Dos orejas y el testimonio de que este arte es más fuerte que cualquier absurda ideología prohibicionista.