La Fiesta Está Viva

El rey de Pamplona

Se ha proclamado un año más el peruano Andrés Roca Rey como máximo triunfador de la semana taurina de mayor repercusión mediática en el mundo, no solo de los toros sino de la cultura, el turismo y el ocio.

Como una roca sólida y contundente, se ha proclamado un año más el peruano Andrés Roca Rey como máximo triunfador de la semana taurina de mayor repercusión mediática en el mundo, no solo de los toros sino de la cultura, el turismo y el ocio. Me refiero a la Feria del Toro en Pamplona. Siete días, siete encierros, siete corridas de toros, siete llenos implacables, miles de litros de vino y champán, comida a destajo y alegría las 24 horas durante esta mágica semana taurina del verano español.

No es una plaza fácil para triunfar, el toro es enorme y, por ende, en la mayoría de los casos, fuera de tipo del encaste que proviene. El público que abarrota los tendidos en su gran mayoría está ahí por vivir una tarde pamplonica, más que por ser aficionados. Los de sol tienen sus rutinas de canto, baile y parece que no prestan atención, mientras que en la sombra suelen acomodarse los lugareños, aficionados y personajes que dentro del barullo que se respira, ponen mayor atención a lo que sucede en el ruedo.

La Plaza Monumental de Pamplona es un ejemplo de gestión empresarial taurina. Por lo general, quien triunfa un año, repite al siguiente, es de las plazas que mejor paga a los toreros y lo que es realmente loable es que el 100 % de las utilidades, se van a beneficio de la Casa de la Misericordia, propietaria de la plaza, uno de los valores intrínsecos de la tauromaquia, el altruismo y el interés por el ser humano en necesidad.

En esta feria de 2024, el único torero que realizó el paseíllo dos veces fue el peruano Andrés Roca Rey, máxima figura del toreo actual y, por lo tanto, el torero que más ataques recibe por parte de un sector de prensa especializada y de algunos “aficionados”, muchos de ellos desde el anonimato, con apodos taurinos cursis y hasta ridículos, que pretenden estar por encima del toreo, saber más que el toro y entender más que el torero.

Quizá sea esto de lo más complicado con que tienen que lidiar las figuras del toreo actualmente, la posibilidad que otorgan las redes sociales a los que bajo su pseudónimo escriben y opinan barbaridades, manifestando falta de cultura taurina y, sobre todo, limitada capacidad como verdaderos aficionados. En este punto hay que dejar muy claro la diferencia entre reconocer a una figura del toreo y poder asimilar que la tauromaquia de dicha figura no sea la que más te guste. Es válido, pero no reconocer a quien es una figura de época solamente evidencia que se es mal aficionado.

Decía, hizo el paseíllo Roca Rey el 10 y el 12 de julio. Arrollador en ambas tardes, implacable, con el acelerador a fondo y demostrando que tiene además de su toreo, la mentalidad de figura de las que se cuentan con los dedos de las manos dentro de la historia de las corridas de toros. Ojo, en este relato del que hago referencia, existen cientos de maestros del toreo, cuya tauromaquia es exquisita y perdura a través ya de los siglos. Me refiero al hombre capaz de arrollar en cada tarde, con cada toro, en todas las ferias, en todos los tentaderos y con todas las becerras. Quien tiene ángel, carisma y a quien su generación abraza como su torero. Aquí encaja Andrés Roca Rey, no hay discusión.

Lo mejor del caso es que, teniendo el peruano todos estos atributos, con lo que sostiene su condición de máxima figura es con una tauromaquia que evoluciona hacia la exquisitez y la profundidad del toreo. Cualidades de distinta estética y formas que el toreo de pellizco. Hay rotundidad, verdad, cercanía, buen trazo, un entendimiento privilegiado de los toros, el valor desbordante para poderles y, también, momentos de exultante belleza y empaque en su toreo.

En dos festejos cortó cinco orejas y en ambas tardes salió a hombros hacia las calles pamplonicas, abarrotadas de gente que admiraba al torero como rey de su feria. Expuso Andrés el abanico completo de su tauromaquia. Su valor como premisa lidiadora le permitió desplegar distintas facetas y maneras de torear. Ha sido, como es lógico, fiel a su estilo de entrega absoluta. Conectó de inmediato, echando rodillas a tierra, incluso, yéndose a porta gayola en los dos toros del día 12, demostrando que el triunfo dos días antes era ya pasado y que había que acelerar más y demostrar quién es el número uno.

Al quinto de la tarde el día doce, un impresionante jabonero sucio, tras recibirlo en los toriles de hinojos, se fue a tablas y lanceó de rodillas con los riñones metidos, la barba en el pecho y dibujando verónicas de ensueño, sí de rodillas. La faena de muleta fue de corte clásico, respetando el toreo, acatando su tauromaquia, sin caer en buscar el aplauso del tendido de sol, sino mostrando en la que puede parecer una plaza distraída, la verdad y seriedad de su toreo. Esto solo los grandes se pueden dar el lujo de hacer. Ha sido contundente, ha sido el Rey un año más de la feria más famosa del mundo.

Para rematar, el sábado se vivió la pamplonada en la plaza México, magnífico esfuerzo de la empresa que trajo como resultado muchos espectadores en los tendidos, gente nueva que, si bien no reúne aún la etiqueta básica de comportamiento, ha presenciado ya un festejo taurino y volverá. La novillada de Barralva no sirvió, los tres novilleros hicieron un loable esfuerzo; cortando una oreja César Ruiz.

Este domingo a las 13 horas en La México: César Pacheco, Luis Martínez y Jesús Sosa se las verán ante seis novillos de Fernando Lomelí. Ahí nos vemos.

COLUMNAS ANTERIORES

La sangre
Gran triplete

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.