En sus dos años en la Casa Blanca, Joe Biden se ha distinguido por su casi inagotable paciencia con AMLO. A juzgar por extraordinarios halagos del mandatario mexicano a su contraparte estadounidense en la reciente Cumbre de Líderes de América del Norte de esta semana, la paciencia está pagando con creces.
AMLO tardó semanas en felicitar por su triunfo electoral a Biden. AMLO instrumentó una política energética contraria a los intereses de las compañías estadounidenses y, más aún, violatoria del Tratado México, Estados Unidos-Canadá (T-MEC), sucesor del TLCAN. AMLO vaciló en su condena a Rusia por su invasión a Ucrania.
En la reciente cumbre, AMLO se salió con la suya, logró que aterrizara el Air Force One en el Aeropuerto Felipe Ángeles y el estadounidense se tuvo que aguantar varios soliloquios del anfitrión, como la larguísima respuesta de 25 minutos en la conferencia de prensa después de la cumbre trilateral.
Los motivos de la infinita paciencia de Biden se nutren de dos componentes, el primero es de seguridad nacional, necesita aliados y especialmente a sus vecinos, para su confrontación estratégica con China y Rusia. El segundo es del orden interno, requiere de México para frenar la estampida de migrantes hacia la frontera común que ha estado presente desde el arranque de su cuatrienio, en enero de 2021.
Biden necesita de aliados para frenar a China y Rusia, tituló un inteligente artículo el analista del Council on Foreign Relations, Sebastian Mallaby, en The Washington Post. En el caso de China, escribe Mallaby, Biden no sólo continuó la confrontación con China, que iniciara Donald Trump, sino que incluso la escaló. Trump prohibió venderle semiconductores a la empresa Huawei. Biden impuso un embargo integral.
El líder ruso, Vladímir Putin, se ha convertido en el hombre más peligroso del planeta ante el impasse que está teniendo en la invasión a Ucrania. Biden ha logrado fortalecer la Alianza Atlántica de una manera sorpresiva. Y desde luego, los vecinos México y Canadá son parte de su perímetro de seguridad. La óptica de la nueva relación personal AMLO-Biden no da para nuevos coqueteos del mexicano hacia Rusia. Aun así, nada es predecible con nuestro Presidente.
Biden hizo evidente que uno de los grandes temas de la visita a México sería poner orden en la frontera y evitar que se profundice la crisis que constituye la llegada de millones de migrantes a la frontera común.
Los republicanos lo han atacado una y otra vez como débil en la frontera y alimentado la narrativa de la necesidad de que regrese “el señor de la bella y hermosa pared a lo largo de toda nuestra frontera común”.
El anuncio de que México aceptaría las deportaciones de nicaragüenses, haitianos y cubanos, sumándose a los nacionales de Venezuela que ya se aceptaban, es una gran conquista del mandatario estadounidense.
La fórmula funciona. Los migrantes en tránsito se proponen llegar a Estados Unidos. Pero si México los acepta en calidad de deportados, esto se convierte en un gran disuasivo. Y simplemente, dejan de venir. Ya pasó con los centroamericanos, los venezolanos y esperaría lo mismo con hatianos, cubanos y nicaragüenses.
Considero que los presidentes evolucionan en sus funciones. Estoy convencido que Felipe Calderón y el mismo Enrique Peña Nieto fueron fortaleciendo sus intereses en asuntos globales en la medida que avanzó su sexenio.
En la Cumbre de América del Norte observamos a un AMLO convencido de que el espacio económico de México está en América del Norte.
Más aún, la idea de crear una comisión para profundizar la integración de América del Norte ha estado presente en las últimas dos décadas. Ironía de la historia, pero aparentemente será el nacionalista AMLO, quien finalmente la ponga en práctica.