Donald J. Trump se ha ganado a pulso el premio Guinness de un expresidente con más demandas judiciales: cuatro acusaciones en distintos estados de la Unión Americana, con un total de 92 cargos.
La última acusación, por tratar de revertir el resultado de la votación del estado de Georgia en 2020, puede ser la más peligrosa. Conlleva un juicio televisado. Si todo le sale bien a la fiscal de ese estado, Fani Willis, el juicio arrancaría el próximo 4 de marzo. Es decir, en plena temporada primaria de elecciones.
Políticamente hablando, las acusaciones judiciales han sido de enorme beneficio para quien aspira a ser otra vez el candidato republicano para la elección de noviembre de 2024.
Por un lado, lo han regresado a todos los titulares de los medios masivos de comunicación, prácticamente borrando del mapa mediático a todos sus competidores republicanos. Por otro lado, se ha traducido en mayores fondos de campaña. Ante cada acusación, sus seguidores incrementan sustancialmente sus donativos.
¿Qué explica que las numerosas violaciones a la ley por Trump no surtan efecto entre sus electores?
Primero, sus seguidores son los indignados. Están furiosos contra un sistema que, consideran, protege a las élites y deja de lado al ciudadano común y corriente. Son los blancos con baja escolaridad, generalmente rurales, que han sido desplazados por la globalización, los avances tecnológicos y el llamado “progreso social”; es decir, más inclusión para las minorías sexuales y raciales.
Trump es un gran campeón para sus bases. En sus cuatro años de presidencia, les cumplió con creces. Con su estilo nacionalista populista, parecido al de AMLO, se encargó de caracterizar a los inmigrantes, especialmente mexicanos y centroamericanos, como la fuente de todos los males de la sociedad del vecino país.
También colocó a tres jueces conservadores en la Suprema Corte, que están revirtiendo las políticas progresistas e inclusivas de más de seis décadas.
Segundo, los seguidores de Trump se alimentan de medios masivos de comunicación como Fox News o el sitio Breitbart News, los cuales literalmente presentan otra realidad. Mientras medios liberales como CNN o The New York Times se regocijan con los 92 cargos a Trump, los otros medios conservadores insisten en una cacería de brujas y una doble moral. ¿Por qué al hijo del presidente Biden no lo juzgan con el mismo ímpetu?
Tercero, el actual presidente, Joe Biden, quien busca la reelección, no inspira confianza ni a propios ni a extraños. Con él, regresó Estados Unidos y lanzó una extraordinaria campaña de vacunación. También puso en escena una ambiciosa política industrial que no tiene paralelo desde el New Deal de hace casi un siglo. Sin embargo, la fragilidad de Biden radica en su aparente vejez, su incapacidad de comunicar sus grandes logros y de aplacar a las voces más liberales de su partido.
Estamos ante un vecino del norte profundamente polarizado. Este problema, por cierto, fue la promesa número uno de Biden: acercar a ambas partes. No lo logró y ahora estamos ante un escenario de inestabilidad democrática en Estados Unidos. Han proliferado todo tipo de amenazas contra la fiscal Willis y sus colaboradores por grupos violentos de extrema derecha.
Trump aparece invencible porque no hay fisuras en su base electoral. Tiene en su puño al Partido Republicano. Biden, quien ha gobernado bien, pero se mira débil, tiene serios problemas con su base.