Este diciembre pasado fueron detenidos 302 mil migrantes en la frontera sur de Estados Unidos. Un récord de todos los tiempos. Esta cifra sin precedente y la crisis migratoria fronteriza que precipitó es el mejor regalo de Navidad que pudo haber recibido el aspirante republicano a la Presidencia, Donald Trump.
La aparente debilidad del presidente Joe Biden para campear con los enormes flujos migratorios llegando a la frontera común México-EU es su mayor vulnerabilidad en su intentona de reelección. Los republicanos y, en especial los medios de comunicación masiva conservadores, como Fox News, han hecho escarnio del mandatario: quien no puede defender la frontera no debe estar en la Casa Blanca; es urgente que regrese el hombre del hermoso muro fronterizo, Trump.
La crisis migratoria no sólo se aprecia en la frontera. También en varias ciudades como Nueva York y Chicago. Los problemas para albergar y alimentar a los inmigrantes que son enviados desde Texas por el gobernador Greg Abbott inquietan no sólo a los alcaldes de esas ciudades, sino a todas las familias de ese país.
Todas las pantallas de televisión caseras del vecino país, durante las vacaciones navideñas, observaron repetidamente escenas de migrantes acampando en todo tipo de lugares públicos, como gimnasios y escuelas, pues los hoteles estaban desbordados. Consecuentemente percibieron los caos urbanos que esas migraciones de familias pueden traen aparejados.
La ayuda estadounidense a Ucrania e Israel está parada. Los republicanos la han hecho rehén de “resolver la crisis en la frontera sur”. Quieren medidas draconianas para impedir los flujos migratorios.
La retórica de los aspirantes republicanos se inflama: los migrantes “envenenan la sangre de nuestro país”, aseveró Trump.
¿Quién le ha dado ese regalo a Trump? O, dicho de otra manera, ¿quién o quiénes son los responsables de la crisis migratoria en la frontera?.
La respuesta más socorrida, pero incompleta, es que son las causas tradicionales de expulsión –pobreza y violencia–. Los Estados prácticamente quebrados, como Venezuela y Haití, o las perennes desventuras económicas de Cuba.
No me parece, sin embargo, que ninguno de estos tres países esté mucho peor ahora que hace tres o cinco años.
Una explicación novedosa está en la utilización de las redes sociales. El diario The New York Times tiene un extraordinario artículo explicando la incidencia de las redes y los influencers en el desplazamiento migratorio (Live From the Jungle: Migrants Become Influencers in Social Media. 20 de diciembre, 2023).
La llamada de atención que hago es para responsabilizar a todos los actores de la migración. Los malos y los buenos. En los primeros, figura predominantemente el crimen organizado. Las bandas de traficantes de personas han hecho su agosto. La industria de conseguidores y facilitadores que, en los corredores más álgidos, como el estrecho del Darién o el estado de Tamaulipas, cobra un piso a los migrantes en tránsito como si fuera de oro.
Entre los actores buenos, destacan las organizaciones de la sociedad civil (OSC) y los organismos internacionales. Hay que decirlo. Muchas OSC sólo miran al corto plazo. “Están desamparados, tienen que entrar”. O bien, al hacer bien su trabajo, los organismos internacionales como la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) o la propia ACNUR humanizan el flujo, y al hacerlo es probable que lo faciliten.
Desde luego que los académicos que tenemos tiempo señalando los abusos contra los migrantes en tránsito también llevamos parte de la responsabilidad.
De alguna manera todos somos responsables de haber allanado los caminos para llegar a la frontera común entre México y Estados Unidos.
Seamos claros. No estoy diciendo que se han acabado los abusos y las vejaciones en contra de los migrantes en tránsito en México y en todo el continente americano. Desde luego que hay desamparo. Pero veamos más allá del sufrimiento de las familias que solicitan asilo.
Sí considero que de cara al proceso electoral en Estados Unidos tenemos que hacer una reflexión y evitar, en la medida de lo posible, regresarle la Casa Blanca a Trump.
Lo que México sí puede aportar es un esfuerzo sin precedentes para que los flujos migratorios sean legales, ordenados y seguros. Un escenario tal en el que sólo los casos de asilo extremo, en los que esté en juego la vida, se resuelvan en la frontera común. Todos lo demás tendrían que esperar en su lugar de origen.