Es sorpresiva la condena de Donald Trump por el jurado de Nueva York sobre la malversación de fondos para callar a la estrella porno Stormy Daniels. Por ser un caso de justicia criminal, era necesario que todos y cada uno de los 12 miembros del jurado, simples y sencillos ciudadanos neoyorkinos, condenaran a Trump. Más aún, lo hicieron de todos los cargos, 34 en total.
También llamó la atención que el veredicto saliera tan rápidamente, sólo dos días de deliberación de los miembros del jurado. Es decir, la evidencia presentada por la parte acusadora, la fiscalía, fue abrumadora.
La sorpresiva condena de Trump tiene tres implicaciones principales.
Primero, el sistema de justicia en Estados Unidos funciona. A pesar del enorme poder político y económico de Trump, y habiendo contratado a los mejores y más caros abogados para defenderlo, el jurado lo encontró culpable.
El gran abogado y tutor del joven empresario Trump, el oscuro Roy Cohn, decía: “No me importa la justicia, lo que sí importa es quién es el juez”. Pues bien, el juez de Manhattan claramente ejerció justicia más allá de las enormes presiones a las que seguro fue sometido.
Esto no quiere decir que Trump irá a la cárcel. La decisión será apelada y seguramente la decisión vendrá después de la elección. Aun así, en una primera instancia se puede decir que se ha hecho justicia.
Lo particular del caso de Nueva York es que si Trump regresara a la Presidencia no podría autoperdonarse, pues esa prerrogativa es sólo para casos federales. Hay otros tres juicios pendientes. El de Georgia, similar a Nueva York. Y dos federales, de los cuales aparentemente sí podría perdonarse.
La segunda implicación es que Trump se radicalizará y será más malvado con sus adversarios y sus fobias, entre las que se encuentran los migrantes y nuestra frontera común.
Aquí vuelve a salir Ray Cohn, quien le enseñó a su discípulo que cuando lo atacan debe contraatacar 10 veces más fuerte. Trump no se está haciendo esperar. Ya llamó al juez corrupto y al juicio arreglado y una desgracia.
Con Trump siempre podemos esperar más. A los migrantes, en 2016 los llamó violadores y criminales. En 2024 está insistiendo en un tema entre racista y nazi: “Contaminan la sangre del pueblo estadounidense”. No puedo saber qué nos espera, pero estoy convencido que dirá mayores atropellos.
Finalmente, lo más importante es saber si la sentencia –culpable– tendrá o no efectos en la elección del próximo 5 de noviembre.
La sentencia acusadora no lo saca de los comicios. Hay estados que prohíben que un criminal participe en una elección, pero no es el caso de la Constitución federal, la cual es muy laxa en cuanto a quién puede ser candidato.
La sentencia seguramente acicateará a sus seguidores. Éstos están convencidos de que, como no pueden con él en las urnas, lo quieren bajar a la mala en una “cacería de brujas” judicial. Para las huestes de Trump no hay duda de que el presidente Joe Biden está utilizando el aparato de justicia para deshacerse de su contrincante.
La culpabilidad de Trump seguramente generará un saldo negativo entre los electores independientes y los republicanos sensatos, si es que quedan algunos. Unicamente 10 por ciento de los republicanos ha señalado que no votará por un candidato culpable. Este número no mejora mucho entre los independientes, de los cuales sólo 11 por ciento no votaría por un candidato de este tipo.
Si el sistema electoral de Estados Unidos fuera funcional y justo, la sentencia culpable de Trump debería tener efectos negativos. Sin embargo, como la contienda electoral se definirá en un puñado de estados, los llamados columpio, no me animo a dar rienda suelta a mi optimismo de que se impondrá la razón y el elector de nuestro vecino país no consentirá un presidente criminal.