Ayer 1 de julio celebramos en México el Día del Ingeniero, pero más allá del festejo y la algarabía, bien vale la pena reflexionar acerca de cuáles son los desafíos que esta profesión tiene que enfrentar en el futuro inmediato, ante un mundo convulso, incierto, ambiguo y lleno de contrastes.
De hecho la fecha se instituyó para celebrar a todas las ramas de la ingeniería, pero hoy quiero referirme a los ingenieros civiles y más específicamente a los que se relacionan directamente con la industria de la construcción.
Cualquier persona pensaría que para un ingeniero no representa ningún desafío la transición tecnológica a un espacio de trabajo cada vez más digitalizado, es más, son precisamente los ingenieros los que liderean esa transición y conducen los avances tecnológicos, pero no podemos olvidar que esto no es solamente un asunto de profesiones, sino que tiene un componente generacional.
Quizá los de mayor edad opongan cierta resistencia a aprender algo nuevo, ejercitarse en el uso de nuevas herramientas, desarrollar nuevas habilidades, pero en cambio tienen una visión holística y sistémica de su actividad, tienen claros los objetivos y cómo deben ser cumplidos. Los más jóvenes por el contrario, parecen adoptar de manera natural cualquier herramienta digital, pero algunas veces corren el peligro de saturar todo su mundo de instrumentos sorprendentes y emocionantes, pero que no conducen a producir beneficios reales para una actividad profesional, para un negocio o empresa.
Llámale como quieras, industria 4.0, internet de las cosas o la era digital, el nombre no importa, las nuevas tecnologías están aquí para ayudar a automatizar tareas, monitorear el desempeño, apoyar la colaboración en tiempo real, acelerar procesos, pero por encima de todo, para entregar resultados de mayores niveles de eficiencia, seguridad, productividad y rentabilidad que antes no podían alcanzarse mediante las herramientas tradicionales. Si la tecnología no es capaz de hacer eso, entonces no sirve para nada o solo para muy poco.
Son muchas las herramientas tecnológicas que pueden incluirse en las construcciones de hoy, y que de hecho ya están revolucionando la industria, desde sensores para monitorear temperatura, niveles de ruido, calidad del aire y otros parámetros que influyen en la seguridad laboral, hasta los drones, robots, vehículos y equipos autónomos que facilitan muchas tareas antes engorrosas, pasando por otras aplicaciones como las de realidad virtual y aumentada, impresión en 3D o incluso las grandes máquinas que ahora vienen computarizadas, llenas de sensores, pantallas táctiles, GPS y cámaras de alta resolución.
Mientras más sofisticación en las herramientas, más habilidades y competencias igualmente de sofisticadas se necesitan en las personas, por lo que el entrenamiento adecuado es uno de los grandes desafíos para los ingenieros y constructores de este siglo.
Los avances continuarán sorprendiéndonos y sucederán de una forma acelerada, especialmente en lo que resta de esta década, que será la más disruptiva de la historia. Una buena dosis de disposición y apertura es necesaria entre las diferentes generaciones de ingenieros, para tomar de cada una sus elementos más valiosos.
Raúl Asís Monforte González.
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