Cuando hablamos de construir ciudades sostenibles, la primera pregunta que tenemos que responder es ¿qué es lo que realmente hace que una ciudad sea sostenible?
Con demasiada frecuencia se recurre al análisis superficial que conduce a la búsqueda de culpables y no de soluciones viables. Las ciudades se expanden y rebasan sus bordes, cuesta mucho trabajo contenerlas, y es entonces cuando suele decirse que los edificios están sustituyendo a la naturaleza, y la empujan, la presionan, la obligan a retroceder, a ceder espacios al progreso. Los edificios se convierten en esos malvados seres cuyos codiciosos propietarios los diseminan por la periferia, destrozando los espacios verdes, en un proceso que pareciera no tener límites.
Pero todos necesitamos y usamos los edificios, ellos dan cobijo a nuestras familias, o ¿acaso alguien desea y podría vivir en las copas de los árboles en lugar de una casa? En ellos nos entretenemos, trabajamos, nos educamos, descansamos, practicamos algún culto religioso, accedemos a servicios, adquirimos mercancías, nos encontramos con profesionales que cuidan nuestra salud.
Es preciso tener en cuenta que los edificios son siempre parte de un ecosistema mucho más amplio, y que dentro de ese ecosistema existen enlaces y se generan dependencias. El edificio, cualquiera que sea su uso o destino, tiene que ser visto en el contexto de su vecindario, de la población, o de la ciudad que lo rodea y del impacto que causa.
En ese sentido, ser sostenible o ecológico podría decirse que es aquello que tendría un menor impacto negativo que la opción preexistente. Con que exista al menos una modesta mejoría, ya sería una gran ganancia.
Calificar entonces como sostenible o no a una ciudad, debería fundarse en tres pilares que son los que propone el índice Arcadis de ciudades sostenibles: Planet, People and Profit, o sus equivalentes en otros idiomas y contextos. Esto se traduce en calificar aspectos medioambientales, sociales y económicos.
En asuntos ambientales, necesitan implementarse indicadores de desempeño que evalúen la cantidad de espacios verdes disponibles, la calidad del aire, la gestión de los residuos, el consumo de energía, sus emisiones de gases de efecto invernadero, y los avances en energía renovable y transporte sustentable.
En lo social, es deseable que pudiera medirse el bienestar personal, los niveles de acceso a la salud, educación, índices de criminalidad, la brecha salarial, la calidad de vida del ciudadano promedio, la confiabilidad de su transporte público, acceso a internet.
En el tema económico, las ciudades deben ser asequibles, deben contar con una red de infraestructura de transporte de personas y de mercancías que las hagan competitivas, en ellas debe ser fácil hacer negocios, para que haya desarrollo, prosperidad y empleo, tienen que garantizar acceso a energía suficiente, confiable y competitiva.
Todos estos aspectos tendrían que estar cubiertos o por lo menos atendidos en una ciudad, para que pueda decirse que es sostenible. Revisemos si nuestras ciudades cumplen, y si no, pongamos manos a la obra y empecemos a construirlas hoy mismo.
Raúl Asís Monforte González.
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