Tendrá 114 kilómetros de longitud cuando esté concluido, el presupuesto de su construcción asciende a 5.25 billones de dólares, lo han bautizado el Nuevo Delta (New Delta), se espera que genere crecimiento económico y oportunidades para emplear a cinco millones de personas, además de alcanzar la seguridad alimentaria y reducir las importaciones.
Se trata del proyecto para la construcción de un río artificial que brindará la certeza de contar con acceso al agua de manera sostenible. Es el proyecto más grande de infraestructura en la historia de Egipto. Su principal objetivo es incrementar la superficie de suelo agrícola en ese país, que es hoy el más grande importador de trigo de todo el mundo. Sus promotores consideran que se convertirá en la columna vertebral de la industria agrícola egipcia e impactará un área de 2.2 millones de feddans, que equivale a poco menos de un millón de hectáreas. De esas dimensiones es la respuesta al desafío del agua, desde un país que enfrenta conflictos geopolíticos por la disponibilidad de agua y que se encuentra oficialmente en fase de “pobreza hídrica”.
Aunque nos parezca lejano a los mexicanos, este singular ejemplo de lo que sucede en Egipto pone de manifiesto que cuando algo que representa un desafío tiene verdadera importancia y sabemos reconocerla, la respuesta tiene que ser apropiada y de una dimensión tal que sea capaz de superar el reto que significa. Es decir, hay que poner talento humano a planear grandes soluciones, hay que destinar los recursos financieros que sean necesarios, y hay que sumar a toda la sociedad en el trabajo de alcanzar los objetivos.
El 2.5 por ciento del agua existente en el planeta es dulce, y menos de 1 por ciento está disponible ya que el resto se encuentra en glaciares. De la cantidad de agua dulce disponible, 70 por ciento se destina a la producción agrícola, ya que también es indispensable para la seguridad alimentaria.
El agua afecta todos los aspectos del desarrollo, pero cada vez existen mayores amenazas que le afectan. Las fuentes para abastecerse de ella son escasas, el crecimiento demográfico impone tensiones técnicas y económicas para garantizar su abasto, los patrones climáticos que se están volviendo extremos han cambiado radicalmente el comportamiento de las precipitaciones pluviales, la contaminación por diversos factores se acrecienta, y la falta de sistemas de saneamiento del agua residual no cede a pesar de los enormes esfuerzos. Todos estos factores en conjunto están haciendo del agua uno de los mayores riesgos para que las sociedades progresen económicamente, para el éxito de las acciones tendientes a erradicar la pobreza, y garantizar el desarrollo sostenible.
El agua genera impactos que son de carácter local, regional, nacional, transfronterizo y mundial, con repercusiones que afectan de manera desproporcionada a los más pobres y vulnerables. Se estima que para el año 2030 la escasez de agua podría desplazar a 700 millones de personas.
La importancia del agua es vital, y las acciones encaminadas a una adecuada gestión hídrica, tienen que reflejar esa importancia.
Raúl Asís Monforte González.
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