Cuando hablamos de transición energética, necesariamente tenemos que referirnos al avance de las energías renovables que deben ir sustituyendo gradualmente pero cada vez más rápido a los combustibles fósiles, paralelamente al despliegue de otras tecnologías complementarias como el almacenamiento ya sea en baterías o en otras formas, el monitoreo y control mediante inteligencia artificial, y en general de la descarbonización de la economía, con sus respectivos plazos y metas intermedias.
Pero conviene puntualizar algunos conceptos clave que parecen estar entendiéndose hasta el momento de manera inadecuada.
En primer lugar tenemos que establecer con claridad que la transición está siendo impulsada por el crecimiento exponencial que experimentan las energías renovables, en particular la solar y la eólica, con cerca de la totalidad de la adición de nueva capacidad de generación eléctrica en todo el planeta proveniente de estas dos fuentes. Y en segundo, que los cambios más radicales que observaremos, sucederán en lo que resta de esta década.
No estamos hablando únicamente de una transición energética, sino de una revolución tecnológica disruptiva en cuyo corazón descansa el hecho de que las tecnologías renovables son, por mucho, muy superiores a aquellas de combustibles fósiles. Esta revolución es un verdadero salto que pasa de un modelo de generación centralizado, carísimo, altamente contaminante, basado en sistemas que consumen materias primas finitas y en declinación, a un sistema altamente eficiente, fabricado, impulsado por avances tecnológicos cuyos costos siguen bajando constantemente, y que está disponible en todos lados. Un sistema que transita de moléculas pesadas que arden al fuego, hacia ligeros y obedientes electrones; de una cacería de combustibles fósiles, al cultivo y cosecha de la abundante y casi infinita energía proveniente del Sol o del viento.
Como ha ocurrido con otros saltos tecnológicos del pasado, se trata de una transformación del sistema en su conjunto y no solo de una sustitución del combustible que lo impulsa. El nuevo sistema, posee completamente otra estructura económica, está en una nueva distribución geográfica (es prácticamente universal), con otros ganadores y operadores energéticos. Los costos decrecientes de la nueva tecnología, están terminando por devorar a lo viejo y obsoleto.
El revolucionario crecimiento de las energías renovables es exponencial, no lineal, por eso ningún país o región debería quedar rezagado, ya que es sumamente difícil y hasta casi imposible ponerse a la par de una curva exponencial de crecimiento cuando desde el principio te has quedado atrás.
También hay que tener en cuenta que en esta revolución, China es hasta hoy el líder indiscutible, bastante más adelante que el resto del mundo en manufactura de equipos, despliegue y costos de los mismos. Así que si deseas entender la transición energética, tienes que mirar lo que está haciendo China y hacia donde se dirige.
Estos años veintes son la década de la disrupción, de hecho será la madre de todas las disrupciones, en la que la adopción de estas tecnologías se acelerará hasta alcanzar su clímax en 2030, cuando el debate ya será otro, donde las renovables baratas serán aún más baratas y crearán un completamente nuevo paradigma.
Raúl Asís Monforte González.
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