La industria de la construcción es esencial para garantizar la calidad de vida y un futuro luminoso de la sociedad moderna. Este sector es responsable de aportar los edificios en los que habitamos, nos entretenemos, o trabajamos, de proveer las autopistas y los puentes que nos conectan, de asegurar que contemos con los complejos industriales en los que se fabrican los bienes que consumimos, o las instalaciones con las que se genera, transporta y distribuye la energía que mueve a nuestro mundo de hoy.
Las actividades económicas de la industria de la construcción representan alrededor de un trece por ciento del Producto Interno Bruto global, y cobijan con un empleo estable y digno a un ocho por ciento de la fuerza laboral de todo el planeta.
Pero en contraparte, las emisiones de carbono incorporadas en las actividades del sector, alcanzan un dieciséis por ciento de las emisiones totales de CO2 a nivel mundial, que provienen de la minería de materias primas y la fabricación de los materiales tradicionales de construcción, de la impresionante logística asociada a la distribución de estos materiales y a las actividades propias y directamente involucradas en los procesos de construcción de toda obra de infraestructura.
En respuesta a esta alta responsabilidad, es necesario establecer una hoja de ruta clara que acelere el tránsito hacia la descarbonización de la industria de la construcción mediante un esfuerzo conjunto global en el que cada participante interprete el papel que le corresponde, colaborando de manera más activa y propositiva a lo largo de toda la cadena de valor de este sector.
Para reducir significativamente las emisiones de CO2 y alcanzar la neutralidad o el llamado Net Zero, se requiere un cambio transformacional sin precedentes. ¿Se encuentra la industria a la altura que se necesita para enfrentar con éxito este gran desafío?
Hay algunas barreras que deben vencerse pronto. Existe una demanda aún limitada en el mercado para adoptar las soluciones ya existentes que son bajas en carbono. Todavía son insuficientes y en algunos países casi inexistentes los incentivos regulatorios que promueven la descarbonización, mientras que se continúa subsidiando en los hechos la utilización masiva de combustibles fósiles. La implementación tecnológica sigue siendo compleja para muchos participantes de la industria, además de que persiste una sistémica y crónica resistencia al cambio.
Desde luego, tenemos también a nuestro alcance una gran cantidad de potenciales soluciones que la industria de la construcción debe y tiene que adoptar para acelerar e intensificar su tránsito hacia este objetivo. Es preciso incrementar la sensibilización de todos los participantes y partes interesadas acerca de la importancia del carbono incorporado en los procesos de construcción. Hay que asegurar un mayor apoyo financiero con disponibilidad, tasas asequibles y otros incentivos. Las políticas públicas tienen que ser un soporte para la demanda de soluciones bajas en carbono. Debe promoverse el desarrollo y la adopción de una mayor cantidad de tecnologías y materiales alternativos.
No hay duda de que la construcción debe descarbonizarse, y estoy seguro de que también puede hacerlo.