La industria de la construcción es sumamente importante en el aspecto económico, ya que constituye alrededor del trece por ciento de la economía mundial brindando soporte a otros variados y numerosos sectores por medio de la infraestructura que construye, al mismo tiempo que hace posibles la seguridad, la salud y la educación, por nombrar solamente a tres de las prioridades más altas que tienen las personas cuando de bienestar hablamos, y esto se logra directa o indirectamente con la construcción de redes de energía, viviendas, carreteras, hospitales y escuelas, entre otras muchas obras.
Sin embargo, pocas son las personas que conocen a fondo el impacto que tiene el sector cuando hablamos de emisiones de gases de efecto invernadero, y en especial hay un tipo de emisiones que usualmente pasa inadvertido para la mayoría y es muy difícil de reducir: el carbono incorporado. Es decir, las emisiones que ocurren debido al aprovisionamiento y la producción de materiales, la logística que los hace llegar a los sitios de construcción, las actividades propias de la edificación, el mantenimiento, la demolición y la gestión de los residuos.
Lo primero que debería ser reconocido respecto del carbono incorporado, es su magnitud. Según el reporte “Descarbonizando la Construcción: Construyendo un Futuro Bajo en Carbono” emitido por la empresa Shell en colaboración con Deloitte, en 2020 las emisiones de la industria de la construcción a nivel mundial ascendieron a 5.4 gigatoneladas, lo cual equivale al 16 por ciento de las emisiones totales globales y a cinco veces lo que emite un sector altamente contaminante como el transporte aéreo.
Entonces, es preciso encontrar soluciones prácticas que permitan reducir drásticamente el carbono incorporado en el sector construcción y esta tarea no está exenta de enormes desafíos de todo tipo, regulatorios, tecnológicos, operativos y metodológicos. Será clave identificar los pasos inmediatos que tienen que implementarse, que tengan la mayor efectividad en alcanzar el objetivo de reducir las emisiones.
Los inversionistas y las instituciones que otorgan financiamiento para proyectos de infraestructura juegan un papel preponderante ya que podrían establecer reglas que estimulen el desarrollo y utilización de soluciones bajas en carbono de manera voluntaria. La generosidad de las partes interesadas para compartir experiencias y lecciones aprendidas es esencial para que las herramientas y modelos de trabajo más efectivos alcancen la debida escala a la velocidad que se necesita.
Los líderes del sector deben ser capaces de identificar las áreas con mayor potencial de progresar realmente, y con base en eso establecer la dirección que debe adoptarse y las expectativas que todos debemos proponernos.
Las inversiones en infraestructura energética son vitales. Si no nos dirigimos desde hoy a un rápido despliegue de sistemas de generación, transmisión, distribución, almacenamiento y gestión de energías limpias y renovables, la descarbonización de la construcción seguirá siendo un reto lejano de alcanzar más allá del año 2050.
Es parte de la responsabilidad social de la industria de la construcción enfrentar sin temor o duda el desafío de reducir el carbono incorporado mediante una actitud más colaborativa y dispuesta a poner a prueba nuevas tecnologías y modelos de negocio que tengan el potencial de hacer la diferencia. Todos en la cadena de valor tenemos un papel importante que desempeñar, empecemos hoy.
Raúl Asís Monforte González.
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