En la búsqueda de alternativas para frenar el cambio climático, el hidrógeno verde ha emergido como uno de los principales protagonistas en la transición hacia una economía descarbonizada. Este combustible limpio, producido mediante electrólisis con energías renovables como la solar o la eólica, promete revolucionar sectores industriales difíciles de electrificar, abriendo un abanico de oportunidades para países como México. Sin embargo, su adopción masiva enfrenta retos técnicos, económicos y políticos que debemos abordar para materializar su potencial.
El hidrógeno verde se distingue de otras formas de hidrógeno por su origen limpio. A diferencia del hidrógeno gris, que se produce a partir de combustibles fósiles y genera grandes emisiones de dióxido de carbono, el verde es una fuente energética prácticamente libre de emisiones. Este atributo lo posiciona como clave para descarbonizar industrias pesadas como la siderurgia, la aviación y el transporte marítimo, sectores responsables de un alto porcentaje de las emisiones globales de gases de efecto invernadero.
México tiene una ventaja estratégica en esta revolución. Su abundante irradiación solar y sus vientos constantes en regiones como el Istmo de Tehuantepec o la península de Baja California lo convierten en un candidato ideal para generar hidrógeno verde a costos competitivos. Además, su cercanía con mercados como Estados Unidos y Canadá podría posicionarlo como un exportador clave, integrándose en la creciente demanda de energía limpia en América del Norte.
No obstante, la transición hacia un modelo basado en hidrógeno verde no está exenta de retos. El principal es el costo de producción, que actualmente es significativamente mayor que el del hidrógeno gris. Aunque los precios de la electrólisis y las tecnologías renovables están disminuyendo, aún es necesario realizar inversiones masivas en investigación y desarrollo para alcanzar una paridad de costos.
Otro desafío importante es la infraestructura. Producir hidrógeno verde a gran escala implica construir plantas de electrólisis, sistemas de almacenamiento y una red de transporte eficiente que pueda distribuir el combustible a los consumidores finales. Para la industria de la construcción, esto representa una oportunidad sin precedentes para participar en proyectos estratégicos que no solo impulsarán el sector, sino que también contribuirán al desarrollo sostenible del país.
Además, la adopción del hidrógeno verde requiere un marco normativo claro y políticas públicas que incentiven su producción y uso. Países como Chile y Australia han dado pasos significativos en esta dirección, creando estrategias nacionales de hidrógeno y atrayendo inversiones internacionales. México debe actuar con rapidez si no quiere quedar rezagado en esta competencia global.
En el ámbito del emprendedurismo, el hidrógeno verde también abre una puerta a la innovación. Startups en todo el mundo están desarrollando tecnologías para mejorar la eficiencia de la electrólisis, reducir costos y optimizar el almacenamiento. Este entorno ofrece un campo fértil para los emprendedores mexicanos que deseen incursionar en la transición energética.
La revolución del hidrógeno verde es un llamado a la acción. México tiene el potencial para ser un líder global en esta nueva era energética, pero el tiempo apremia. Es momento de alinear esfuerzos entre gobiernos, empresas y emprendedores para transformar este recurso en una herramienta clave para combatir el cambio climático y construir un futuro sostenible.
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