Veintiséis muertos y 77 heridos. Cerca de 200 mil personas que volvieron a tener que invertir el 20 por ciento de su vida diaria a transportarse de sus casas a sus trabajos. La Línea Dorada del Metro de la Ciudad de México, sintetizada su polémica vida en una fotografía donde aparecen dos vagones en V que cayeron tras colapsarse una trabe de la Línea 12 hace una semana y media. La tragedia provocó múltiples crisis, pero una de ellas, la que no se ve afuera de los muros de Palacio Nacional, es la más sórdida, porque desató la rivalidad de tres personajes precandidatos a suceder al presidente Andrés Manuel López Obrador en 2024, que ya mostraron los colmillos.
La tragedia cambió el metabolismo en Palacio Nacional, donde la semana pasada el accidente en la Línea 12 opacó por completo la crisis de la pandemia del coronavirus, que por primera vez en casi 16 meses pasó a ser un tema marginal en las discusiones del grupo compacto de López Obrador. La crisis que se vivió no fue sólo por el impacto que tendría en la sociedad, sino el costo político que le arrastraría a Sheinbaum. Una encuesta de EL FINANCIERO, publicada este miércoles, probó una parte de la hipótesis. Como consecuencia de la tragedia, Sheinbaum perdió 22 puntos en su aprobación, y cayó de 71 a 49 por ciento.
Es natural que se dé ese tipo de fenómenos, y es altamente probable que sus niveles de aprobación vayan mejorando gradualmente hasta recuperar la estabilidad en el campo positivo. Este escenario lo fortalece otra parte muy significativa de la encuesta, donde sólo 14 por ciento piensa que Sheinbaum es la responsable del colapso de la Línea 12, mientras que 21 por ciento piensa que fue su antecesor Miguel Ángel Mancera, y el 45 por ciento adjudica esa comisión a Marcelo Ebrard, quien como jefe de Gobierno realizó esa obra.
Estas imputaciones públicas son totalmente extraordinarias. Normalmente, cuando hay un evento negativo de alto impacto, la gente suele atribuirle la principal responsabilidad al gobernante en turno, por un tema de cercanía, no a alguien que dejó el cargo tiempo atrás, casi una década, como es el caso de Ebrard. Esto significa que la carga reputacional por una obra polémica desde un principio, tiene un fuerte coste sobre él en la opinión pública. Esto ayuda a entender por qué, desde el primer momento, el actual secretario de Relaciones Exteriores instaló un cuarto de emergencia con sus asesores, para trabajar diariamente en las formas que le permitan salir de la crisis política en la que se encuentra.
La situación entre Ebrard y Sheinbaum es bastante incómoda. Personas cercanas al canciller dijeron que éste no ve nada positivo que una buena parte de su futuro político para 2024 esté en manos de quien también buscará la candidatura presidencial. Es decir, le preocupa e incomoda que sea Sheinbaum quien lleve directamente la batuta de los peritajes de la Línea 12, que se van a realizar desde el análisis del diseño de la obra y su construcción. Un elemento adicional que juega en contra de Ebrard es el apoyo del Presidente a Sheinbaum, a quien todavía ayer elogió como una persona honesta e incorruptible, que llegará al fondo en la investigación sobre lo que sucedió.
La delfín del Presidente y el canciller, con quien López Obrador tiene un acuerdo político desde 2012, cuando el entonces jefe de Gobierno dio un paso para atrás para que se quedara con la candidatura presidencial –las encuestas para seleccionar a quien representaría a la izquierda estaban muy cerradas, pero en la suma de los atributos y probabilidades de victoria ganaba Ebrard–, fueron a hablar con el Presidente por separado para expresarle lo mismo: en este río revuelto por el colapso de la Línea 12, el ganador sería el coordinador de la bancada de Morena en el Senado, Ricardo Monreal. Sheinbaum y Ebrard le pidieron que lo controlara, y López Obrador accedió a que platicaría con él para evitar que sacara raja política del momento.
La intervención del Presidente tranquilizaría a Sheinbaum, pero Ebrard sigue remando a contracorriente por la protección amplia que le dan en Palacio Nacional. Una muestra inequívoca de ella, revelaron funcionarios federales, es la instrucción de López Obrador a su operador político, oficialmente vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, para que encontrara la forma de cooptar al dirigente del Metro, Fernando Espino, quien ha sido un crítico de las autoridades del transporte desde hace años. Una manera que están explorando es que le den varias candidaturas al Congreso local y federal para las próximas elecciones.
La sucesión presidencial se aceleró como consecuencia de la tragedia de la Línea Dorada, pero no desde un punto de vista oportunista, sino defensivo, para tratar de manejar la crisis que causó y administrar el daño. Ebrard está solo y su relación con Sheinbaum no es buena. Con Monreal tiene una alianza táctica, que ayudó a que llegara Mario Delgado a la presidencia de Morena, aunque su relación se ha ido deteriorando. El colapso del Metro también alcanza a Delgado, quien como secretario de Finanzas en el gobierno de Ebrard, firmó los documentos de la obra y administró los recursos erogados, que fue una de las grandes críticas antes, durante y después de su construcción.
Todos los caminos llegan a la sucesión presidencial del 24 y desde Palacio Nacional han salido las instrucciones a legisladores de Morena que blinden a los funcionarios y leales del gobierno. Por lo pronto, pararon las peticiones para que Ebrard y Florencia Serranía, la directora del Metro, comparecieran en San Lázaro, y buscado al mismo tiempo que avance el desafuero en contra de Mancera, que a su vez lo detuvo Monreal. En la superficie, se ve que el corpus político en torno al Presidente está sólido y se comporta de manera homogénea. En realidad está quebrado y hay fracturas que serán imposibles de subsanar. La carrera por la sucesión, en estos momentos de sobrevivencia, va a toda velocidad.
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