El primer peritaje de la Línea 12 del Metro realizado por la empresa noruega DNV, dado a conocer ayer por el Gobierno de la Ciudad de México, es contundente. Aunque preliminar, lo que mostró su investigación es que la obra que colapsó el 3 de mayo y causó la muerte de 26 personas fue terriblemente ejecutada y supervisada. No se siguieron todos lo planos originales, tampoco se utilizaron los materiales adecuados, ni hubo un control de calidad sobre el trabajo. La famosa Línea Dorada no debió haberse inaugurado en vísperas de que el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Marcelo Ebrard, terminara su sexenio, quien, en lugar de velar por sus aspiraciones políticas, debió haber escuchado lo que le urgía el entonces director del Metro, Francisco Bojórquez, y aplazar su funcionamiento.
Ebrard no es el único en la picota. Junto con él, su entonces secretario de Finanzas, Mario Delgado, que pagó por materiales de construcción que no existieron y que no corroboró que lo que pagaba se lo entregaban, dejando abierta la puerta para sospechas de corrupción. También quedó fuertemente cuestionado quien fue el director del proyecto de la Línea 12, el ingeniero Enrique Horcasitas, que brincó de ICA para hacerse cargo de la obra más importante del sexenio de Ebrard, como responsable técnico de todos los trabajos. Finalmente queda envuelta en todo este desastre la empresa Carso Infraestructura y Construcción, del magnate Carlos Slim, que construyó el tramo siniestrado.
Faltan por entregarse dos peritajes, pero el primero, sobre las causas que provocaron la tragedia, es contundente. El primer peritaje no observó problemas de mantenimiento, con lo que la administración de la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, no tiene que enfrentar un trago más amargo del que está viviendo –finalmente los muertos se dieron durante su gestión–, y también puede tener una pausa de respiro su antecesor, Miguel Ángel Mancera, a quien Ebrard estaba culpando al sugerir que había sido un problema de mantenimiento.
Mancera y Sheinbaum tendrán que dar explicaciones del porqué recibieron cada uno la obra de manos de sus respectivos antecesores sin observaciones, aunque el primero, hoy senador de la República, detuvo por completo la operación de la Línea 12 del Metro durante 11 meses porque el director del Metro, Joel Ortega, dijo que mantener su servicio significaría un alto riesgo para los usuarios. Sus respectivos equipos técnicos tendrán que aclarar por qué no detectaron las fallas estructurales que DNV encontró en la obra, o precisar si éstas sólo pudieron emerger ante los destrozos del colapso que las dejaron descubiertas.
Se avecina una discusión pública que querrá ser llevada al terreno político. Ebrard comenzó desde el domingo pasado al responder a The New York Times que, con evidencias que recogieron y mostraron para su análisis a especialistas en Estados Unidos y México, llegaron a las mismas conclusiones reveladas por la empresa noruega. Ebrard acusó a Mancera de opacidad en el mantenimiento de la Línea 12 –que desmintió inmediatamente el senador– y buscó un nuevo marco de referencia, al denunciar que hubo una “cacería política” que lo llevó al autoexilio en tres países. Pero ahora, esa estrategia ya no es creíble, y tendrá que asumir una defensa desde el punto de vista técnico. Va a necesitar tiempo para ello, pues no sólo su prestigio está en juego. Veintiséis muertos son una responsabilidad que implica una carga política, pero también enfrentará demandas civiles, que se están preparando en Estados Unidos con 14 familias de las víctimas, y eventualmente acusaciones penales. Quizás, ante este futuro inmediato, lo que procede es renunciar a Relaciones Exteriores y preparar su defensa para enfrentar el armagedón que se le avecina.
Ebrard está tocado de muerte política en estos momentos y no se puede uno imaginar cómo podría resucitar. La única posibilidad en estos momentos que tiene frente al negro horizonte, aunque forzada, sería la argumentación que él no sabía lo mal que estaba la obra y fue engañado. Pero sabe lo poco viable y factible que es que eso le ayude, porque desoyó a los expertos en su administración que le advirtieron de irregularidades en la obra y forzó su inauguración para alumbrar con ella su futuro, sin imaginarse que las prisas se convertirían en kriptonita. Horcasitas va junto con él, como director del proyecto de la Línea 12, y que animó a Ebrard, contra la opinión de otros como Bojórquez, a inaugurarla antes de finalizar su gobierno.
Horcasitas declaró a la prensa tras la tragedia que nadie lo había llamado a declarar en torno a la construcción de la obra. No tardarán en hacerlo, para que explique todas las anomalías de la obra que encontró DNV, así como los materiales usados, distintos a los especificados en los planos, y el porqué avaló el trabajo de Carso que, como quedó claro en el peritaje dado a conocer, fue tan deficiente en el caso de las soldaduras, que fue una de las causas principales de la muerte de los pasajeros del Metro. Voceros de Carso siempre dijeron que ellos no eran responsables del colapso en la Línea 12, lo que desmintió el primer peritaje sobre la obra.
Por un trabajo de alta calidad, con los materiales ajustados a los protocolos que una construcción de esa naturaleza implicaba, Delgado tuvo un presupuesto multimillonario que dice haber aplicado. Ahora quedó claro que no todo por lo que pagó se compró. ¿En qué bolsa quedó el dinero pagado por materiales no entregados?
Todo esto investigado por la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México, desde el día siguiente de la tragedia, donde los presuntos responsables serán acusados por los delitos de homicidio culposo y daño a la propiedad. El momento que se vive es crítico y apenas es el principio de un camino sinuoso donde no se sabe qué sucederá con Ebrard, Delgado, Horcasitas y el prestigio de Slim, que son los primeros en pasar a la picota.
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