Si algo hay que resaltar de Emilio Lozoya, es que es un extraordinario encantador de serpientes. Envuelve con su plática, dice lo que los otros quieren escuchar, les hace promesas que los emocionan y los lleva a soñar. Así lo hizo con el presidente Enrique Peña Nieto, a quien tenía embelesado Lozoya. Sólo entendiendo la mitomanía seductora del exdirector de Pemex se explica la forma como ha embaucado al fiscal general, Alejandro Gertz Manero, en el maxiproceso azteca contra funcionarios del viejo régimen, pero que tiene un antes y un después de la cena del Hunan el sábado pasado.
El sábado cenó en ese restaurante en las Lomas de Chapultepec para celebrar el cumpleaños de la sobrina de Arturo Henríquez Autrey, un incondicional suyo a quien nombró director de Procura y Abastecimiento de Pemex, y que como se denunció en este espacio hace seis años, chantajeaba a empresarios en nombre de Lozoya. Hernández Autrey vive sin preocupaciones en Houston. Las fotografías de la cena, que mostraron los privilegios y el cinismo de un delincuente confeso, provocó reacciones en la Fiscalía General.
Una persona cercana a Gertz Manero lo describió como “enojadísimo”, malestar que debe estar subiendo su temperatura, porque la cuenta regresiva para que aporte las pruebas que soporten sus denuncias tiene como fecha límite el 3 de noviembre, y hasta ayer no había entregado nada de valor judicial que permita a la Fiscalía General procesar a nadie. La joya de la cruzada contra la corrupción está a punto de colapsar. Por lo mismo, la situación de la libertad condicional de Lozoya tiene que ser reconsiderada.
Problematicemos los hechos. Lozoya tiene 19 días para entregar pruebas que en 16 meses no ha proporcionado para recibir el criterio de oportunidad, demostrando la corrupción de sus superiores jerárquicos a cambio de impunidad. Si en casi año y medio no ha entregado ningún soporte a sus acusaciones, ¿qué hace pensar que ahora sí lo hará? Si además, una de las condiciones del criterio de oportunidad es que no haya dicho mentiras, por las varias falacias en las que incurrió y las contradicciones en sus declaraciones ministeriales, éste tendría que ser cancelado.
Es decir, si se ve objetivamente su situación legal, podría estar a punto de ir a la cárcel. Ello, si la Fiscalía General quiere evitar que empiecen a crecer las sospechas de que no sólo es un delincuente protegido por el gobierno que sirve como instrumento de la persecución política, sino que podría ser el centro de un esquema de corrupción al más alto nivel. Este considerando sólo podría ser planteado como una hipótesis para probar si Lozoya se fuga de México. ¿Cómo hacerlo?
Para responder la pregunta, recordemos que en la solicitud de la orden de aprehensión contra una treintena de científicos y extrabajadores de Conacyt, Gertz Manero pidió que los encarcelaran en la prisión de máxima seguridad de El Altiplano, porque tenían una conducta criminal que “por las enormes cantidades de dinero… y capacidad económica obtenida de forma ilícita, podrían realizar actos de corrupción en algún centro con medidas de seguridad bajas o medias, o incluso, poner en peligro la seguridad interna de las prisiones”, y por tener los recursos “para favorecer para sí un trato diferenciado o eventualmente ser auxiliados por miembros de la organización criminal que conforman o por diversas personas, para una evasión”. Pese al abuso del poder de Gertz Manero, ninguno de aquéllos a quienes se citó a comparecer dejó de hacerlo, ni se fugó.
Lozoya no sólo tiene recursos, sino que ya se fugó en una ocasión de México para evadir la captura. Se escondió en Rusia, arropado por Vagit Alekperov, que fundó en 1991 Lukoil, la petrolera más grande de ese país, y con quien, como director de Pemex, firmó el primer acuerdo de cooperación con una empresa extranjera para exploración y producción de crudo. Se hizo de una novia rusa (que reside cerca de la Ciudad de México) y cuando vivía con ella en la lujosa residencia de Alekperov en Marbella, tenía una escolta de rusos que iba con él cuando lo detuvo la policía española el año pasado.
El exdirector de Pemex nunca debió haber tenido la libertad condicional, pero se la dieron mediante un acuerdo secreto. Los delitos por los que lo acusan, similares a los del abogado Juan Collado, lo deberían tener en prisión preventiva oficiosa. En la cárcel, sin que las acusaciones en su contra tengan la gravedad para ser mantenidos en prisión, se encuentran la exsecretaria Rosario Robles y el exsenador Jorge Lavalle, detenidos con pruebas falsas y acusaciones inventadas.
La cuenta regresiva de Lozoya avanza rápido. Carente de pruebas hasta ahora, tampoco ha respondido convincentemente para la reparación de daño a Pemex. Según la Auditoría Superior de la Federación, el probable quebranto que hizo a Pemex se aproxima a los 20 mil millones de pesos que no se sabe aún dónde quedaron. Lozoya ofreció su casa en Lomas Bezares, a unos tres kilómetros del Hunan, y otra casa en Ixtapa. Pemex ha rechazado la propuesta porque está muy alejada del daño causado. Pero no quiere dar más, aunque en sus cuentas alemanas siguen depositados más de 6 millones de dólares que le dio Odebrecht en sobornos por sus servicios.
Este encantador de serpientes tiene que probar el 3 de noviembre que no sólo fue un hablador que engañó al fiscal. Pero Gertz Manero debe actuar con inteligencia y cambiar su estatus de libertad condicional a prisión preventiva oficiosa. Si aporta pruebas, que le dé el criterio de oportunidad. Pero lo que no debe permitir es que se le escape. Con los recursos de Lozoya, ¿quién podría impedirle que se quite el brazalete y se vaya a quién sabe dónde? Nadie realmente. Ya se le escabulló una vez a Gertz Manero y se le puede ir otra vez. La diferencia es que ahora, el costo para él sería impagable.