Claudia Sheinbaum está en una carrera desenfrenada hacia la Presidencia. Va acelerando el paso desde que perdió la mitad de las alcaldías de la Ciudad de México en junio, con una lógica totalmente distinta a la forma como lo hacía su jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador, porque no hay nadie que pueda replicar ese estilo moldeado por su personalidad. Lo que ha hecho la jefa de Gobierno es utilizar el manual que crearon los priistas para construir candidaturas, lo que no necesariamente es malo. Tomar lo mejor de lo que funcionó puede resultarle a ella porque, con cualquier otra estrategia, probablemente fracasaría.
La contienda por la candidatura de Morena es una lucha en campo abierto. La semana pasada, mientras el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, celebraba la ‘extraordinaria’ cumbre entre los líderes de América del Norte, el coordinador de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, atrajo reflectores al invitar al supercampeón mundial de boxeo, Saúl El Canelo Álvarez, a la Cámara alta para convertir aquello en una borrachera de legisladores enajenados. Sin embargo, captaron la atención de la opinión pública.
Sheinbaum parecía haber quedado rezagada en esta carrera de caballos, pero este domingo, en el suplemento de El País, apareció su fotografía en la portada, inmaculadamente vestida de blanco, en su despacho y con la mirada hacia la Plaza de la Constitución. El título fue explícito: Claudia Sheinbaum y el futuro de México. Este despliegue coincidió con la reciente visita que hizo uno de los grandes accionistas de PRISA, el conglomerado propietario de El País, al Presidente, para hablar sobre los problemas que han tenido en Radiópolis, donde tienen la mitad de las acciones –que transmite algunos noticieros críticos al gobierno en la W–, con sus socios tabasqueños, quienes después de esa conversación tuvieron problemas legales.
¿Pudo haber sido consecuencia de ese encuentro? Es posible. Pero el guiño al Presidente, si así hubiera sido, lo aprovechó Sheinbaum al recibir a El País, otro de los periódicos que de manera regular es objeto de linchamiento en Palacio Nacional para sus objetivos promocionales. Sheinbaum no está perdiendo el tiempo. El miércoles pasado, la cadena de televisión británica BBC envió a una de sus corresponsales del servicio de noticias en inglés –que es el global– para hacer entrevistas la víspera de la cumbre norteamericana en Washington.
La jefa de Gobierno fue una de las figuras entrevistadas, en vivo y en inglés, obteniendo una plataforma internacional en un momento donde muchos ojos estaban volteando a México, Estados Unidos y Canadá por la reunión de sus líderes, sobre todo para la última pregunta, sobre sus aspiraciones presidenciales, a lo que respondió, con medias verdades y mentiras políticas, que estaba concentrada en la Ciudad de México. Sheinbaum está en un road show con prensa internacional.
Recientemente publicó una colaboración en The Economist, el semanario británico con mayor influencia entre políticos y empresarios del mundo, que pareció extraña para los estándares editoriales de la revista, porque se limitó a escribir un resumen ejecutivo de su informe de gobierno. En realidad no se publicó en la edición que semanalmente llega a millones de personas, sino en el suplemento especial que edita cada finales de año, The World Ahead (El Mundo por Delante), donde invitan a escribir a figuras en posiciones de poder o influencia. Sheinbaum habló de la crisis por la pandemia del coronavirus y las oportunidades para construir una sociedad más equitativa y sostenible, reproduciendo sólo la usual palabrería.
Pero el fondo no importa por ahora, y lo que quedó fue su nombre y la ilustración de su cara plasmadas en un suplemento que también leen millones de personas en el mundo, incluidos los y las tomadoras de decisiones, ante quienes se presentó. Haber aceptado escribir para una publicación constantemente atacada por el Presidente y sus legiones de fanáticos ignorantes –a quienes les ordenaron no tocarla a ella por utilizar ese vehículo– fue un acierto.
Sheinbaum ha asumido de manera dogmática las posiciones de López Obrador, sus frases y hasta sus pleitos. En este espacio se describió en lo que, políticamente, ante la opinión pública se ha convertido, una “mini yo” del Presidente, donde entregó la autonomía que ejerció durante la primera parte de su sexenio por razones estratégicas. Si López Obrador precipitó la sucesión presidencial, es el argumento, es porque sabía que a Sheinbaum, si no cambiaba la dinámica de la carrera hacia Palacio Nacional, no tendría tiempo para crecer. Tenía que hablar a las clientelas duras de López Obrador para consolidar su apoyo –unos 14 millones de fieles simpatizantes no son pocos– y no perderlas. Los demás segmentos electorales saldrá a conquistarlos más adelante.
La jefa de Gobierno ya capturó también el ojo, en este caso crítico, de la prensa extranjera por las acciones que ha emprendido. La semana pasada, Los Angeles Times, el periódico regional más importante de Estados Unidos, publicó un despacho sobre la “tarjeta Claudia”, refiriéndose al programa para más de un millón de alumnos de primaria para que reciban apoyos mensuales y descuentos para actividades culturales y deportivas. “La próxima elección presidencial de México está a más de dos años y medio de distancia, pero una candidata potencial ya está siendo acusada de hacer trampa”, apuntó el diario.
Sheinbaum está labrando su propia imagen en el exterior. Es una buena idea que aproveche la neocolonización cultural mexicana, que convierte aquí mágicamente lo que se dice afuera, en verdad absoluta. Internamente es una marioneta de López Obrador, pero eso irá cambiando y se irá empatando con lo que está construyendo internacionalmente, donde la estrategia, con la densidad y claridad de ideas que ha mostrado en algunas entrevistas, le abre el camino para que empiecen a mencionarla como una candidata con potencia, y que los ecos lleguen como órdenes a la cabeza de muchos mexicanos transformándola, como quiere el Presidente, en una candidata competitiva con posibilidad de ganar el 24.