El 16 de noviembre el almirante secretario de la Marina, José Rafael Ojeda, ordenó una operación militar en Zapopan para encontrar, a como diera lugar, a dos elementos de la dependencia que habían sido privados de su libertad. La búsqueda se dio en varias partes de Jalisco, y las unidades de la Marina utilizaron toda la información de inteligencia que tenían del Cártel Jalisco Nueva Generación, para mostrar una determinación agresiva que ayudara a encontrarlos con vida. El almirante no consultó con nadie su decisión, rompiendo con la política de no enfrentar a ningún criminal de alto impacto. No era para menos. Uno de los marinos era el jefe de Inteligencia de la Zona Naval 8, en Puerto Vallarta.
El día anterior, el oficial de Inteligencia había llegado a Guadalajara en compañía de una asistente y su chofer, y se dirigieron a las instalaciones del Ejército en la capital de Jalisco para una de las reuniones periódicas que sostienen los cuerpos de seguridad. Sin embargo, como los militares estaban en alerta por las posibles secuelas por la detención, horas antes, de Rosalinda González, la esposa de Nemesio Oseguera, El Mencho, jefe del Cártel Jalisco Nueva Generación, como parte de una investigación trasnacional contra esa organización, no le dieron acceso a la base militar.
El oficial de Inteligencia y sus dos acompañantes, en un automóvil con el color gris de los vehículos de la Marina, con matrículas oficiales y sin ninguna escolta, fue a un Walmart cercano a comprar provisiones, en cuyo estacionamiento él y la asistente fueron secuestrados. En la Marina nunca dudaron que habían sido capturados por células del cártel, que es la organización hegemónica en el estado. Tienen halcones en todos lados y conocen todos los movimientos, dijo un marino de alto rango. Cuando detectaron su presencia, agregaron, probablemente pensaron que se trataba de una operación de Inteligencia y los detuvieron. Más allá de la imprudencia que le acreditan al oficial por su descuido, comenzó la reacción.
En las áreas de Inteligencia de la Marina pensaron que el secuestro difícilmente habría sido ordenado por El Mencho, por la forma horizontal como se maneja el cártel, con rangos de autonomía por plazas, por lo que la sospecha sobre la autoría intelectual se centró en la hija del Mencho, Laisha Michelle Oseguera González, de quien conocían su temple virulento. Las unidades de la Marina, con el respaldo de agentes ministeriales, empezaron a catear casas, particularmente una, la de Laisha, en uno de los fraccionamientos más lujosos en Zapopan.
La idea, para no contravenir radicalmente la política del presidente Andrés Manuel López Obrador de no confrontarlos, fue enviar un mensaje. No era nada personal, pero querían a sus elementos con vida, dijo el oficial de alto rango. Cuatro días después, en el bastión del CJNG en Puerto Vallarta, fueron encontrados por policías municipales, sin daño alguno. En el alto mando de la Marina se recibió como mensaje entendido que El Mencho tampoco estaba en la lógica de abrir un frente de guerra adicional, con el Cártel del Pacífico y con Estados Unidos.
En septiembre, presionado por el gobierno estadounidense, el entonces jefe de la Unidad de Inteligencia Financiera, Santiago Nieto, congeló cuentas del CJNG cuya solicitud para bloquearlas llevaban cinco meses. Sólo la amenaza directa de que, si no se procedía, se acabaría todo el intercambio de información, llevó a Nieto a congelarlas. El 13 de octubre anunció que mil 683 cuentas vinculadas a la organización, con más de mil millones de dólares, habían sido bloqueadas. Cuando menos en el caso de esta organización criminal, la lucha por contenerlo –por la vía del dinero– parecía real. Sin embargo, pronto todo cambió.
Nieto fue cesado un mes después tras el escándalo derivado de su boda en Guatemala, y fue sustituido por Pablo Gómez. Una de sus primeras acciones, de acuerdo con documentos revisados por este espacio, fue descongelar decenas de cuentas del CJNG. No se conocen las razones de esto, salvo que la forma como lo haya hecho Nieto fuera irregular. De cualquier forma, no había sido algo por iniciativa de Nieto, sino a petición expresa del gobierno de Estados Unidos. Con esto, El Mencho recibió mensajes cruzados del gobierno mexicano.
Una cosa es la Marina, que actuó sin el visto bueno de Palacio Nacional para rescatar a su personal, y otra cosa es el resto del gobierno, como lo supo hace unos tres meses, cuando tras ubicar el Ejército en qué finca de Jalisco estaba, la orden de la Presidencia fue no hacer nada y realizar sólo una vigilancia discreta. Oseguera se movió al sur de Michoacán, y viaja constantemente a Jalisco, según fuentes militares. Laisha no fue capturada y las operaciones parecen limitadas al desmantelamiento de células. El statu quo es preocupante.
El Mencho aceptó los términos que le planteó la Marina tras el secuestro y devolvió con vida a su jefe de Inteligencia, mientras el gobierno le descongeló cuentas al CJNG, regresándole cientos de millones de dólares, para seguir financiando su violencia, aunque a Washington no le parezca la complicidad implícita del gobierno con los cárteles de las drogas.