La maquinaria electoral de Morena va a ser puesta a prueba el próximo domingo con la consulta para la revocación de mandato, donde se verá la capacidad de los gobiernos del partido en el poder para movilizar a militantes y simpatizantes a las urnas. Las condiciones climatológicas son buenas, con un pronóstico de día soleado, una temperatura máxima de 29º y sin posibilidades de lluvia, aunque se realizará el Domingo de Ramos, que coincide con la Semana Santa, por lo que la operación de movilización enfrentará el desafío adicional de decenas de miles de personas rumbo a sus vacaciones de primavera. Pero para el presidente Andrés Manuel López Obrador no hay otra oportunidad en lo que resta del sexenio para problematizar los contratiempos operativos de las y los gobernantes, y observar sus capacidades y deficiencias.
Es ocioso hablar del resultado. López Obrador, aun en el imaginario imposible de que saliera la gente a volcarse por la revocación de su mandato, esto nunca sucedería, aunque el Presidente no tuviera votos a favor, porque la falta de recursos presupuestales al Instituto Nacional Electoral, que los obligó a una reducción de 70 por ciento en el número de casillas que instalará con respecto a otras elecciones federales, tendrá una participación máxima, de acuerdo con cálculos empíricos, de 15 a 17 millones de personas, muy lejos del 40 por ciento mínimo de la lista nominal de electores, para hacer su resultado vinculante. No hay duda alguna de que el Presidente, sin importar el número de participantes en la consulta y el porcentaje de voto, hará del proceso una victoria personal y una herramienta de castigo para quienes considera opositores.
La consulta ha evolucionado en un ejercicio estratégico para estimar fuerzas, revisar desplazamientos logísticos, competencia económica y aptitudes individuales. Es decir, un examen para Morena en todo el país. En la prensa abundan especulaciones sobre cuántos votos serían los idóneos para que López Obrador se sintiera satisfecho con sus subordinados. No se sabe cuál es su definición de victoria en la consulta, medida en términos de participación, aunque ha establecido cuotas para todos aquellos responsables directos de la movilización. No hay información precisa sobre el porcentaje de la cuota asignada a gobernantes, dirigentes y legisladores, pero el universo puede ser trazado en mínimos y máximos deseables.
De esta forma, se puede presumir, si sólo se lograra una participación de 7.74 por ciento, como fue en la consulta para llevar a juicio a los expresidentes en agosto del año pasado, probablemente sería visto como una fuerte derrota para el Presidente, porque la capacidad de movilización no habría dado más que para llevar a cerca de 6 millones y medio de personas a las urnas. Si por lo contrario, la movilización lograra acarrear a cerca de 17 millones de personas a las urnas, como en las elecciones para el Congreso en junio del año pasado, donde Morena obtuvo 19.4 por ciento del total de votos, la participación podría considerarse un gran éxito.
A partir de estos márgenes, se podría pensar que la cuota asignada por el Presidente estaría rondando en 20 por ciento de participación. Morena gobierna en 18 estados, que concentran 46 por ciento de la población nacional, donde deberá registrarse la principal movilización si gobernadoras y gobernadores, particularmente, cumplen con las cuotas que les ha pedido el Presidente. La entidad más fuerte que tiene Morena, electoralmente hablando, es la Ciudad de México, donde el año pasado la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, tuvo una importante derrota al perder en la mitad de las alcaldías.
López Obrador está consciente de las dificultades que enfrentará Sheinbaum este domingo, porque en la última semana de marzo le pidió hacerse cargo de la coordinación regional, que incorpora al Estado de México, Hidalgo, Morelos y Tlaxcala. De esta forma un mal resultado en la capital federal podría ser mitigado por la operación metropolitana que le encargó, y salvarle la cara a su candidata para la elección presidencial en 2024.
De esta elección se trata todo el esfuerzo sobre la consulta para la revocación de mandato. El Presidente probará también las lealtades, como la de Higinio Martínez, que quiere ser candidato a gobernador en el Estado de México, a quien le pidieron apoyar a Sheinbaum. Lo mismo se dijo al líder de Morena, Mario Delgado. El gobierno federal no inyectó recursos a los estados para apoyarlos, y como le dijo a Sheinbaum, todos lo que requiriera para la movilización, tendrían que salir de su tesorería.
Sin embargo, sí hubo apoyos indirectos federales, a través de los programas sociales. En la última entrega de recursos se repartió el doble de dinero que se asigna bimestralmente, aunque de acuerdo con algunos beneficiarios, no se les aclaró que era un adelanto, no un incremento. En el aire queda cómo se compensará a los beneficiarios del programa, si es que en la entrega del siguiente bimestre no les llegan los recursos. En todo caso, ése será un problema que ya no afectará la participación de la consulta.
La operación electoral para este domingo es como una carrera de caballos donde el trofeo es la estima y agradecimiento del Presidente. Sheinbaum ha estado muy activa en la promoción de la consulta, disfrazada de respaldos a candidatas a puestos de elección de Morena o de apoyo a la ley eléctrica. Otros gobernadores involucrados hasta el fondo en la promoción de la consulta son Cuitláhuac García, de Veracruz, y Alfonso Durazo, de Sonora, junto con el secretario de Gobernación y las secretarias de Economía, Energía y Cultura. De manera menos visible, el senador Ricardo Monreal, que vive una tregua con el Presidente.
Hay toda una operación de Estado impúdica a favor de la consulta, punto de partida para organizar estructuras y revisar la movilización para la campaña presidencial de 2024. López Obrador no quiere perder el poder, y no dejará que se lo arrebaten, por lo que necesita saber con quién cuenta, a quién refuerza y cuáles son piezas desechables.