Sea serio, Presidente

Los delincuentes saben que tienen un amigo, por omisión y comisión, cuya política de seguridad está enfocada en salvaguardar a los que generan inseguridad y violencia.

La frivolidad con la que aborda temas muy serios y delicados el presidente Andrés Manuel López Obrador es sólo equiparable con su pensamiento donde todo lo que sucede es electoral. Sus obsesiones y fijaciones lo nublan constantemente, junto con la ignorancia, que en la definición de Winston Churchill, sabe muchas cosas que no son ciertas. Su mensaje y las consecuencias de la forma de actuar desparpajada e irresponsable están destruyendo a las Fuerzas Armadas. Ayer fue uno de esos días.

Cuando le preguntó la prensa sobre un video ampliamente difundido en las redes sociales de un convoy de criminales del Cártel Jalisco Nueva Generación que persigue a militares en Michoacán y los expulsan del municipio de Mújica, de saque, como director de circo, pidió en la mañanera que pusieran el video de ‘América’, la canción de Los Tigres del Norte y Calle 13. ¿Qué tenía que ver con la pregunta? La melodía es un canto latinoamericano que desafía el “sueño americano”, la manipulación estadounidense del imaginario colectivo.

Entonces, se puede argumentar que su primera respuesta tenía que ver más con la Cumbre de las Américas que con la humillación de los militares por parte de los criminales, que minimizó. Días antes, otro video en Guerrero mostraba a un jefe criminal cuando le decía a un oficial del Ejército que no lo mataba en atención a su amigo, el presidente municipal, pero que se fueran de la zona. A éste no se refirió el Presidente, pero sigue el mismo patrón, la subordinación del Estado mexicano, representado por sus Fuerzas Armadas, ante el crimen organizado.

Cuidado, señor Presidente. La violencia e inseguridad que azota al país como nunca antes no es un subproducto político para que lo utilicen sus adversarios. Pensar sólo en ese contexto es muy reduccionista. No sabe ni entiende López Obrador muchas cosas, pero tergiversa con ligereza e indolencia. Lo hace con desconocimiento grotesco cuando se refiere a los índices de letalidad, o cuando generaliza sobre lo que llama “mátalos en caliente”, con una narrativa electorera que deja entrever que hubo una política de Estado diseñada para el exterminio de los delincuentes por parte de las Fuerzas Armadas.

A los criminales los protege porque son seres humanos. ¿Alguien piensa otra cosa? Los criminales sí son seres humanos, pero el respeto a los derechos humanos no se observa permitiendo que se violen las garantías de los demás y asesinen sin castigo. Señor Presidente, su declaración de ayer entra en el terreno de la omisión, lo cual es un delito. La falta de un Congreso responsable y un Poder Judicial sólido permite que vuele como el ave fénix, sin mancharse el plumaje, cuando públicamente es un delincuente confeso. Pero no todo es para siempre.

La protección de los derechos humanos no se hace extendiendo una carta de impunidad para que maten, sino garantizándoles un debido proceso. De otra forma lo convierte en probable cómplice de homicidios dolosos. Pero entre los dislates, hay uno muy peligroso donde quizá no alcanza a ver su magnitud y profundidad, al decir que para evitar muertes hay que cuidar a los miembros del crimen organizado, y justificar con ese argumento que las Fuerzas Armadas no los confronten y huyan para evitar, como dijo, un derramamiento de sangre.

La orden de las Fuerzas Armadas de no confrontar y someterse a los deseos e imposiciones de los criminales no evita un derramamiento de sangre, sino que lo traslada a las comunidades azotadas por los criminales. Sus pobladores no están en el interés presidencial, que sólo cuida delincuentes. En el camino de esta postura avalada por los secretarios de la Defensa y de la Marina, al no objetar lo que hace el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas –como podrían hacerlo, incluso amparados por la Convención de Ginebra–, las desnaturaliza y está provocando que el respeto que se han ganado a lo largo de décadas, se pierda.

Explicar lo inexplicable en su protección a los criminales y justificar con que ahora son diferentes los militares porque son pasivos, es normalizar la entrega de territorios a los cárteles de la droga. Hoy es un drama, pero avanzará a tragedia y a descrédito cuando las humillaciones se conviertan en un estigma que nunca se quitarán las Fuerzas Armadas. Las experiencias del pasado no se toman en cuenta, pero ¿alguien se acuerda cómo se incrustó en el imaginario colectivo el estigma de que un policía en México, por definición, es corrupto? La idea se fue construyendo como parte de una cultura moldeada por programas de televisión cómicos, altamente exitosos, donde el policía era caricaturizado como un ladrón tonto.

Los videos en las redes sociales comentados por el Presidente irán anidando la percepción de que las Fuerzas Armadas, la última frontera de la seguridad nacional, están integradas por cobardes que huyen de los criminales, quienes los pueden perseguir y expulsar de comunidades y pueblos, y actuar con la prepotencia de quien sabe que no habrá respuesta a sus amenazas y desplantes. Los delincuentes saben que tienen un amigo, por omisión y comisión, que es el Presidente de la República, cuya política de seguridad está precisamente enfocada en salvaguardar a los que generan inseguridad y violencia.

¿Qué está pensando, Presidente? La manera frívola como aborda estos temas delicados que afectan irreversiblemente a las instituciones, está dañando principalmente a las Fuerzas Armadas, cuya capacidad de fuerza es superior a la de los criminales, pero que, en la práctica cotidiana, no sirve para nada, porque la instrucción presidencial es aguantar, callar y bajar la cabeza.

Debe ser indignante para soldados y marinos la actitud del Presidente y el silencio de sus jefes. La institucionalidad muy apreciada de las Fuerzas Armadas es con la nación y con su representante, el Presidente, pero no les impide que, sin la sonoridad de lo público, le pidan lo que aquí se propone a López Obrador, seriedad, responsabilidad y compromiso con la ley, no con los delincuentes.

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