Los temores del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la vulnerabilidad de Claudia Sheinbaum se han confirmado. La encuesta de EL FINANCIERO sobre la aprobación de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México y la precandidata que quiere su mentor y protector para que lo suceda, hizo público lo que López Obrador registró desde hace poco más de dos semanas. Sheinbaum viene para abajo en la percepción de la gente, y desde enero ha perdido siete puntos de respaldo que, por primera vez, suma cinco meses a la baja. Fue un “tropiezo”, describió el periódico su nueva caída, pero todo apunta a que es mucho más grave que ello.
López Obrador no tenía presente que la percepción sobre su delfín para 2024 como gobernante fuera generalmente negativa, cuando ordenó a su equipo que la protegiera para evitar que los resultados de la tercera auditoría sobre el colapso de una trabe de la Línea 12 del Metro, que provocó la muerte a 26 personas, la impactaran. Para arroparla él mismo, sobre todo frente a las críticas internas, organizó una mañanera la semana pasada en el Palacio del Ayuntamiento, sede del gobierno local. No alcanzó; quedó exhibido lo poco eficiente que resultó el esfuerzo de protección política.
Es entendible. Carisma y talento, verdad de Perogrullo, no se transmiten por ósmosis, y Sheinbaum se encuentra en las antípodas de la gracia y la empatía, mientras que, por su dependencia umbilical de López Obrador, aún no se sabe si tiene talento. El Presidente, que nunca habla de su clarividencia sino de su lealtad, está viendo cómo cada mes su candidata se hunde más. La encuesta de EL FINANCIERO mostró su caída de tres puntos en aprobación, de 52 por ciento que tenía en abril, a 49 por ciento que dio en mayo. Es el mismo nivel que tuvo en mayo del año pasado, días después de la tragedia de la Línea 12, pero en esta ocasión no se cruzó con otra desventura, lo que sugiere que el declive podría ser continuo como resultado de un quiebre definitivo por aquella desgracia que ella llamó “incidente”.
Sheinbaum tenía 71 por ciento de aprobación en abril del año pasado, nueve puntos más que el Presidente en ese mismo mes, un nivel extraordinario que se evaporó en cuestión de días. La tragedia de la Línea 12 la hizo perder ese mayo 21 puntos, que no ha podido recuperar. De junio a octubre del año pasado tuvo un rebote, y llegó a alcanzar 65 por ciento de aprobación, que se ha evaporado. Hoy, López Obrador mantiene en el promedio de las encuestas nacionales 62 por ciento de aprobación, pero su entenada política ya se alejó 13 puntos de él.
La capacidad de López Obrador para arrastrar a cualquiera, parece haber topado, como se aprecia en las entrañas de la encuesta publicada ayer. ¿Cómo califica la forma como trató el tema de la Línea 12? El 61 por ciento respondió que muy mal. ¿Y calificar como “falso y tendencioso” el informe de la consultora noruega DNV? Muy mal, dijo 56 por ciento. La tragedia la arrolló, pero sus negativos fueron más allá del colapso en el Metro.
El Presidente dijo en la sede del gobierno local, que la capital iba por buen camino, incluso en seguridad, mintiendo al señalar que estaba mejor que en Nueva York. Según la encuesta, no le creyeron a López Obrador. El 62 por ciento dice que la seguridad está muy mal, una pérdida de 12 puntos en la percepción ciudadana desde diciembre. La que tiene que ver con la economía, sigue empeorando, con 58 por ciento que ve mal la situación, una ligera mejoría con respecto al mes previo, pero 15 puntos desplomada desde diciembre. Transporte público y contaminación también le produjeron resultados negativos, en una constante que manifiesta la inconformidad con su gestión.
Los resultados no son para estar tranquila, y Sheinbaum, rehén, víctima y/o conscientemente un apéndice acrítico de López Obrador, debe estar viendo que ser un eco del Presidente en su retórica belicosa, grotesca imitadora de sus arengas, seguidora del flautista de Hamelin que dejó de ser dueña de sí misma, no está funcionando. Pero no se atreve a corregir. Lo que enseña la encuesta de EL FINANCIERO, hasta este momento, es que dejaron de tratarla en la capital como la heredera a la que le perdonan todo, y medirla en sus méritos.
Sheinbaum debería de ser quien resuelva el problema de su falta de crecimiento y alza negativa en las percepciones del electorado de cara a 2024, pero en realidad quien lo tiene es López Obrador, que por ahora no parece tener ningún plan B –lo ha dicho públicamente, con honestidad– para trasladar su cariño y protección a otro lado. También se le están acabando los recursos distractores.
Colocar al canciller Marcelo Ebrard en la contienda pierde cada vez más fuerza hacia el exterior, por lo pusilánime de su actitud, que lo hace ver totalmente dependiente de los deseos y humores del Presidente. Hacia el interior del equipo cercano de López Obrador no existe duda: es, ha sido y será un traidor. El manejo sobre la precandidatura del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, parece una broma. Un día lo promueve, al otro lo descalifica, y luego, sin pretexto alguno, lo vuelve a subir a la carrera presidencial. Incorporar a la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez, es un anzuelo que nadie mordió, porque el consenso entre la sociedad informada es que su destino es el Palacio del Ayuntamiento.
Sheinbaum es la candidata de López Obrador y así seguirá, salvo que algo extraordinario suceda, que no tiene que ver con sus capacidades, como las eventualidades que enfrente el Presidente. Lo que sí tendrán que cuidar es que no siga cometiendo errores, que disminuirán sus preferencias electorales y, aun con López Obrador como el elefante en la sala de la boleta electoral, harían más difícil la victoria que hoy creen en la bolsa.