Estrictamente Personal

El voto en las narcozonas

Cada estado tuvo dinámicas diferentes, que muestran la complejidad del fenómeno del narcotráfico metiéndose activamente en procesos electorales.

Públicamente, el crimen organizado no intervino en las elecciones del domingo pasado. Pero en privado, altos funcionarios federales y estatales dicen lo contrario. No hubo una violencia abierta y generalizada, como se especuló la víspera, pero no significa que no hubo acciones de grupos delincuenciales en Durango, Oaxaca y Tamaulipas. Cada una tuvo dinámicas diferentes, que muestran la complejidad del fenómeno del narcotráfico metiéndose activamente en procesos electorales.

En Durango, el predominio del Cártel de Sinaloa en toda la sierra, donde ha impedido por largo tiempo el desafío de otra organización criminal, lo sobresaliente fue cómo la operación que realizaron morenistas sinaloenses para lograr el apoyo de ese cártel, fracasaron, de acuerdo con información de personas con conocimiento de cómo se iban realizando las negociaciones.

En Tamaulipas, la confrontación se dio entre facciones y filiales del Cártel de Sinaloa asociado con el Cártel del Golfo, contra los grupos vinculados con Los Zetas y su escisión, el Cártel del Noreste. Y en Oaxaca, la tercera elección donde se vio la mano del narco, fueron los grupos del Cártel de Sinaloa contra las bandas asociadas al Cártel Jalisco Nueva Generación quienes se disputaron no la victoria de Morena, sino el acomodo de los municipios en el sur y en el istmo de Tehuantepec.

La anatomía criminal de lo que sucedió el domingo pasado es compleja, porque en algunas entidades, como Durango, prevalecieron los viejos arreglos que había con el Cártel de Sinaloa, que en esa entidad optó por lo conocido para cuidar su ruta altamente lucrativa de amapola desde la sierra de Durango a Ciudad Juárez, que hasta hace años fue el trayecto de la cocaína al mercado de Estados Unidos, que disputaban con Los Zetas. “Durango está más sucio que Sinaloa”, afirmó un alto funcionario federal. “El tiempo lo demostrará”. En ese estado, la coalición del PRI-PAN-PRD mantuvo la gubernatura.

La zona más delicada en el estado se dio en los municipios enclavados en la sierra, como en Pueblo Nuevo, que ganó por 13 puntos el candidato del PRI-PAN-PRD, donde se instalaron retenes que impidieron el paso de las autoridades. Lo mismo sucedió en Tamazula, un santuario para los jefes del Cártel de Sinaloa, donde el domingo por la noche grupos armados se robaron 18 paquetes electorales tras amenazar a los funcionarios electorales con pistolas. Horas después, los paquetes aparecieron de la nada.

En Tamaulipas se vivió la jornada electoral más cerrada y complicada. Si en Durango los funcionarios federales observaron un control absoluto del Cártel de Sinaloa sobre los municipios claves para el trasiego de las drogas, sin enfrentar a ninguno de sus rivales, en Tamaulipas se partió el estado. Morena ganó, de acuerdo con el PREP, en prácticamente todos los municipios de la frontera con Estados Unidos, algunos bajo control del Cártel del Noreste, que está enfrentado con el Cártel del Golfo, que tiene una alianza con el Cártel de Sinaloa.

Es cierto que, salvo por la información que aportan funcionarios federales y estatales que conocen el movimiento de las organizaciones criminales, no se puede establecer una correlación directa entre la forma como se comportaron y los resultados en las urnas; Matamoros, bajo control del Cártel del Golfo, podría ser un estudio de caso de cuya investigación podría intentar probarse la hipótesis. En Tamaulipas ganó el candidato de Morena-PT-Partido Verde, de acuerdo con los resultados preliminares, por 82 mil 227 votos, de los cuales alrededor de 44 mil salieron de Matamoros.

Reynosa, también en la frontera norte y donde han disputado el control el Cártel del Golfo y Los Zetas, es otra ciudad donde tiene que hacerse una investigación exhaustiva para poder determinar el papel del narcotráfico en las elecciones. Funcionarios federales revelaron lo que estuvo sucediendo el domingo de la jornada electoral, con varios casos de violencia, intimidación de funcionarios electorales y robo de urnas. Funcionarios del gobierno de Tamaulipas que estaban monitoreando las frecuencias de radio de la Policía Estatal, dijeron que no hubo reportes de violencia, un silencio que contrastaba con la información en manos del gobierno federal.

Un funcionario federal explicó que habían detectado en días previos que miembros del Ejército en la zona de Reynosa, y sobre todo de la Guardia Nacional, estaban en contubernio con grupos delincuenciales ligados a Los Zetas, a los que en el pasado se asoció al candidato del PAN-PRI-PRD al gobierno, César Verástegui, para alterar el rumbo de la elección. “Pero llegaron fuerzas del centro y el domingo se tomó el control”, agregó el funcionario. Con esa acción federal, “se les cayó” el intento de manipular el proceso.

En Oaxaca se dio un comportamiento radicalmente opuesto en la sierra, el sur y los municipios por donde cruzará el canal interoceánico. Como se adelantó en este espacio el lunes, los grupos delincuenciales –hay un choque entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación a través de sus subsidiarias– daban por descontada la victoria de Morena, pero el mal manejo de Antonio Morelos Toledo, exalcalde de San Blas Atempa, Tehuantepec, y que, de acuerdo con reportes de inteligencia, articuló a grupos criminales antagónicos a favor de la campaña morenista, provocó incluso asesinatos, como en Juchitán. En Oaxaca la lucha entre criminales no fue el domingo, sino durante todo el proceso, convirtiéndolo en el estado más violento.

Unos de los datos que requieren de un estudio más profundo para entender lo que sucedió, es que en la mayoría de los distritos donde ganó Morena, inclusive con más de 50 por ciento de votación, se encuentra en municipios con los índices más altos de violencia e inseguridad. Entre ellos se encuentran tres municipios de Quintana Roo, Benito Juárez –donde está Cancún–, Solidaridad –donde está Playa del Carmen– y Puerto Morelos, que se encuentra en medio de los dos, y que hoy es un campo de batalla abierto entre los cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, pero que no hay indicios de que hubieran operado electoralmente.

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