En los últimos días, Adán Augusto López se ha convertido en el luchador más fiero del presidente Andrés Manuel López Obrador. Se está peleando con gobernadores y defendiendo el desaire prepotente del secretario de la Defensa al Congreso porque no está dispuesto a rendir cuentas sobre el hackeo de millones de correos electrónicos de los servidores militares. Pero no es sólo que el secretario de Gobernación esté buscando puntos que pueda canjear en 2024, sino que también está realizando una fuga hacia delante, donde juega en un circo de varias pistas.
Al estarse peleando con gobernadores de oposición durante toda esta semana, el responsable de la gobernabilidad nacional se convirtió en el secretario de la discordia, y capturó la atención de la opinión pública politizando al máximo la seguridad. No importa que sea a partir de mentiras –que Chihuahua, Jalisco y Nuevo León, gobernados por la oposición, sean los más violentos del país– y que, ante la exhibición de su farsa, acicale su faceta de pendenciero, porque está logrando su propósito.
Lo mismo puede decirse de su defensa del general Luis Cresencio Sandoval, para evitar que hablara con diputados sobre el histórico hackeo a los correos del Ejército. López bis montó un blindaje del general, que amplió Ignacio Mier, el presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, y que selló el Presidente al impedir que respondiera preguntas directas de la prensa sobre la ruptura a la seguridad cibernética. Lo ha hecho con aparente gusto y tesón, pero detrás de ello existe un reclamo airado que días antes le hizo el secretario de la Defensa.
El general Sandoval responsabilizó a López bis de la embestida del subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, en contra del Ejército en el caso Ayotzinapa y la acusación de cuatro oficiales por presuntamente haber participado en el crimen de los 43 normalistas. Funcionarios federales revelaron que durante una reciente reunión del gabinete de seguridad, donde no estaba el Presidente, el general le reclamó las presiones que estaba haciendo para perjudicar a los militares. López bis trató de refutar señalando que no entendía por qué se lo estaba diciendo, pero el general le dio detalles para dejar claras sus razones.
López bis entendió y tomó nota del enojo del general. Desde entonces, el perfil público de Encinas bajó, pasando a segundo plano como consecuencia de la reducción de su activismo, en coincidencia con las protestas de Sandoval. La forma como salió a pelear López bis con Movimiento Ciudadano y con diputados de oposición por él, fue más allá de un acuerpamiento institucional, y se puede conjeturar, por los antecedentes recientes, que trató de reivindicarse con el general y limar las asperezas.
Va a ser difícil porque se rompió la confianza entre ellos, que le interesaba mantener a López bis, y cuyos problemas no se reducen al pleito con el Ejército, sino por revelaciones sobre su pasado que empezaron a emerger en los correos hackeados a la Secretaría de la Defensa, donde figura que la inteligencia militar lo señaló de haber nombrado a tres personas en altos cargos de la seguridad, que tienen relación con el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Los correos corresponden al tiempo en que López bis era gobernador de Tabasco, y nombró a Hernán Bermúdez Requena secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, el 11 de diciembre de 2019, pese a que el mes anterior, un informe del Centro Regional de Fusión de Inteligencia del Sureste, que se encuentra en Coatzacoalcos, Veracruz, reportó que tenía vínculos con esa organización criminal.
Bermúdez Requena no era el único señalado en al menos 11 correos del Ejército. Junto con él estaban su asesor Carlos Tomás Díaz Rodríguez, el director general de la Policía Estatal en Tabasco, Leonardo Arturo Leyva, y el comisionado de la Policía Estatal, José del Carmen Castillo, presuntamente vinculados a nueve miembros de una célula del cártel dedicada al robo de combustible en ese estado desde que López bis era gobernador.
López Obrador ha defendido a López bis, en cuya casa vivió de joven, cuando su padre y su hermana –funcionaria del SAT y esposa del gobernador de Chiapas– lo mantuvieron, y ha dicho que se trata de un ataque en contra de su gobierno. Nada más alejado, y es lo que hace más sensible el papel que jugó el secretario en Tabasco, pues el Centro Regional de Fusión está integrado con miembros de las secretarías de la Defensa y de la Marina, la Guardia Nacional, la Fiscalía General y el Centro Nacional de Inteligencia, las instituciones que integran el círculo de protección y armado político del Presidente.
López bis también ha querido desmarcarse de los correos de la misma forma que hace el Presidente con todos los temas que le son incómodos: culpar a la oposición. En una reciente gira por Sinaloa, dijo que creía “que más bien obedece a estrategias interesadas de algunos que no quisieran verlo a uno actuando como secretario de Gobernación”, de acuerdo con un reporte del semanario de Culiacán Ríodoce. La declaración es una sandez. La información es de inteligencia militar, generada mucho tiempo antes de que fuera nombrado secretario de Gobernación.
Pero López bis no tiene mucho margen, al haber entregado todas las áreas de seguridad pública a personas que inteligencia militar identifica con el Cártel Jalisco Nueva Generación. Hasta ahora no hay ninguna explicación sobre qué papel jugó en el empoderamiento, por la vía de la protección institucional, de la organización más sanguinaria de México. De qué tamaño será también su conflicto con el secretario de la Defensa, o su miedo a que directamente le entreguen al Presidente información sobre esos vínculos con el crimen organizado, que ha optado por meterse a un pantano donde, cada día, sus gritos lo hunden más.
Los exabruptos camorristas de López bis, vistos en el contexto, esconden vulnerabilidad, debilidad y nerviosismo. No es para menos. Está enfrentando el enojo del general y sus presuntas vinculaciones con el crimen organizado en los archivos de la Defensa.