El libro El rey del cash, escrito por Elena Chávez, va en camino de su tercera edición, aunque prácticamente ha desaparecido como tema en los medios de comunicación. Pasado el furor del primer ciclo informativo, la tormenta cesa en la opinión pública, pero no en Palacio Nacional, donde el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue bastante molesto por el testimonio de la periodista, que narra las vivencias de 18 años de ser pareja de César Yáñez, durante lustros secretario particular del líder social y su confidente. Hombre que no perdona nada y guarda resentimientos por años, coincidió su estado de ánimo para que hace unos días el World Trade Center y la librería El Sótano cancelaran la presentación del libro.
No debería de extrañar. Ya no es tan relevante si un funcionario del gobierno, como se hacía antes, habló a los administradores de los locales para protestar por el espacio a una enemiga del Presidente, y presionarlos, o como sucede con muchas instancias, organismos y personas, que por terror a la voz pendenciera y vengativa de la mañanera, tomaran la iniciativa de vacunarse de manera preventiva. En cualquier caso, tomaron el camino que dibujó el pastor luterano Martin Niemöller en su poema eterno sobre los judíos y los nazis.
El libro de Chávez describe “el saqueo oculto del Presidente y su equipo cercano”, que es una crónica de lo que la autora vio, escuchó y en lo que participó. Aunque la han descalificado con misoginias, o desacreditado por no aportar documentación, fuera del escrutinio público, en el despacho presidencial saben del daño que puede causar, aunque por el momento consideren que en el primer envión el costo fue bajo. Esta evaluación preliminar, sin embargo, no ha impedido los rayos y centellas desde lo alto del partenón tropical contra los siervos en penitencia.
En las últimas semanas ha habido nuevos capítulos de lo que podría ser parte de un libro de seguimiento. Yáñez, actualmente subsecretario de Gobernación para Asuntos Religiosos, recientemente fue citado por el Presidente para una reunión. Enviado al Gulag tabasqueño por haber promocionado su boda poblana en la revista española ¡Hola!, antítesis del pensar y sentir de López Obrador, Yáñez debió haberse alegrado por el llamado, pues llegó a Palacio Nacional hasta con regalos, recuerdan algunos funcionarios. Rápidamente se dio cuenta de que lo habían convocado para algo muy diferente.
El Presidente, que según las descripciones estaba bastante más que molesto, le reclamó que ni siquiera lo hubiera alertado de que se estaba preparando ese libro, como tampoco lo alertó en su momento el jefe de la propaganda, Jesús Ramírez Cuevas, a quien previamente le tocó su dosis de cólera presidencial, porque la información sobre el trabajo de Chávez la recibió de su exconsejero jurídico Julio Scherer, no de él. Este reproche podría tener otra lectura, por supuesto, que tiene que ver con la deficiente información que está recibiendo de sus colaboradores, que en múltiples casos tienen que actuar de manera reactiva, no preventiva, que siempre los tiene a la defensiva.
Las recriminaciones de López Obrador a Yáñez se centraban en no haber evitado que su expareja diera a conocer una serie de eventos y acciones que se consideraban sensibles y que debían haber quedado totalmente blindadas para que nunca salieran a la opinión pública. El Presidente tendría razón en este punto, pues podría pensarse en que si Yáñez había sido el secretario particular del Presidente durante más de cinco lustros, como la primera palabra establece, es una persona a la que se le confiaron secretos y que, al compartirlos con su entonces pareja, habría traicionado la confianza que le depositó López Obrador.
Sin embargo, como le sucede de manera cada vez más frecuente, olvidó que, como se lo recordó Yáñez, amplias partes del libro fueron vivencias sobre acciones que fueron encomendadas directamente a ella, pero, sobre todo, que habían sido autorizadas por el propio Presidente. Es decir, lo descrito por Chávez no fueron solamente testimonios de lo que vio y escuchó, sino también de cómo operó algunas de las cosas que quedaron en el libro. Por la forma como lo ha expresado Chávez, no parece que fuera tal su involucramiento, pero así lo discutieron en Palacio Nacional.
Este segundo acto de El rey del ‘cash’ revela la tensión dentro de Palacio Nacional, quizá por la gran cantidad de cabos sueltos que emergieron con el libro y las confirmaciones de algunos protagonistas de episodios narrados, que al testimonio vivencial le aportaron su declaración personal, que ratificó lo expuesto en algunos capítulos. El revuelo inicial que causó el libro servirá para que otras personas agraviadas o desencantadas vayan aportando pruebas o sus propias experiencias en entregas o manejo de dineros.
El primer impulso público que tuvo el libro ha bajado, pero será oscilatorio durante los próximos meses. Uno de los efectos que produjo fue que algunos de los protagonistas se animaron a dar a conocer sus propias experiencias –recaudación y entrega de dinero en efectivo a López Obrador–, mientras que otros, por información que ya está circulando, están dispuestos a entregar documentación sobre dineros entregados de militantes de la izquierda y empresarios, que llegaron a sus oficinas.
El tema del dinero oscuro para financiar a López Obrador y a su familia y mantener con dinero no rastreable su causa, como la llama, no desaparecerá. En la medida que avance la agonía del sexenio y vaya perdiendo fuerza política o consideren que sus amenazas y acciones vengativas estén perdiendo vapor por la transferencia natural de poder hacia otros polos –por ejemplo, cuando salga la candidatura presidencial de Morena–, más voces y pruebas irán encontrando la salida a la opinión pública sobre aquellos dineros –y otros, quizás– producto de la corrupción y falta de control en el gobierno actual, cuyas denuncias aún soterradas se harán sonoras.
Este segundo acto de El rey del ‘cash’ es parte de una obra de la realidad política mexicana que todavía tiene mucho que mostrar.
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