Estrictamente Personal

Los chats de la DEA

Una de las acusaciones de la DEA contra el general Salvador Cienfuegos, quizá la más demencial, era que preparaba un golpe de Estado y pedía recursos al narcotráfico para financiarlo.

Nueva información ha comenzado a trascender del caso que armó el Departamento de Justicia de Estados Unidos contra el general Salvador Cienfuegos, el exsecretario de la Defensa que fue detenido en Los Ángeles en octubre de 2020 por petición de la DEA, y que provocó una ruptura, todavía sin sanarse, en la cooperación con México en materia de seguridad. Los detalles recientes de la investigación de la DEA contra el general explican parte de las razones por las cuales, casi un mes después de la captura, el Departamento de Justicia retiró las acusaciones de que estaba vinculado a narcotraficantes, y liberó al general. Muchas de ellas eran absurdas, donde quizá lo más demencial era que Cienfuegos preparaba un golpe de Estado, y pedía recursos al narcotráfico para financiarlo.

La decisión en Washington no fue sólo por la reacción mexicana. Se puede argumentar que el caso estaba construido sobre pilares de barro, con evidencias insostenibles por lo increíble que contenían. En una carta del administrador interino del Departamento de Justicia, Timothy Shea, junto con miles de mensajes interceptados, fotografías y capturas de pantalla, que envió al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, reconoció que la DEA no había investigado directamente a Cienfuegos como un objetivo “principal”, sino que fue señalado por dos narcotraficantes, Juan Francisco Patrón Sánchez, el H-2, y su lugarteniente, David Silva Gárate, el H-9. La DEA, sin embargo, les dio crédito a esos criminales, pese a lo inconcebible de sus afirmaciones.

Shea acompañó su carta del 29 de octubre de 2020, con el documento de las pruebas que le DEA decía tener contra Cienfuegos. El expediente es de 745 hojas, donde hay miles de mensajes de BlackBerry entre Patrón Sánchez y Silva Gárate entre 2015 y 2017, de donde salió la acusación contra el general de tráfico de drogas, lavado de dinero y protección de esa organización que surgió de las ruinas del Cártel de los Beltrán Leyva, a cambio de sobornos.

En una de las capturas de pantalla, el 4 de enero de 2017, “Zepeda”, que la DEA identificó a partir de sus testigos como el general Cienfuegos, cuyo apellido materno es Zepeda, envió un mensaje a “Superman”, uno de varios sinónimos que utilizaban los subalternos de los líderes de la organización, que decía: “Quiero que su tío sea un fantasma en 15 días, que no se de a notar con nadie en lo que yo salgo de esto el pueblo va a hacer un golpe de estado y yo llevare a cabo todo ese escándalo pero me ocupo que me apoye con 2 cosas para mañana yo ocupo 10 o con lo que su tío pueda para moverle unas cosas de el que le conviene en Sinaloa”.

“El tío” era el H-2, que fue abatido por la Marina en Tepic, la capital nayarita, el 10 de febrero de 2017, y lo que “Zepeda” quería eran 2 millones de pesos para completar los 10 millones de pesos que decía utilizaría para el golpe de Estado.

El mensaje continuaba:

“Superman”: Pero des de hoy o después de 15 días.

“Zepeda”: Si des de hoy es por que no vamos a levantar en armas y por unos detalles que están sugiriendo pero no se me alarma nada que no pueda solucionar vamos a fregar ese precedente y lo de Sinaloa diga le que va caminando que me apoye para mi causa y tan tito para terminar los últimos detalles de el.

“Superman”, siete minutos después de recibido el mensaje: Que mañana a ver cuanto le junta dice Y que en 8 dias le junta algo mas.

“Zepeda”: Que me apoye la persona solo estará asta mañana alas 6 de la mañana boy hacer una revolución y algo bueno saldrá de esto y no le de dinero a nadie de mis amigos por que es la misma causa diga le que yo ya le quite para la causa ellos van a entender o quiere que yo hable para que no me lo moleste.

La DEA le dio credibilidad plena a los criminales para imputar al general Cienfuegos, como lo hizo ante la Corte de Distrito Este en Brooklyn, pero cuando se enteró de que el secretario de la Defensa estaba preparando un golpe de Estado en México, no le pareció relevante, ni hizo nada al respecto. Es extrañamente ambivalente la actitud de la DEA. El que el jefe de las Fuerzas Armadas esté complotando para derrocar un gobierno legalmente constituido, que comparte 3 mil 200 kilómetros de frontera común con Estados Unidos, con quien tiene economías interconectadas, no les generó alerta alguna.

Nada de esto comunicó la DEA a sus superiores en el Departamento de Justicia, por lo que el Departamento de Estado fue dejado en la oscuridad, sin poder buscar información que corroborara en la embajada en México o los servicios de inteligencia. La Casa Blanca, por lo tanto, tampoco estuvo al tanto de lo que había descubierto la DEA en los chats.

Por el comportamiento de la DEA, un tema de seguridad nacional para Estados Unidos, con profundas implicaciones en la relación bilateral y con un potencial de inestabilidad en las ciudades fronterizas ante flujos masivos desesperados –que es lo que sucede en golpes de Estado–, fue relegado por una investigación que pensaban los estaba llevando directamente al secretario de la Defensa.

Pero si se leen los chats, con faltas de ortografía, sin gramática y con ideas a veces hasta ilógicas, es inconcebible que creyeran a los narcotraficantes que el general Cienfuegos era el autor de los mensajes. La DEA tampoco consideró, como se ha dicho en anteriores columnas, que era inverosímil que el secretario de la Defensa tuviera como enlace a criminales menores en la estructura delictiva.

La DEA confirmó en este caso la debilidad de sus investigaciones y el uso sin escrúpulos de sus testigos, donde lo importante no es la verdad, sino que digan lo que se ajuste a sus prejuicios e intereses.

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