Estrictamente Personal

La nueva canciller

Alicia Bárcena es de lo mejor, entre todo lo disponible dentro del Servicio Exterior Mexicano, que pudo haber escogido López Obrador.

Desde 2017 Andrés Manuel López Obrador tenía en la cabeza el nombre de Alicia Bárcena para encabezar la Secretaría de Relaciones Exteriores. No comenzaba aún la campaña presidencial, pero él tenía prisa por anunciar al equipo que lo acompañaría en el gobierno, de ganar la Presidencia. Lo anunció el 14 de diciembre de ese año, pero en la cartera de la Cancillería no figuró Bárcena, sino Héctor Vasconcelos, porque la experimentada diplomática no estaba en condiciones de integrarse en el momento que él quería, en los tiempos que él necesitaba. Seis años después, aquel deseo se cumplió.

Bárcena fue nombrada ayer secretaria de Relaciones Exteriores, en sustitución de Marcelo Ebrard, y en unos cuantos días llegará a la Cancillería, después de un largo coqueteo de López Obrador, que tuvo como preámbulo el haber aceptado ser la embajadora mexicana en Chile en septiembre de 2022, con lo que parecía haber culminado una larga vida en el campo de la economía, el medio ambiente y el desarrollo sostenible. Haber interrumpido el Presidente lo que iba a ser su retiro, ha sido un acierto. Bárcena es de lo mejor, entre todo lo disponible dentro del Servicio Exterior Mexicano, que pudo haber escogido López Obrador.

La embajadora no estaba en la lista corta de Ebrard de relevos, que la semana pasada le entregó con sugerencias sobre quiénes podrían sustituirlo y que encabezaba Juan Ramón de la Fuente, representante de México en la Organización de las Naciones Unidas, e incluía a dos subsecretarios, Carmen Moreno Toscano, experta diplomática en asuntos multilaterales, que ha tenido una muy larga relación con Ebrard, heredada de una antigua y muy cercana relación de su hermana Alejandra con Manuel Camacho, mentor del canciller, y Maximiliano Reyes, uno de sus operadores políticos desde sus tiempos de jefe de Gobierno de la Ciudad de México, responsable de asuntos latinoamericanos y el Caribe. La lista la completaban, de relleno protocolario, Esteban Moctezuma, el embajador en Estados Unidos, y el senador Héctor Vasconcelos.

El equipo de Ebrard filtró la lista a la prensa desde la semana pasada, pero no influyó en el Presidente, que probablemente sabía desde mucho antes de que anunciara su renuncia Ebrard, que Bárcena era su carta bajo la manga. Por mucho tiempo ella era a quien deseaba en la Cancillería, pero cuando le ofreció el cargo, por medio de un enviado especial a Santiago de Chile, donde vivía como secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina, que depende de la Organización de las Naciones Unidas, le respondió que aceptaría el cargo, pero que no podría integrarse a su equipo hasta la primavera de 2018, por compromisos contraídos con la Cepal.

No quiso esperar López Obrador, aunque el espacio lo llenó con un político y diplomático cercano a él por años y fundador de Morena, que tampoco terminó en la Cancillería, sino en el Senado, como presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores. Vasconcelos, no obstante, político de prosapia y experimentado diplomático, comenzó a trabajar con un equipo altamente competente y con relaciones privilegiadas en Washington y Nueva York, para ir introduciendo a López Obrador en las cancillerías de varias naciones y que, llegado el momento de la campaña y la elección, no fuera alguien desconocido para ellas. Bárcena no es bisoña en la diplomacia internacional y coordinó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente antes de llegar a la CEPAL, donde coordinó los programas de desarrollo sustentable, y de ahí saltó a la Secretaría Ejecutiva.

Como canciller, sin embargo, tendrá un desafío importante, que es la difícil y compleja relación con Estados Unidos, porque en Washington hace tiempo que no la ven con buenos ojos por la forma como llevó la CEPAL y su modelo alterno de desarrollo. El último antecedente se dio el año pasado, cuando tuvo lugar la sucesión del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, luego de que el gobierno de Joe Biden impulsó la destitución de Mauricio Claver-Carone, que había sido impuesto por el entonces presidente Donald Trump.

Ebrard propuso de manera informal a Bárcena y comenzó a cabildear su nombramiento. Estados Unidos, que tiene 30 por ciento del voto en el BID, tácitamente la vetó, por lo que ante el inminente fracaso que sería, el canciller retiró su candidatura dos semanas antes y propuso a Gerardo Esquivel, el subgobernador del Banco de México, cuyo intento por la presidencia del organismo también fracasó. Estados Unidos había querido que México se quedara con el BID, pero no deseaba a Bárcena, cuyo infructífero intento nonato, armado por la Secretaría de Relaciones Exteriores, terminó arrastrando también a Esquivel.

Bárcena no se enfrentará a la misma disyuntiva –Estados Unidos no tiene capacidad de veto sobre los nombramientos presidenciales en México– y deberán irse evaporando las incertidumbres en la relación cotidiana con el país estratégico para el desarrollo y la estabilidad mexicana. La nueva canciller no es un chivo en cristalería, sino una diplomática que tiene experiencia en la negociación política, que será de enorme uso ante los desafíos que vienen, como el papel de piñata que tendrá México durante la campaña presidencial, el tema de la migración, el tráfico de fentanilo y los diferendos existentes por presuntas violaciones al acuerdo comercial norteamericano.

Su nombramiento fue bastante bien recibido en el campo diplomático, incluso por los críticos más ácidos de Ebrard. Uno de ellos, el exembajador Agustín Gutiérrez Canet, tío político del presidente López Obrador, escribió en su cuenta de Twitter: “Celebro mucho que haya llegado a ese alto cargo una persona respetable, seria, acreditada y con credenciales más que suficientes para la Cancillería. Lamentablemente tendrá que levantar el tiradero que han dejado”.

Gutiérrez Canet no entró en detalles, pero cuando Bárcena –como se apellida también su esposa Martha, exdiplomática de larga experiencia, sin parentesco con la nueva canciller– arme su equipo, se apreciará si llega con la intención de dar resultados en el año y medio aproximadamente que le queda a la administración, o administra la secretaría con el equipo de Ebrard que sigue en ésta.

COLUMNAS ANTERIORES

Las amenazas de un populista
Ante Trump, estrategias antagónicas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.