El asesinato de Hipólito Mora el jueves pasado en La Ruana, una comunidad de apenas 2 mil habitantes ubicada en la Tierra Caliente michoacana, es la metáfora de la inmundicia política del presidente Andrés Manuel López Obrador. Ahí se sintetiza el fracaso de dos gobiernos para enfrentar la violencia y disminuir la inseguridad. El suyo y el de Enrique Peña Nieto, que abrazó el surgimiento de los grupos de autodefensa en Michoacán al iniciar 2013 como una política de Estado para aniquilar al cártel de Los Caballeros Templarios. López Obrador no ha llegado a tanto, y pese a la inclinación de su gobierno a favor del Cártel de Sinaloa, que ha hecho asimétrica la guerra contra el Cártel Jalisco Nueva Generación, no ha participado directamente en ella.
Sin embargo, en el comparativo de resultados, López Obrador sale debiendo. A cuatro y medio años de haber iniciado su administración, ya rebasó el total de homicidios dolosos que haya tenido cualquiera de sus antecesores en todos sus sexenios. López Obrador alega que es lo que le heredaron. Con dos terceras partes de su sexenio superadas, el pretexto no cabe.
De la promesa de llegar a un punto de inflexión en la violencia en los primeros seis meses de su gobierno, nadie se acuerda en Palacio Nacional, en buena medida porque a López Obrador no le interesa el fenómeno de la inseguridad, y sólo habla de él en términos electorales. Pero que lo oculte no lo elimina, y sucesos como en La Ruana lo desnudan. Una radiografía del embuste presidencial la proporcionó Lupe, el hermano de Hipólito Mora, en una entrevista con Azucena Uresti en Radio Fórmula, el viernes pasado, que es importante recuperar y mostrar, con una edición y contexto adicionales:
AU: Hoy (viernes) escuché al gobernador (Alfredo Ramírez Bedolla) y algunos funcionarios decir tienen todo el apoyo, (que) ‘le vamos a dar seguridad a la familia’… ¿Ya se los concretaron o solamente es un discurso y declaraciones a los medios?
LM: Es un discurso porque para nada… Hasta ahorita nadie me ha llamado para decirme que me van a dar seguridad, y no ha habido todo el día seguridad aquí.
AU: Lo escuché durante el día en diferentes entrevistas denunciar que no les estaban brindando seguridad, que estaban ahí solos en el velorio de Hipólito Mora. ¿Esta mañana (del vienes) han cambiado las cosas?
LM: (Estamos) solos. No llegó ninguna seguridad. Toda la mañana ahí en el velorio no hubo nada de seguridad, ni siquiera un policía, un militar, nadie se quiere arrimar al velorio porque tienen miedo. No hay nada en todo el pueblo, no hay nada de seguridad, no tenemos a nadie.
AU: No sé si hoy escuchó las declaraciones del Presidente (el viernes), primero decir no (era) cierto que lo (dejaran) solo, (que) estaba cuidado por elementos estatales, (que) no (era) cierto que se tardaron en llegar las autoridades.
LM: No lo escuché, pero si dijo eso es mentira. Que venga aquí a La Ruana y que pregunte. Lo dejaron solo. De que traía unos policías, sí, traía tres. Pero eso no basta. Llegaron como 100 sicarios… Tuvo que haber dado apoyo los militares, la Guardia Nacional, pero no se la dieron. Que no sea mentiroso ese viejo, habla puras mentiras el cabrón.
AU: El Presidente decía que lo ocurrido con Hipólito es un remanente de la violencia que se auspició desde los gobiernos pasados.
LM: Todo lo que pasa le echa la culpa a los del pasado. A él ya le falta como un año y cómo estamos… peor que antes. Hay más muertes que antes. De todo lo que pasa mal le echa la culpa a los del pasado, pero está mal ese señor. Y si tomamos las armas hace 10 años fue por lo mismo, por la misma situación de que también el gobierno que estaba en ese tiempo no estaba haciendo su trabajo.
Hace una década surgieron grupos de autodefensa en Michoacán, Guerrero y Oaxaca, en el contexto del cambio de gobierno. En Oaxaca se fueron evaporando, y en Guerrero hubo grupos que se pervirtieron y se volvieron delincuentes, o se vincularon con el crimen organizado, como fue sucediendo con un grupo de autodefensas en Michoacán, en la región del Valle de Apatzingán-Tepalcaltepec en la Tierra Caliente colindante con Jalisco, que era parte de la ruta de los precursores químicos de la metanfetamina que operaban los hermanos Beltrán Leyva –primero para Joaquín el Chapo Guzmán y posteriormente para ellos– desde el puerto de Lázaro Cárdenas.
Las pugnas de los líderes de los autodefensas de esa región se volvieron guerras en la medida que el gobierno de Peña Nieto los empoderó y protegió. El objetivo de aniquilar a Los Caballeros Templarios se cumplió, pero no se solucionó la inseguridad; empeoró. López Obrador, con un fraseo distinto, hizo lo mismo que Peña Nieto: dejó de combatir a los cárteles y tomó partido, por omisión o comisión, por uno. Peña Nieto quiso rectificar a mitad de su sexenio, pero ya no pudo revertir la tendencia alcista en crímenes por haber cometido el error de no enfrentarlos. López Obrador ni siquiera considera ajustar su política, que lo dejará con las manos manchadas de sangre y endosará un problema sin solución en el corto y mediano plazo a quien los suceda.
AU: ¿Cómo está la gente, Lupe? ¿Qué le dicen?
LM: Están… agüitados, enojados, pues fue una chingadera de plano lo que hicieron… Ni un gobierno llegó, ni una autoridad, ni una policía llegó a apoyarlo.
AU: ¿Que duró como una hora la agresión?
LM: Más o menos.
AM: ¿Y no llegó nadie?
LM: Después de que se acabó, como hasta la media hora más o menos llegaron.
La Ruana son muchas regiones del país. Hipólito Mora representa a miles de mexicanos en zonas de guerra dejados al azar por López Obrador, un Presidente que se lava las manos para eludir una responsabilidad que, aunque hoy se le resbale, será de él y por la cual rendirá cuentas.
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