La declinación de Santiago Creel a favor de Xóchitl Gálvez para contender contra Beatriz Paredes por la candidatura del Frente Amplio por México por la presidencia de la República, le dio una bocanada de oxígeno a la panista-ciudadana. Gálvez estaba sumida en una contradicción, donde mostraba tener un equipaje más liviano que sus adversarios, pero a la vez, la única que había entusiasmado al electorado de oposición y metabolizado la sucesión presidencial, convirtiéndose en la figura que en el imaginario colectivo arrasaba a sus rivales.
Los números desfavorables para Creel en todas las encuestas y los comentarios en la prensa no habían sido suficientes para que considerara declinar por Gálvez, hasta que el domingo pasado acordaron los dos equipos y el presidente del PAN, Marko Cortés, que el diputado se retiraría de la contienda por la candidatura y ofrecería su apoyo a la senadora. Todo el aparato del PAN, que tenía a Creel como su carta fuerte cuando comenzó el proceso, entendió que Gálvez, aunque no late en sus corazones, era mejor candidata que Creel.
El pragmatismo panista, respaldado por la efervescencia en amplios sectores de la sociedad civil y un sector de la prensa que ven a Gálvez más como ciudadana que como militante de un partido, está buscando que se imponga el mismo modelo al PRI, y que Paredes decline como lo hizo Creel. La senadora dio ayer su respuesta en una entrevista de radio en Imagen con Pascal Beltrán del Río, donde dijo que se mantendrá en el proceso democrático de la lucha por la candidatura, confiada en que sólo ella podría ganar la elección presidencial el próximo año.
Las encuestas actuales no la ubican en una posición de competencia contra la probable candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, a diferencia de Gálvez que está reduciendo la desventaja ante la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México. Sin embargo, Paredes ha forjado una alianza táctica entre el viejo establishment del PRI y la dirigencia que encabeza Alejandro Moreno, con la cual había tenido serias diferencias. No es seguro que Paredes se baje de la contienda, no sólo por los apoyos priistas, sino porque persisten las dudas sobre el futuro inmediato de Gálvez en tribunales.
Gálvez ha minimizado tres demandas que le han presentado –dos en la Fiscalía General y una más en la fiscalía de la Ciudad de México–, por los presuntos delitos de lavado de dinero, evasión de impuestos y enriquecimiento ilícito. En una carta que envió a quien esto escribe el 1 de agosto, Gálvez insistió que no existen los contratos por los cuales la acusan de presuntas ilegalidades por 70 millones de pesos, y que su empresa nunca llegó a ningún acuerdo ilegal durante el tiempo que fue delegada en Miguel Hidalgo.
Aun cuando esto fuera cierto, la demandas siguen en curso y en algún momento va a ser llamada a declarar, al igual que su hija, a quien han involucrado en la querella. Un proceso de esa naturaleza, en vísperas de que en septiembre inicie oficialmente el arranque de las elecciones de 2024, previsto próximo, la va a distraer de la precampaña y la campaña, en caso de que derrote a Paredes en la contienda del Frente Amplio por México, y cuando menos la obligará a estar atendiendo las demandas con sus abogados, presentando pruebas y asistir a las diligencias ministeriales.
Este escenario no es nada descartable, por la manera rabiosa con la que el presidente Andrés Manuel López Obrador lleva atacándola sistemáticamente por semanas, violentando la ley electoral y desacatando las órdenes del Instituto Nacional Electoral para abstenerse de hacer comentarios contra la senadora, y por la forma como ha actuado políticamente la Fiscalía General, abriendo carpetas de investigación contra quienes representen piedras en su camino, que es un antecedente que no debe olvidar.
Gálvez puede ser inocente de todo, pero como hipótesis de trabajo, existe la posibilidad de que la imputen y por los delitos de los que le acusan, cabría que le aplicaran la prisión preventiva oficiosa, como lo establece el artículo 19 constitucional. De entrar en esa ruta, existiría la posibilidad real de que fuera inhabilitada para ser candidata a cualquier cargo de elección popular.
Hay un claro interés de López Obrador por desacreditarla, difamarla y descarrilarla del proceso de sucesión presidencial, aunque se desconoce si quisiera llegar al nivel de verla en prisión. Hasta ahora ha resistido los embates políticos, pero aún no comienzan los jurídicos. Es cierto que entre más demoren en imputarla –la justicia en México es lenta–, las posibilidades de que empataran con la campaña presidencial, que empieza en marzo, son amplias.
En los tiempos actuales, no hay que olvidar, no es importante si una persona pública es culpable o no de un delito, porque la Fiscalía General politiza los casos de aquellos a los que considere enemigos del Presidente. Así lo hizo contra Ricardo Anaya, excandidato presidencial del PAN, que fue acusado sin pruebas por el exdirector de Pemex Emilio Lozoya por corrupción, y tuvo que huir del país para evitar ir a la cárcel.
El escenario jurídico que enfrenta Gálvez puede parecer excesivo para muchos, principalmente para quienes cifran en ella sus esperanzas electorales, pero mal harían ella y su equipo si desestiman o desatienden las demandas. Dentro del PRI ven las cosas bajo esa perspectiva, y se lo hicieron ver a los panistas cuando hace tres semanas les sugirieron que se bajaran de la contienda. No lo hicieron por el riesgo jurídico que enfrenta Gálvez, y no hay razones por las que pudieran haber cambiado de opinión.
El Frente Amplio por México está en un dilema con su muy taquillera figura. El PRI va a respaldar con todo a Paredes y, por lo que se ve, Gálvez tendrá el apoyo social y el del PAN. Si gana Paredes, el escenario judicial de Gálvez pasa a segundo plano, pero si triunfa la senadora, todos deben empezar a diseñar una estrategia para enfrentar la andanada legal y política que indudablemente se le avecinaría.