Este viernes se cumplen nueve meses del atentado contra Ciro Gómez Leyva, el experimentado periodista que conduce Ciro por la Mañana, el programa más escuchado de la radio mexicana, sin que haya novedades. Lo único que sabe Gómez Leyva sobre el intento para matarlo es que no sabe nada y que hoy, por descabellada que sea cualquier hipótesis, todo es posible.
Las autoridades han inculpado a 12 personas, incluido el presunto autor material, pero no han logrado establecer el móvil ni encontrar al supuesto autor intelectual, Armando Escárcega Valdez, apodado El Patrón, que, según las autoridades, cruzó a California días después del atentado y desde ahí se fue a Oregon o Washington, en la costa oeste, o a Ohio o Pittsburgh, en la zona industrial estadounidense en el este del país. Dijeron que pedirían una ficha roja a Interpol, pero no se sabe si lo hicieron y, si la pidieron, tampoco hay resultados.
Gómez Leyva difícilmente va a tener justicia. Y todos aquellos que queremos que se resuelva el atentado, por lo que apunta, tampoco vamos a saber nunca la verdad de lo que sucedió. Las autoridades de la Ciudad de México parece que investigan, pero la investigación está empantanada, como si hubiera una orden superior de que así se hiciera. Incluso, cuando el exsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch filtró videos donde se veían los vehículos de los atacantes, su modus operandi y rutas de escape, fue reprendido y le ordenaron no volver a hacerlo.
La versión oficial es que los atacantes de Gómez Leyva formaban parte de una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación, a la cual también pertenecía El Patrón, construida a partir de declaraciones de los inculpados, así como llamadas y mensajes en sus teléfonos celulares. Por esa vía identificaron a Héctor Eduardo, El Bart, como quien disparó contra Gómez Leyva, y describieron una presunta reunión en la carretera a Querétaro, donde El Patrón los felicitó por lo que hicieron.
La inconsistencia de congratularlos por una acción que fue un fracaso, porque no mataron a Gómez Leyva, nunca ha sido aclarada. Tampoco por qué el Cártel Jalisco Nueva Generación querría asesinarlo, porque no había razones objetivas para ello, como se puede desprender de lo que comentaba en la radio o en la televisión. Menos aún hay explicaciones sobre el porqué la investigación se empantanó y dejó de dar resultados, aunque fueran parciales, lo que obligó al periodista a pedir que la Fiscalía General de la República atrajera su caso, lo que así sucedió.
Es muy pronto para que la Fiscalía General dé resultados, si es que en algún momento empiezan a producirlos, y no se sabe qué sucederá con la investigación, que le cayó al fiscal Alejandro Gertz Manero como maní del cielo, por la animadversación que tiene desde hace años contra García Harfuch. De cualquier forma, no se espera que caminen las pesquisas por un lado distinto a las iniciadas, aunque debería haber otra línea de investigación a partir de la información que han recopilado los servicios de inteligencia.
Los datos que han recabado es que el atentado no fue ordenado por el Cártel Jalisco Nueva Generación, ni la célula que lo ejecutó formaba parte de sus sicarios. La información preliminar que tienen sugiere que fue un atentado con origen político, ordenado por un militante de Morena que actuó por cuenta propia. El militante, hay que subrayarlo, de acuerdo con lo que se tiene hasta el momento, no recibió instrucción alguna de nadie en el partido, ni mucho menos del gobierno, capitalino o federal.
Lo que se conoce como su motivación, supuestamente, era que pensaba que le haría un favor al presidente Andrés Manuel López Obrador, que tiene a Gómez Leyva como una de sus obsesiones, y al que regularmente ataca, critica, denuesta y acusa de múltiples cosas en la mañanera. La persistencia en la agresión retórica creó las condiciones para que un político de poca monta pensara que podía canjear su osadía por promociones dentro del partido, como sugieren las pesquisas incipientes, sin calcular que el costo político de un asesinato de alto impacto, como habría sido el de Gómez Leyva, afectarían en primer lugar al Presidente.
La escasa información señala que el militante, a través de sus conexiones con La Familia Michoacana, conectó con una de sus células en la Ciudad de México y la contrató para el atentado. Sin embargo, La Familia Michoacana tampoco está vinculada al ataque, ni hay evidencia alguna que la conecte con lo que sucedió hace un año. Los sicarios no son parte orgánica de la organización, según trascendió, pero son utilizados regularmente para acciones punitivas contra sus enemigos en la zona metropolitana de la Ciudad de México.
Los servicios de inteligencia tienen el nombre del militante de Morena, pero lo tienen guardado con gran hermetismo. No obedece esta información a que hayan iniciado una investigación paralela del caso, sino a la necesidad de saber, por razones de seguridad nacional, qué sucedió, cómo pasó y quién está detrás del crimen. No está claro tampoco que el presidente López Obrador tenga hoy en día esta información.
¿Es firme la pista que conecta al militante de Morena con el atentado? Tienen evidencias a partir de la recolección de información de inteligencia, lo que en dado caso tendría que ser parte de una línea de investigación que permita judicializar los hallazgos. ¿Es una pista que podría seguir la Fiscalía General? Si decidiera explorar todas las hipótesis y revisar todas las evidencias para ir descartando posibilidades, tendría que hacerlo. La Fiscalía General es la única posibilidad que tiene Gómez Leyva para saber lo que sucedió y que se hiciera justicia, porque la fiscalía de la Ciudad de México no avanzó a nada que permitiera vislumbrar la verdad.
El caso de Gómez Leyva se encuentra en el potaje nacional donde se mezcla la procuración de justicia y la política. Hasta ahora, la política gana por paliza. Ojalá Gertz Manero le dé una oportunidad a la justicia.