Estrictamente Personal

Sabotajes contra Claudia

El Estadio Azul mostró las profundidades de la molestia contra Claudia Sheinbaum, pero el enfrentamiento ya trascendió a García Harfuch.

Hasta la noche del martes, la campaña de Claudia Sheinbaum rumbo a la candidatura presidencial había sido un ejemplo de disciplina partidista con movilizaciones masivas de la militancia y beneficiarios de los programas sociales, donde gobernadoras y gobernadores fungían como edecanes. Bajo ese diseño se programó un encuentro con la militancia de la Ciudad de México en el Estadio Azul, que sería un reforzamiento de ese músculo, pero sucedió lo inverosímil. Las gradas estaban vacías y la cancha sin gente, por lo que un desencajado Mario Delgado, líder de Morena, canceló el mitin. La molestia de Sheinbaum, que no apareció por ningún lado, debió haber sido mayor. La militancia la había saboteado y humillado. Su poder, abollado y en entredicho.

Lo que sucedió en el Estadio Azul es lo más grave, al menos públicamente, que ha enfrentado Sheinbaum desde el 7 de septiembre, cuando recibió del presidente Andrés Manuel López Obrador el bastón de mando, un acto simbólico ante dirigentes y gobernadores de Morena donde transfería el poder dentro del partido para tomar las decisiones del mismo como coordinadora de la defensa de la cuarta transformación, un eufemismo de candidata presidencial, que se oficializó tres días después.

La militancia de Morena en la ciudad que gobernó, le expresó el martes un rechazo abierto y salvaje por su dimensión, no a ella en sí mismo, sino a sus decisiones. Bajo cualquier ángulo que se vea, la afrenta tiene un grado de rebeldía y temeridad por ser, en la actualidad, quien más posibilidades tiene de ser la próxima presidenta de México. En ese rechazo se mide la profundidad de la fractura que experimenta Morena en la Ciudad de México, el bastión de la izquierda desde 1997 y el granero de votos sin los cuales no habrá cuarta transformación en 2024, ni legado de López Obrador que defender.

Sheinbaum enfrenta con este revés con cara de fractura interna, varias paradojas. ¿Era posible una acción colectiva de la militancia en la capital sin el aval del Presidente? ¿Es un mensaje de Palacio Nacional por decisiones que tomó que no se ajustan a la hoja de ruta trazada? O acaso, ¿la militancia más pura, los duros de Morena, dejaron de responder a las indicaciones de López Obrador?

Sheinbaum tiene que aplicar el método socrático para poder responder las preguntas, pero nada se podría empezar a entender sin ir al momento que significó el quiebre en el grupo dogmático del lopezobradorismo al que pertenece. Fue el 9 de septiembre, cuando Omar García Harfuch renunció a la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, para sumarse a la campaña de su exjefa, perfilándose por la candidatura para el gobierno de la capital federal.

Empujarlo al 1-2 en las elecciones del próximo año fue un ejercicio de poder de Sheinbaum, que, a sabiendas de que García Harfuch nunca ha sido una persona a la que López Obrador le tenga confianza, lo impulsó a la contienda electoral, donde tendría que enfrentar a una amiga suya, Clara Brugada, la exalcaldesa de Iztapalapa, que también forma parte de la amalgama de duros que integran los lopezobradoristas, los viejos comunistas y militantes de diferentes partidos de la izquierda mexicana. Sheinbaum lo hizo en la alameda que le abrió el Presidente cuando le entregó el bastón de mando.

La precandidatura de García Harfuch al gobierno capitalino despertó los anticuerpos más radicales dentro del lopezobradorismo y Morena, donde comenzaron a dispararle obuses desde múltiples trincheras. Abiertamente hicieron proselitismo contra ella Jesús Ramírez Cuevas, vocero presidencial, y Alejandro Encinas, como subsecretario de Gobernación, que lo puso como blanco en el caso Ayotzinapa. Otros, como el jefe de Gobierno interino en la Ciudad de México, actuaron de manera más sutil a favor de Clara Brugada, donde los puros y los duros se alinearon para apoyarla. Otros, como el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, utilizaron francotiradores para ir filtrando información confidencial y comprometedora contra García Harfuch.

La guerra interna contra el exsecretario lo era también contra Sheinbaum, cuyo argumento, apoyado en estudios de opinión, es que sólo con él se recuperaría el voto de las clases medias perdido en 2021. López Obrador, como se apuntó en este espacio hace dos semanas, tenía dudas sobre si, en un acto pragmático, dejaba pasar a García Harfuch, o si mantenía su apoyo a Brugada. La semana pasada pareció que López Obrador había tomado una decisión por él, porque Ramírez Cuevas le dijo a Guadalupe Taddei, consejera presidenta del INE, que esperaban que se aprobara el criterio de cuatro mujeres y cinco hombres en las candidaturas a gubernaturas del próximo año.

Días después sucedió el zipizape en el INE, cuando Taddei utilizó una confusión –algunas calificaron como “chicanada”– para rechazar el criterio. Pero este martes el INE volvió a votar y los nuevos criterios cambiaron a cinco mujeres y cuatro hombres, una cuota de género que pone en riesgo la candidatura de García Harfuch. ¿Cambió nuevamente de opinión López Obrador? Taddei, que ha seguido las instrucciones de López Obrador, no lo desafiaría, por lo que se puede conjeturar que el Presidente cambió una vez más la señal. El chasco del Estadio Azul parece confirmarlo.

El responsable de la organización del mitin era Sebastián Ramírez, líder de Morena de la Ciudad de México, que responde a los intereses de Sheinbaum. Pero ni él, ni Delgado o Sheinbaum calcularon el grado de repudio a García Harfuch. Pudo ser ingenuidad no prever la reacción de la militancia de Iztapalapa, el arcón de votos de López Obrador, y de Gustavo A. Madero, las alcaldías que aportan miles a las movilizaciones, que apoyan a Brugada, pero tampoco la militancia en las 14 restantes respondió al llamado.

El Estadio Azul mostró las profundidades de la molestia contra Sheinbaum, pero el enfrentamiento ya trascendió a García Harfuch. Lo que está en juego es el poder si mantiene Morena la Presidencia, y si los duros someten a Sheinbaum, o si ella, sin la intermediación del Presidente claramente a su favor, se impone.

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